Daniel Gerber
En la elaboración lacaniana el
sujeto del inconsciente nombra una paradoja: efecto de una estructura –la del
lenguaje- en tanto no creado desde él mismo, es a la vez aquello que nunca se
integra plenamente en ella, el elemento radicalmente inadaptable.
La falacia del empirismo
conductista es suponer un sujeto que tiene siempre la posibilidad de adaptarse.
Desde Freud, el sujeto se define más bien como ese punto que hace imposible
cualquier funcionamiento armónico. El análisis de las ideas de Lacan debe partir
de esta afirmación esencial de Freud: "La pulsión reprimida nunca cesa de
aspirar a su satisfacción plena, que consistiría en la repetición de una
vivencia primaria de satisfacción; todas las formaciones sustitutivas y
reactivas, y todas las sublimaciones, son insuficientes para cancelar su
tensión acuciante, y la diferencia entre el placer de satisfacción hallado y el
pretendido engendra el factor pulsionante, que no admite aferrarse a
ninguna de las situaciones establecidas, sino que, en las palabras del
poeta, ‘acicatea, indomeñado, siempre hacia adelante’" 1.
El sujeto es efecto del lenguaje,
no se engendra a sí mismo. Pero esto no significa que se defina como simple
pieza de una maquinaria simbólica –la estructura- que puede cumplir eficazmente
con una función precisa dentro de ella. Por el contrario, el sujeto es allí lo
que falla, lo que no responde, lo imprevisible e incalculable. Si del lado de
la ciencia no se ha dejado de pensar en un sujeto totalmente calculable que
podría reducirse a algún coeficiente, el psicoanálisis revela la imposibilidad
de dicha reducción. En este sentido se hace eco de las palabras que Sófocles
ponía en uno de los coros de Antígona 2500 años antes de Cristo: "Nada que
sea más asombroso que el hombre"; asombro como reacción inevitable ante el
único de los seres que siempre rebasa todo cálculo y previsión.
De ahí que el tema de la libertad
no pueda ser ajeno al psicoanálisis, más allá del determinismo al que están
sometidos todos los actos, comportamientos y pensamientos. Es sabido que Freud
sostuvo que no existe ninguna clase de libre albedrío para el sujeto; su
afirmación más contundente señala: "no hay en lo psíquico nada que sea
producto de un libre albedrío, que no obedezca a un determinismo" 2. Pero
esto no exime al sujeto de la responsabilidad por sus actos, como lo sostiene
en un texto que aborda la cuestión de la responsabilidad moral por el contenido
de los sueños: "Si el contenido del sueño no es el envío de un espíritu
extraño, es una parte de mi ser; si, de acuerdo con criterios sociales, quiero
clasificar como buenas o malas las aspiraciones que encuentro en mí, debo
asumir la responsabilidad por ambas clases, y si para defenderme digo que
lo desconocido, inconsciente, reprimido que hay en mí no es mi "yo",
no me sitúo en el terreno del psicoanálisis, no he aceptado sus conclusiones, y
acaso la crítica de mis prójimos, las perturbaciones de mis acciones y las
confusiones de mis sentimientos me enseñen algo mejor. Puedo llegar a averiguar
que eso desmentido por mí no sólo "está" en mí, sino en ocasiones
también "produce efectos" desde mí" 3.
Hay pues determinación
inconsciente pero también responsabilidad. Así, el psicoanálisis nos presenta
un sujeto que no puede considerarse amo y señor de sí mismo, de sus discursos y
sus actos, pero que tiene que hacerse cargo de aquello que lo determina como
algo que también es "suyo", le concierne. Ajeno a toda ideología de
la absolución, el psicoanálisis considera que uno siempre es responsable de lo
que le acaece, como lo expresa Lacan: "Decir que el sujeto sobre el que
operamos en psicoanálisis no puede ser sino el sujeto de la ciencia puede
parecer paradoja. Es allí sin embargo donde debe tomarse un deslinde a falta
del cual todo se mezcla y empieza una deshonestidad que en otros sitios llaman
objetiva: pero es falta de audacia y falta de haber detectado el objeto que se
raja. De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables.
