DESARROLLO AFECTIVO
El adolescente marca una inestabilidad emocional que se ve representada por incoherente e imprevisible también tienen explosiones afectivas intensas, pero superficiales. El adolescente se caracteriza por tener muchos comportamientos emocionales impulsivos. Estas reacciones tienen que ver con los impulsos sexuales de esta etapa, de hecho esto mismo genera ansiedad.
En esta etapa el adolescente tiene una sobreestimación de sí mismo se cree una persona extraordinaria, y presenta menos precio de sus capacidades y habilidades, y es muy común que se comparen con otros jóvenes.
Hay factores que intervienes en el desarrollo afectivo. La forma que interactúan y el grado en que interviene en cada adolescente.
Los principales conceptos básicos son:
· Necesidad: Es la carencia de aspectos fisiológicos y psicológicos.
· Interés: Cuando un individuo concentra su atención en un objetivo.
· Emoción: Esto engloba el aspecto neurológicos, síquicos, heredados y adquiridos, estables y mudables y colectivos e individuales de dicha reacción.
· Sentimiento: resultados de una reacción emocional, que se forma a partir de experiencias emocionales.
El desarrollo afectivo de los jóvenes, se parte de sus emociones y sentimientos dependen de la satisfacción de las necesidades, estas varían dependiendo de la situación o de la experiencia. Maslow jerarquiza las necesidades humanas y menciona que estas se desarrollan de acuerdo a un orden.
Cuales son las necesidades de una adolescente:
· Desarrollo de la capacidad de pensamiento
· Preocupación por la fisiología, la política y asuntos sociales
· Pensamientos a largo plazo
· Establecen objetivos
· Comparación de sí mismo con los compañeros.
La relación que tiene el adolescente con otros:
· El joven al querer independizarse se ve involucrado en estas situaciones durante muchos años:
· La independencia de sus padres
· Aceptación de tus pares
· Las relaciones con el sexo opuesto se vuelven muy importantes
· Se enamoran a esta edad
· Se comprometen en los compromisos a largo plazo.
Desarrollo Afectivo del Adolescente
Dentro del desarrollo afectivo del adolescente, tomaremos como rasgos principales y fundamentales de comprensión para el objetivo del presente trabajo dos temas.
La Identidad Personal
La adolescencia es un momento de búsqueda y consecución de la identidad personal. Esta identidad es de naturaleza psicosocial y contiene importantes ingredientes de naturaleza cognitiva. El adolescente se juzga a sí mismo de la misma forma de cómo es percibido por los otros, y se compara con ellos. Estos juicios pueden ser conscientes o inconscientes, con inevitables connotaciones afectivas, que dan lugar a una conciencia de identidad exaltada o dolorosa, pero nunca afectivamente neutra.
El autoconcepto es el elemento central de la identidad personal, pero integra en sí mismo elementos corporales, psíquicos, sociales y morales.
Los cambios fisiológicos obligan a revisar y rehacer la imagen del propio cuerpo. La preocupación por el propio físico pasa a primer plano. Pero no sólo la imagen del propio físico, sino la representación de sí mismo pasa a constituir un tema fundamental. El adolescente tiene una enorme necesidad de reconocimiento por parte de los otros, necesita ver reconocida y aceptada su identidad por las personas (adultos, compañeros) que son significativas para él. Es este reconocimiento y aceptación lo que asegura un concepto positivo de sí mismo.
(Marquez L., Phillippi A., 1995 y Coleman J., 1980)
DESARROLLO EMOCIONAL DEL ADOLESCENTE
La adolescencia
Recordar la propia juventud es algo siempre interesante. Cuando se es joven, y se vive rodeado de otros jóvenes en el ambiente escolar o en la familia, parece quizá que a todos aguarda un destino parecido. Pero si recordamos aquellos años nuestros, y vemos cómo fue pasando el tiempo, y cómo fue fraguando nuestra vida personal y la de nuestros amigos y compañeros, y cómo nuestros destinos iban serpenteando por unas rutas que quizá ahora, años después, nos parecen sorprendentes, comprendemos enseguida que la adolescencia es una etapa decisiva en la historia de toda persona.
Los sentimientos fluyen en el adolescente con una fuerza y una variabilidad extraordinarias. La adolescencia es la edad de los grandes ánimos y de los grandes desánimos, de los grandes ideales y de los grandes escepticismos. Una etapa en la que emerge quizá una imagen propia inflexible y contradictoria, con frecuentes dudas y largas y difíciles batallas interiores.
Muchos experimentan, por ejemplo, una amarga sensación de rebeldía por no poder controlar sus propios sentimientos. Se sienten tristes y desalentados, o incluso resentidos y culpables, quizá porque son demasiado perfeccionistas e inquisitivos, y quieren verlo todo con una claridad que la vida no siempre puede dar. Quieren entrar en su vida afectiva con mucho ímpetu, y pretenden salir luego de ella seguros e inamovibles, con todas sus ideas como en letra de molde, como aquellas viejas planas de caligrafía de los primeros años del colegio, limpias y sin la menor tachadura. Y al chocar con la complejidad de sus propios sentimientos, se encuentran como inundados por una tristeza grande, y pueden sentir incluso ganas de llorar, y si les preguntas por qué están así, es fácil que respondan desolados: no lo sé.
A esa edad hay muchas cosas que ordenar dentro de uno mismo. Hay quizá muchos proyectos y, con los proyectos, desilusiones e inseguridades. Y no hay siempre una lógica y un orden claros en su cabeza. Se mezclan muchos sentimientos que pugnan por salir a la superficie. Las preocupaciones de la jornada, la rumiación de recuerdos pasados que resultan agradables o dolorosos, y que quizá estén deformados en un ambiente interior enrarecido, todo eso confluye en su mente cada día como en una torrentera, mezclando las aspiraciones más profundas del espíritu con los impulsos más bajos del cuerpo.
