Pola Mejía Reiss
Para Patricia Wydler
Según creencias muy
difundidas, el muerto es un espanto aparecido, un alma del Purgatorio, o ambas
cosas. En otras creencias un poco más singulares, el muerto es polvo cósmico,
nube o hálito; especie entre los ángeles de la guarda o partículas de sonido.
Para los antiguos nahuas sus muertos gloriosos, cuatro años después de la
muerte, se volvían colibríes y mariposas, pequeños seres coloridos y anónimos
de los que siempre hay alguno volando cerca.
Los muertos
también son el tiempo detenido, la calidad de "nunca más" de las
fotografías. ¿Será quizá por eso que las fotografías actúan como imanes?
Tomemos, por
ejemplo, las de un bailarín: Vaslav Nijinsky. Ríe en La siesta de un fauno, coreografía de su
creación. ¡Dichosos quienes lo vieron bailar! Muchas veces posaba, y en su Diario, iniciado el día en que
bailó por última vez, escribió: "Preferiría que mi letra manuscrita fuera
fotografiada y no impresa porque la letra impresa acaba con la manuscrita. La
letra manuscrita es una cosa bella y por eso debe ser preservada. Yo quiero que
mi letra sea fotografiada para así explicar mi mano, porque mi mano es la de
Dios". [1]
El dios de la danza, como lo llamaban,
sabía de las bondades de la fotografía. Quiso dejarnos a guisa de explicación
una herencia de movimientos y gestos detenidos. De eso mismo dio a saber años
antes el fotógrafo Edward James Muybridge: consiguió financiamiento para juntar
43 cámaras fotográficas, las puso en sintonía y fotografió un caballo al galope
desde varios ángulos para explicar el movimiento. Desde entonces los pintores
ya saben cómo pintar las patas de un caballo al galope.
Las fotografías,
la escritura de la coreografía que también dejara Nijinksy, las memorias de
algunas bailarinas que estuvieron en el estreno del Fauno en París el 29 de mayo
de 1912, llevaron a otro bailarín, Rudolf Nureyev, a recrear en una película,
homenaje a su antecesor, el poema coreográfico según lo hiciera Nijinsky en el
escenario y con el vestuario que para esa ocasión creara Leon Bakst. Los
muertos dejan huellas que se van entrelazando en lo que los vivos vamos
rastreando ausencias.
Las huellas
vueltas misterio, hacen del muerto objeto de culto. Si se vuelven enigma, el
muerto queda como presencia de la ausencia. ¿Acaso existe algún Otro más allá
del tiempo, no tocado por la mortalidad, que hace que las cosas permanezcan? La
presencia de la ausencia de Nijinsky lo pone en duda: en las huellas que dejó,
hace evidente que él sabía de la mortalidad de su arte.
Los muertos dejan
la impresión de siempre haber sabido que nada permanece y los vivos nos sabemos
convocados.
Entonces, ¿qué es
un muerto? Digamos que es presencia de la ausencia, y como tal, va adquiriendo
una calidad de lugar. El muerto designa un lugar más que habitarlo.
Hace poco menos de
cien años, en un ensayo que se llama: Guerra y muerte. Temas de actualidad, Freud concluía
diciendo:
Recordamos el
viejo apotegma: Si vis pacem, para bellum. Si quieres conservar la paz, ármate para la guerra.
Sería tiempo de
modificarlo: Si vis vitam, para mortem. Si quieres soportar la
vida, prepárate para la muerte.[2]
Se dice que Freud era un
pesimista cuando decía estas cosas. Pero para reconocer su agudeza, baste
nuestra experiencia de televidentes -sin palabras para quien estuvo in situ- ante la imagen de
bombas vivas de gente estrellándose contra edificios blancos vivos de gente.
No que Freud fuera
profeta; su modificación de un viejo apotegma venía aparejada a la profundas
modificaciones que sufrían sus tiempos por la Primera Guerra del siglo XX. Sin
embargo, el nuevo apotegma de Freud es un consuelo porque es una vía dentro del
caos. La vida adquiere situación a partir de la consideración de la muerte.
Estamos en el orden de
los lugares, y ya que de muerte se trata, uno busca referencia sobre el duelo
en Duelo y melancolía, texto de Freud cercano
en el tiempo al anterior. Ocurre algo sorprendente: el muerto no está. Brilla
por su ausencia y esa falta de su presencia, hace que el libro más bien hable
de otra cosa que del duelo, sobre todo cuando Freud llega a una insólita
afirmación: dice que el "objeto perdido" es sustituible. Se le olvidó
el muerto; estaba pensando en el novio que perdió la novia o viceversa. Nunca,
en ese libro, usa la palabra der Tote, literalmente, el
muerto. Habla una sola vez del Verstorbene, que podría traducirse
por difunto.