Llamen a eso terrorismo donde quieran. Tengo derecho a sonreír, pues no será en
un medio donde la doctrina es abiertamente materia de compromisos, donde temeré
ofuscar a nadie formulando que el error de buena fe es entre todos el más
imperdonable" 4. El señalamiento es importante: la ciencia excluye
–forcluye- al sujeto en tanto lo considera mero objeto de un cálculo; de este
modo lo desresponsabiliza porque hace de él un puro lugar de determinaciones
biológicas, sociales, psíquicas, que son las "causas" a considerar.
Para Lacan, esto sólo puede facilitar que el sujeto se escude en la posición
paranoica del "alma bella" que denuncia el desorden del mundo sin
poder advertir su implicación en ese desorden. De ahí su necesidad de
problematizar el determinismo freudiano –efecto sobre el fundador del
psicoanálisis del discurso de la ciencia del siglo XIX- y su interés por
abordar la cuestión de la libertad.
Es preciso analizar el
determinismo a la luz de la relación entre la estructura y el sujeto, tema
central en la reflexión lacaniana desde los años 50 cuando formula su conocido
aforismo: "el inconsciente está estructurado como un lenguaje". El
inconsciente y por lo tanto su sujeto están estructurados desde un orden que es
exterior a ellos, pero la estructura del lenguaje contiene también lo indecible
que abre el margen de "libertad" que permite escapar a una
determinación absoluta y plantea la posibilidad de una transformación del
sujeto en la medida en que está no-todo en el lenguaje.
Ya antes de 1950 aparece en Lacan
la reflexión en torno a la libertad. Esta se inscribe, desde 1936 –año de la
presentación de su ponencia sobre el "estadio del espejo"- en un
análisis de "lo social" que trata sobre los lazos de identificación
internos en la organización de los grupos humanos en general. La pregunta que
allí se formula no dejará de reiterarse de manera constante por más de cuarenta
años: ¿Cuál es la esencia del lazo social que hace posible al grupo y al
sujeto?. Ahora bien, la existencia misma de ese lazo como condición de
posibilidad del sujeto plantea la pregunta respecto de la libertad; es así como
en el texto de 1945 titulado El tiempo lógico y el aserto de la
certidumbre anticipada: un nuevo sofisma, Lacan va a reflexionar sobre la
libertad a partir de un sofisma propuesto por él. Se trata de una reflexión en
la que formula una crítica radical a la concepción sartreana de la libertad,
tal como se acababa de expresar en A puerta cerrada pues
afirma: "no nos contamos entre sos recientes filósofos para quienes la
opresión de cuatro muros no es sino un favor más para el cogollo de la libertad
humana" 5. La aclaración es breve, pero marca un deslinde que merece un
comentario que intente aclararla. La situación que Lacan describe en el sofisma
se parece a la de la pieza teatral de Sartre, pero mientras que éste pone en
escena tres personajes, tres "conciencias muertas" encerradas para la
eternidad entre cuatro muros por haberse ellos mismos condenado a nunca romper
sus cadenas, Lacan expone la situación de tres hombres que llegan a liberarse
colectivamente gracias a la lógica de un razonamiento cierto.