Y en medio de esa amalgama de sentimientos, algunos de ellos opuestos entre sí, va cristalizando el estilo emocional del adolescente. Día a día irá consolidando un modo propio de abordar los problemas afectivos, una manera de interpretarlos que tendrá su sello personal, y que con el tiempo constituirá una parte muy importante de su carácter.
El descubrimiento de la libertad interior
Parte importante de ese proceso de maduración del adolescente es su progresivo descubrimiento de la libertad interior.
Al principio, es fácil que identifique obligación con coacción, que perciba la idea del deber como una pérdida de libertad. Sin embargo, con el tiempo va cobrando conciencia de que en su vida hay elementos que le acercan a su desarrollo más pleno, y otros que, en cambio, le alejan de él. Advierte que, con la conducta personal, unas veces se teje y otras se desteje; que ha de distinguir mejor entre lo que le apetece y lo que le conviene; y que si no procura hacer lo que debe hacer, no logrará ser verdaderamente libre.
Percibir el deber como una obligación coactiva es uno de los errores más graves que acechan el proceso de su desarrollo emocional. Por eso, debe comprender pronto que actuar conforme al deber es algo que nos perfecciona; que si aceptamos nuestro deber como una voz amiga, acabaremos asumiéndolo de modo gustoso y cordial.
Así nos sentiremos ligados al deber, pero no obligados, ni forzados, ni coaccionados, porque percibiremos el deber como un ideal que nos lleva a la plenitud. Goethe decía que no nos hacemos libres por negarnos a aceptar nada superior a nosotros, sino por aceptar lo que está realmente por encima de nosotros. Percibir el deber como ideal constituye una de las mayores conquistas de la verdadera libertad.
Esto puede apreciarse en situaciones muy variadas. Por ejemplo, el hombre sometido a sus apetencias es un hombre que vive recluido en una interioridad egoísta, que tendrá una enorme dificultad para dirigir la atención fuera de sí mismo. Una persona acosada por los deseos hasta el extremo de no poder dominarlos, es una persona incapaz de percibir los valores que reclaman su primacía sobre esas apetencias, y será por eso una persona falta de libertad.
La vida familiar es la primera escuela de aprendizaje emocional. El modo en que los padres tratan a sus hijos (ya sea con una disciplina estricta o con un desorden notable, con exceso de control o con indiferencia, de modo cordial o brusco, confiado o desconfiado, etc.), tiene unas consecuencias profundas y duraderas en la vida emocional de los hijos, que captan con gran agudeza hasta lo más sutil.
Algunos padres, por ejemplo, ignoran habitualmente los sentimientos de sus hijos, por considerarlos algo de poca importancia, y con esa actitud desaprovechan excelentes oportunidades para educarles.
Otros padres se dan más cuenta de los sentimientos de sus hijos, pero su interés suele reducirse a lograr, por ejemplo, que su hijo deje de estar triste, o nervioso, o enfadado, y recurren a cualquier medio (incluido a veces el engaño o el castigo físico), pero rara vez intervienen de modo inteligente para dar una solución que vaya a la raíz del problema.
Otro tipo de padres, de carácter más autoritario e impaciente, suelen ser desaprobadores, propensos a elevar el tono de voz ante el menor contratiempo. Son de esos que descalifican rápidamente a sus hijos, y saltan con un «¡No me contestes!» cuando su hijo intenta explicarse. Es difícil que logren el clima de confianza que exige una correcta educación de los sentimientos.
Otro tipo de padres, de carácter más autoritario e impaciente, suelen ser desaprobadores, propensos a elevar el tono de voz ante el menor contratiempo. Son de esos que descalifican rápidamente a sus hijos, y saltan con un «¡No me contestes!» cuando su hijo intenta explicarse. Es difícil que logren el clima de confianza que exige una correcta educación de los sentimientos.
Hay, por fortuna, muchos otros padres que se toman más en serio los sentimientos de sus hijos, y procuran conocerlos bien, y aprovechar sus problemas emocionales para educarles. Son padres que se esfuerzan por crear un cauce de confianza que facilite la confidencia y el desahogo. Y saben hablar en ese plano de igualdad al que se refería aquel alumno mío: se dan cuenta de que con el simple fluir de las palabras alivia ya mucho el corazón de quien sufre, pues exteriorizar los sentimientos y hablar sobre ellos con alguien que esté dispuesto a escuchar y a comprender, es siempre de gran valor educativo.
COMENTARIO
La parte afectivo emocional en la etapa de la adolescencia es sin duda muy importante en el desarrollo de la persona ya que en esta se forman y refuerzan nuevos intereses encontrando nuevas emociones en respuesta a nuevas necesidades que es esta nueva etapa afloran en muchas áreas principalmente la emocional por lo que es imperante el estudio de esta etapa para poder afrontar esos cambios y apoyar a esos jóvenes en el transcurso de esa etapa.
BIBLIOGRAFÍA
ME ENCANTO. MUCHÍSIMAS GRACIAS.
ResponderEliminarME ENCANTO. MUCHÍSIMAS GRACIAS.
ResponderEliminarque onda con tu blibliografia chafa
ResponderEliminarFantástico artículo. Muy interesante. Gracias
ResponderEliminarChido esta chingon
ResponderEliminarEscribe bien
Eliminarchinga tu madre aguado de mierda jajajajaja
EliminarMuy buena pagina
ResponderEliminarCarlos