Duelo y melancolía ha tenido repercusiones no muy alentadoras en tanto semilla de una vasta
literatura del "cómo hacerle", especie de didácticas del duelo que
vienen a querer tomar el lugar de una ritualidad muy empobrecida en nuestros
tiempos. En el campo del psicoanálisis las cosas llegaron al punto de querer
enterarse acerca de cómo estuvo la hechura, desentrañar qué se dice en Duelo y melancolía, y en 1995 apareció un
libro titulado: Erótica del duelo en el tiempo de la
muerte seca. Es de otro psicoanalista, el lacaniano
Jean Allouch, quien, para decirlo rápido, lee con Lacan como nosotros ahora; es
decir, a partir de RSI, Real, Simbólico, Imaginario anudados de ciertas maneras
para funcionar como paradigma del psicoanálisis. En su lectura, Allouch bien
que incluye al muerto. Lo cito: " por su muerte, el muerto adviene como eromenós, detentador del agalma [...]; quien está de
duelo se halla pues, brutalmente, salvajemente y públicamente puesto en
posición de erastés, de deseante". [3]
Estas palabras griegas: eromenós, erastés,
agalma, las tomó Lacan de Platón para sus seminarios, entre ellos el que trata de
la transferencia. Son palabras que se ponen en relación para referirse al
fenómeno del amor, del que la transferencia participa. Demarcan las posiciones
entre en el amado y el amante, cuyos lugares no son simétricos sino son dispares:
su fusión es imposible, como lo es, a pesar del romanticismo, la fusión entre
el vivo y el muerto.
El muerto, entonces,
pasa a ocupar el lugar de eromenós, el amado, el que tiene
el agalma; para Platón el objeto bello, o como dice
Allouch, "el pequeño trozo de sí inestimable". En consecuencia el
vivo adviene en el lugar de erastés, el amante, el
deseante. El duelo resulta un drama en el sentido de conflicto de la vida
humana, drama que no es entre dos, sino por lo menos entre tres: el muerto, el
vivo, el "pequeño trozo de sí", a partir de lo que aconteció: la
muerte. La muerte provoca este orden de lugares.
Plantear la
situación del duelo en estos términos, llevó a que Allouch diera con una manera
de escribir aquel "objeto perdido" que en Duelo y melancolía no viene siendo
propiamente el muerto: escribe (1+a) y dice que el que pone de duelo, el
muerto, en este caso eromenós, no es un individuo
sino un objeto compuesto; al perder un 1, se pierde a, "el pequeño trozo de sí". Ahí donde queda
confuso si el "de sí" se refiere al muerto, al vivo, a ambos,
se pone en juego el drama del duelo de cada uno.
Si para despejar
de esta manera la situación de duelo Allouch recurrió a la lectura que Lacan
hiciera de esas palabras griegas -entre otros- en el seminario acerca de la
transferencia, ¿qué tiene que ver la muerte con la transferencia?
La situación
analítica es un acontecimiento del que participan dos cuerpos presentes, sin
que por eso se trate de un diálogo. El olvido de que no es un diálogo, dio
lugar a una confusión que ha dado en llamarse two body psychology , así, en inglés. Esta
nominación que entraña la idea de diálogo, hace evidente un problema: ¿qué
hacer con los sentimientos del psicoanalista? ¿ Suprimirlos, dominarlos
mediante un yo fuerte? ¿Ponerlos en una balanza con los del analizante? Así
planteadas las preguntas, el problema se escurre como agua entre las manos. Sin
embargo, sigue siendo cierto que analista y analizante experimentan la
transferencia, el dispositivo de la situación analítica, lo que se establece
entre analista y analizante, y la experimentan con sorpresa, la sorpresa
referida a algo que tiene que ver con el inconsciente ¿de quién?
Esta confusión
evoca la que provocaba el "trozo de sí" en la situación de duelo.
Sigamos entonces la pista que nos daba el duelo: en su apariencia de que se
trata de dos: el vivo y su muerto, lo que aparece es que en verdad se ponen en
juego tres: el muerto, el vivo y el agalma o "trozo de
sí", esto debido a la muerte, el factor desencadenante del drama. Durante
el seminario acerca de la transferencia, el 8 de marzo de 1961 llega un momento
en que Lacan designa un lugar: "[el analizante], sépalo o no, virtualmente
está constituido comoerastés". [4] Así,
en la situación desencadenada por la transferencia, al analista le toca el
lugar de eromenós, el amado, el que detenta el agalma, el muerto en la situación de duelo.