A puerta cerrada ilustra
la teoría de la libertad que Sartre había enunciado en El ser y la
nada. Para él, lo primordial en el hombre es el hecho de que existe y
que debe inventarse a sí mismo, sin estar predeterminado por ningún tipo de
esencia de carácter inmutable. El hombre no es nada sino la
disposición permanente de elegir y revocar lo que quiere llegar a ser. Nada nos
determina a ser tal o cual cosa, ni desde fuera ni desde dentro de nosotros
mismos, siempre estamos abiertos a transformarnos o cambiar de camino. Siempre
se es libre " dentro de un estado de cosas y frente a ese estado de
cosas". La libertad humana es la vocación denegar todo lo que
nos rodea en la realidad y de proyectar otra realidad alternativa a partir de
nuestros deseos y pasiones libremente asumidos. Podemos fracasar en el intento
–de hecho siempre fracasamos, siempre nos estrellamos de alguna manera contra
lo real, "el hombre es una pasión inútil"- pero no podemos dejar de
intentarlo ni renunciar a tal empeño pretextando la necesidad invencible de las
cosas. Lo único que los humanos no podemos elegir es entre ser o no ser libres:
estamos condenados a la libertad pues esta nos define en cuanto humanos. Así,
la libertad es el campo de batalla de un combate dialéctico donde se oponen dos
fuerzas antagónicas, la alienación y la intencionalidad existencial. Por esto
escapa a la simple certeza de un sujeto que podría elegir su plena
responsabilidad. Es la virtud mayor de la conciencia, a condición de saber que
ésta se encuentra atravesada por procesos mentales que le escapan: los que
abrigan al sujeto detrás de una pantalla engañosa de mala fe, término que forja
para reemplazar la noción de inconsciente freudiano, juzgada por él demasiado
biologista y mecanicista. La mala fe se integra a la conciencia para producir
una patología de la ambivalencia: la que condena al sujeto a unir en un solo
acto una idea y la negación de esta, una trascendencia y una facticidad. En
esta perspectiva Sartre niega al psicoanálisis que llama "empírico"
(el de Freud) para oponerle un psicoanálisis existencial. Acusa al primero de
negar la dialéctica y de desconocer la esencia de la libertad a nombre de una
afectividad primera del individuo –"cera virgen antes de la
historia"- mientras que él reconocía al segundo la capacidad de abolir el
inconsciente y afirmar que nada existe antes del surgimiento original de la
libertad.
Lacan se opone a la tesis
sartreana: el hombre no es libre, afirma, ni siquiera de elegir sus cadenas, no
hay libertad originaria. Esto le exige, para devenir libre, integrarse a la
colectividad de los hombres por la acción de una lógica. Dicho de otra manera,
solamente la pertenencia a lo colectivo, el lazo social –lo que Freud llamaba
el vínculo libidinal- funda la relación del sujeto con el otro, y sólo la
virtud lógica conduce al hombre a la verdad que impone la aceptación del otro
según una dialéctica del reconocimiento. De este modo, Lacan hace depender toda
libertad de una temporalidad que es, para cada sujeto, la de llegar a someterse
a una decisión lógica en función de un "tiempo para comprender"; en
el sofisma mencionado, cada uno de los presos reconoce el color del disco que
lleva colgado en su espalda mirando a los otros porque le es imposible mirarse
a él mismo; pero no mirándolos salir del cuarto donde están encerrados sino
mirando la vacilación que muestran para salir. "Aserto de certidumbre
anticipada" es así el proceso de precipitación que caracteriza a la toma
de una decisión "verdadera" que es condición de la libertad humana.
Esto significa que, en oposición al existencialismo, Lacan elige una política
de la libertad humana fundada sobre el principio de una lógica de la verdad que
excluye la conciencia subjetiva como dato de inicio. La incidencia del
pensamiento de Hegel en este momento seguramente le hubiera hecho suscribir la
sentencia del filósofo de Jena: "ser libre no es nada, devenir libre lo es
todo".
Un año después, en 1946, Lacan
participa en el primer coloquio de Bonneval organizado por Henry Ey y presenta
el texto Acerca de la causalidad psíquica. En él retoma las tesis
anteriores pero en el contexto de un cuestionamiento de la concepción de Ey
quien sostiene la noción de una libertad originaria que llama psicogenética.
Lacan cita textualmente a Ey: "las enfermedades mentales son insultos y
trabas a la libertad, dado que no son causadas por la actividad libre, es
decir, puramente psicogenética" 6, y señala que a este planteamiento se le
escapa la verdad del psiquismo y la de la locura porque "el fenómeno de la
locura no es separable del problema de la significación para el ser en general,
es decir, del lenguaje para el hombre" 7. Es preciso entonces analizar la
locura a partir de la relación del sujeto con el lenguaje, que es considerado
ya como instrumento de la mentira y la verdad del sujeto, es decir en un
registro que implica lazo social y lógica: "la locura es vivida
íntegramente en el registro del sentido" 8.
Lacan retoma aquí ciertos
conceptos de Hegel como los de ley del corazón y delirio
de presunción, junto con el de alma bella, para señalar una
locura virtual del ser humano en tanto que hablante en la medida en que en la
locura el sujeto "se cree": la ley del corazón impone
un revestimiento libidinal del yo que implica el borramiento del orden del
mundo para constituir ese polo de la libido narcisista que Freud llamó
megalomanía. Dice Lacan: "este desconocimiento se revela en la revuelta,
mediante la cual el loco quiere imponer la ley de su corazón a lo que se le
aparece como el desorden del mundo, empresa "insensata" –no por ser
un defecto de la adaptación a la vida (...) sino más bien porque el sujeto no
reconoce en ese desorden del mundo la manifestación misma de su ser actual y lo
que experimenta como la ley de su corazón no es más que la imagen invertida,
así como virtual, de ese mismo ser. La desconoce pues doblemente para desdoblar
en ella la actualidad y la virtualidad. Ahora bien, sólo puede escapar a dicha
actualidad mediante esa virtualidad" 9. La locura es así un riesgo que
amenaza a cualquiera en la medida en que existe una atracción ejercida por una
imagen de yo ideal que apunta a una captura negadora de toda mediación de orden
simbólico. En la medida en que el yo primordial está en discordancia con el ser
y esta discordancia marca la historia toda del sujeto, siempre está abierta la
posibilidad de producir una resolución de ella por una coincidencia ilusoria
del ideal con la realidad, cuya consecuencia será siempre conmover en sus
cimientos mismos al sujeto, desencadenando la agresión suicida narcisista.
La locura es pues un riesgo que
amenaza a todo sujeto en la medida en que es efecto de la atracción que ejercen
esas identificaciones con el ideal narcisista que vendrían a resolver la falla
inherente al ser mismo al precio de una absoluta pérdida de toda libertad en el
afán de liberarse. Por esto Lacan afirma: "Porque el riesgo de la locura
se mide por el atractivo mismo de las identificaciones en las que el hombre
compromete a la vez su verdad y su ser. Lejos pues, de ser la locura el hecho
contingente de las fragilidades de su organismo, es la permanente virtualidad
de una grieta abierta en su esencia. Lejos de ser "un insulto" para
la libertad, es su más fiel compañera: sigue como una sombra su movimiento. Y
el ser del hombre no sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni
aun sería el ser del hombre sino llevara en sí la locura como límite de su
libertad" 10.
La virtualidad de la locura
depende para Lacan de la estructura del narcisismo, dimensión inherente a la
existencia del sujeto que puede generar la locura del alma bella y
de la ley del corazón como precio a pagar por el intento de
eliminar la grieta que es propia de todo ser hablante por ser efecto de la
acción del orden simbólico. Por este camino se pretende
alcanzar la libertad plena con el desencadenamiento de la agresión suicida del
narcisismo; es el recurso extremo de la búsqueda de imponer la ley del
corazón en un mundo que necesariamente lo limita. El efecto paradójico
que resulta de esa búsqueda radical de libertad es la captura por una imagen
mortífera que produce la "negación perdida de sí mismo".
¿Existe otra posibilidad que no
fuera esa estasis letal de la identificación ideal, otra posibilidad que
permita no ser presa de ese efecto mortal y lograr lo que Hegel resume de este
modo: "el hombre debe realizar en una serie de crisis la síntesis de su
particularidad y de su libertad, llegando a universalizar esa particularidad
misma (...) su libertad se confunde con el desarrollo de su servidumbre"
11? La producción del ternarioimaginario, simbólico, real, la
definición del sujeto como lo que el significante representa para otro
significante y la postulación de una falla en la estructura del lenguaje que es
llamada significante de una falta en el Otro, permiten a Lacan
arribar, en 1964, a una nueva postulación donde el término libertad reaparece
cuando afirma que el deseo es "función de la libertad" 12.
Se trata de una formulación que
muestra los efectos de la falla, la falta en el orden simbólico –el Otro- que
en su primera definición aparecía como un universo completo. La estructura que
produce al sujeto es una estructura incompleta o, dicho de otra manera, la
falta no está solamente del lado del sujeto sino que también está en el Otro.