Ya antes de su
citado seminario, Lacan había hablado en un texto que conocemos como La dirección de la
cura, de los sentimientos del analista: su único lugar posible, es el del muerto. [5] Para
situarlos ahí, recurrió a una ilustración: el juego del bridge. Dos parejas se
reparten las cartas. La pareja del jugador que tiene la mano, pone sus cartas
abiertas sobre la mesa: ocupa el lugar del muerto. No puede ni chistar en lo
que su pareja hace el juego de ellos contra los otros dos. El bridge deja claro
que el muerto tiene un lugar en el juego, lugar sin el cual simplemente no hay
juego. Establecida esta condición, Lacan pone a jugar el lugar del muerto para
referirse a la situación analítica.
De lo que decía en
su seminario, queda la huella en una transcripción estenográfica traducida del
francés al español que circula en fotocopias o en CD. Ahí dice:
" La paradoja de la
partida de bridge analítica, es esta abnegación que hace que, contrariamente a
lo que ocurre en una partida de bridge normal, el analista debe ayudar al
sujeto a encontrar lo que hay en el juego de supartenaire. Y es por eso
que se dice que el i(a) del analista [i(a), en la escritura lacaniana, se
refiere a la identificación imaginaria con el otro] debe comportarse como un
muerto. Quiere decir que el analista debe saber siempre lo que hay en la
mano". "Debe haber algo capaz de jugar el muerto en este pequeño otro
que está en él"; este pequeño otro, lo que antes llamamos "los
sentimientos" del analista.
En el duelo
pudimos ver que el muerto es un objeto compuesto que se puede escribir: (1+a).
El analista también es un objeto compuesto, un (1+a): igualito que el muerto
cuando es cadáver, el analista está de cuerpo presente. Algunos han confundido
este particular estado del muerto con la ya proverbial actitud del analista
lacaniano: su abstención. La cuestión está en aclarar de qué se abstiene el
analista como para ser cuerpo presente, pero vivo.
Jean Allouch dio
lugar a que se problematizaran esas categorías que demarcan las tres palabras
griegas, y eso permite ahora plantear unas reglas de juego tales, que a nuestra
pregunta: ¿qué es un muerto?, podamos dar por respuesta: un analista.
El punto de
partida es el espejismo del amor. Hace creer a eromenós que él posee el agalma, aquello que suerastés busca en él. La clave
está en que para erastés el aglama ya existía desde antes
que se encontrara coneromenós. El agalma existía como perdido,
como belleza que alguna vez fuera experiencia divina - diría Platón-. La
ilusión para erastés reside en creer que
vuelve a encontrar el agalma en su amado eromenós. [6]
En términos de
amor de transferencia, el analista en calidad de eromenós sabe dos cosas: no posee
el agalmaen juego en la situación analítica, puesto
que ya desde antes de que se suscitara la transferencia, ese agalmaestaba en el analizante,
que está en calidad de virtual erastés. También sabe que si
busca su propio agalma en el analizante, se
acabó el psicoanálisis. Simplemente, no hay juego y además, se producen, como
dijera Lacan, "efectos tan singularmente espantosos".En términos del
bridge, "el analista debe saber siempre lo que hay en la mano".
¿Acaso lo que sabe
lo pone a funcionar como aquellos libros donde dice "cómo hacerle"?
Más bien, habría que preguntar, ¿cómo sabe? Es que hizo lo que se dice la talacha: pasó por un análisis y
eso hizo de su inconsciente un inconsciente ya no bruto, en palabras de Lacan,
sino "suavizado; un inconsciente más la experiencia de este
inconsciente".
Que el analizante
encuentre al analista no como persona, sino en su función de Otro, lugar del
código, es una manera de decir que el analista está en el lugar del muerto.
[1] Vaslav
Nijinsky, The Diary of Vaslav Nijinsky, unexpurgated
edition, edited by Joan Acocella, translated from de Russian by Kyril Fitzlyon,
Farrar, Straus and Giroux, New York, 1999, p. 41.
[2] Sigmund Freud, " Guerra y
muerte. Temas de actualidad", Obras completas, tomo XIV, Amorrortu
Editores, Bs.As., 1985, p.301.
[3] Jean Allouch, Erótica del duelo en
el tiempo de la muerte seca, traducción de Silvio Mattoni, Edelp, Buenos
Aires, 1996, p.31. Las cursivas para eromenós y erastés son mías.
[4] Jacques Lacan, Le transfert dans sa
disparité subjective, sa prétendue situation, ses excursions techniques, seminario de
1960-1961, sesion del del 8 de marzo de 1961, inédito. Todas las citas de este
seminario comenzando por esta, están tomadas de la misma sesión.
[5] Jacques Lacan, "La
dirección de la cura", Escritos 1, traducción de Tomás
Segovia, Siglo XXI editores, 5ªed., México, 1977, p. 221.
[6] Jean Allouch, El sexo del amo, El erotismo desde
Lacan, traducción de Silvio Mattoni, Ediciones literales, école lananienne de
psychanalyse, Córdoba - Argentina, 2001.
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