Esto determina la existencia de dos operaciones contrapuestas en la constitución
del sujeto: la alienación y la separación. La alienación indica la constitución
del sujeto en el campo del Otro como captura por el significante que, a la vez
que le da la posibilidad de vivir como ser hablante, induce un efecto letal,
mortífero: efecto de desvanecimiento, de petrificación en el significante. Pero
no solamente hay incidencia del Otro sobre el sujeto porque también del lado
del sujeto hay respuesta, y esta respuesta vendrá a producirse cuando el Otro
revela inevitablemente su falta. Es el momento en que surge la pregunta por esa
falta, ese enigma del deseo del Otro para el cual la primera respuesta, el
primer objeto que se propone es la propia falta que se localiza en él: la
respuesta que afirma "puedes perderme", que equivale a "te hago
falta", en los dos sentidos en que esto se puede escuchar. Aquí aparece lo
que Lacan llama "función de la libertad"; no de la libertad entendida
como libre albedrío, posibilidad de hacer "cualquier cosa ", sino de
"fantasma de libertad" 13, libertad fantasmática –es decir, respuesta
a lo que se produce en el Otro- en que encarna el intento de desembarazarse del
efecto mortífero –"afanístico"- del significante y hacerse un lugar,
un lugar allí donde en la cadena significante se abre el intervalo, la grieta
que denota su incompletud.
Por un lado está entonces la
alienación como captura del sujeto, subordinación, posibilidad de ser al precio
de no ser; por otro la separación como función de liberación de esa captura. La
función de la libertad se materializa en el hacer-se un lugar
en la cadena significante; pero esto requiere como condición la previa captura
en ella. La separación no se realiza de una vez y para siempre porque, en
términos estructurales, el sujeto está siempre tomado en y por la dialéctica de
la alienación y la separación. La importancia de indicar la relación entre
ambas es que el sujeto no es entonces un simple siervo de una estructura, un
puro efecto de ésta al quien no lo quedaría más posibilidad que cumplir
puntualmente con la demanda del Otro. La separación señala ese momento de
libertad que es el de decir no a esa demanda para procurarse otro lugar. No hay
pues libertad absoluta porque no hay sujeto sin sujetamiento al significante;
hay solamente, como dice Octavio Paz, "libertad bajo palabra" -o, en
términos de Lacan, "libertad fantasmática"- como efecto de la
aparición de la falla de ésta última, lo que abre la posibilidad de la
separación. Separación que conjuga el se-parare(separarse) con el se-parere,
parirse, engendrarse, darse un estado civil, siempre a partir de la falta del
Otro.
En el anuncio de esta jornada que
conmemora el centenario del nacimiento de Lacan se cita una afirmación suya
íntimamente relacionada con esta dialéctica de la alienación y separación:
"Sean ustedes lacanianos si quieren, yo soy freudiano". Es una frase
que evoca otras conocidas como "yo no soy marxista" (Marx) o
"ahora les mando que me pierdan y se encontrarán ustedes y sólo cuando
hayan renegado de mí volveré yo entre ustedes" 14..Todas podrían converger
en esta última –dicha por Lacan- que indica las paradojas de la libertad pero
también su posibilidad: "Hagan como yo, no me imiten".
Notas
1 S. Freud: Más allá del
principio de placer. En Obras completas, tomo XVIII. Buenos
Aires, Amorrortu, 1979, p. 42.
2 S. Freud: Psicopatología
de la vida cotidiana. En Obras completas, tomo VI. Buenos
Aires, Amorrrotu, 1978, p. 236.
3 S. Freud: Algunas notas
adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto. En Obras
completas, tomo XIX. Buenos Aires , Amorrortu, 21979, p. 135. Las cursivas
son mías.
4 J. Lacan: La ciencia y
la verdad. En Escritos 2. México, Siglo XXI, 1993, p. 837. Las
cursivas son mías.
5 J. Lacan: El tiempo
lógico y el aserto de la certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma. En Escritos
1. México, Siglo XXI, 1994, p. 188.
6 J. Lacan: Acerca de la
causalidad psíquica. En Escritos 1, op. Cit., p. 148..
7 Ibíd., p. 156.
8 Ibíd., p. 156.
9 Ibíd., p. 162.
10 J. Lacan: Ibíd., p. 166
11 G.W.Hegel: La
phenoménologie de l’esprit. Paris,
Gallimard, 1970. Tomo II, p. 188.
12 J. Lacan: Le
Séminaire. Livre XI. Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse.
Paris, Seuil, 1973, p. 200.
13 Ibíd., p. 200.
14 F. Nietzsche: Ecce
homo. México, Fontamara, 1988, p. 10.
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