¿Qué hay de real en la experiencia psicoanalítica? Pregunta urticante, ya
que el método freudiano, en cuyo marco se produce esa experiencia, no sólo
fomenta la proliferación de las palabras, sino que busca desconectarlas de sus
referencias habituales, a las que Lacan señala como referencias imaginarias.
Los objetos a que refieren las palabras en el discurso común, la significación
de las palabras, son descartados en el análisis como imaginarios.
El significante, en cuanto a la significación, deja con las ganas; es
significante, empuja hacia una significación - pulsiona hacia ella - pero no
nos la entrega. De allí que el corte forme parte del acto del analista: el
corte analítico consiste en no admitir que la significación que el significante
no entrega, venga a ser rellanada con otros significantes u otras
significaciones que se proponen en sustitución de la significación que falta.
Por esa vía, el análisis aísla el significante, lo empuja hacia lo real, lo
fuerza a mostrar que el efecto inconsciente que ejerce sobre el sujeto es
anterior y es exterior al campo de la significación. Dicho de otro modo, que el
significante, en lo real, no opera porque tenga sentido, sino precisamente
porque no lo tiene. El sentido que añade al significante la interacción con
otros significantes, camufla lo esencial: que él opera en el más completo
sin-sentido. Lo cual no sería un problema si no fuera porque es precisamente un
significante, un elemento cuya función sería la de significar. El significante
no cumple con la función que anuncia. He allí la paradoja inicial y definitiva
en que se presenta el lenguaje al sujeto.
Psicoanalizarse lleva a constatar que el significante, aún si no es bueno
para darse a entender, es bueno para expresar el síntoma, ya que el síntoma
responde a la estructura misma del lenguaje, que impide la significación, traba
el buen funcionamiento de la cosa que él mismo propone, el significante. Es por
eso que Lacan sostuvo que el síntoma es lo único que conserva un sentido en lo
real. Porque es el punto con que el sujeto verdaderamente se da a entender con
el lenguaje. Lo cual no quiere decir que logre que lo escuchen y entiendan
otros, sino que logra expresar esto: que no se entiende, que no se escucha su
goce del significante que está en lo real, y que está allí porque no cumple con
su función.
Así entendido, el síntoma se convierte en nuestra referencia clínica
fundamental, a partir de él podemos situar la orientación particular que cada
sujeto encontró para su larga historia de vida, de vida escandida, incitada,
interferida por el lenguaje. ¿Qué orientación es la del síntoma? La orientación
de lo real, la orientación del significante excluido a la vez del campo de la
significación y del sentido. Esta es la última definición de lo real que da
Lacan: es lo que no tiene sentido y, sin embargo, encuentra en el síntoma un
representante en el campo del sentido. El síntoma es lo que viene de lo
real.
No era frecuente que Lacan hiciera la historia de las diferentes formas en
que encaró una cuestión. A diferencia de sus hermeneutas, no creía en el
progreso, ni siquiera en el progreso de su enseñanza. Había encontrado sus
intuiciones fundamentales ya en 1953, cuando en su primera conferencia en Roma, Función
y campo de la palabra y del lenguajeintrodujo la terna
simbólico-imaginario-real. Por eso en su tercera conferencia en la Ciudad
eterna, que llama La tercera, sabe que vuelve, que vuelve sobre sus
pasos. “La tercera es siempre la primera”: así comienza esa conferencia.
Lo cual no quita su relevancia al hecho de que al volver, lo repetido, difiera.
Es el principio del acto, es decir, de una verdadera repetición: añadir,
retroactivamente, sobre la primera ocurrencia, una diferencia, modificarla
retroactivamente, aprovechar esa dimensión de Otra cosa de la que el
significante, al permanecer en lo real, nos deja con las ganas.
En esa oportunidad, Lacan reseña tres definiciones de lo real que ha dado a
lo largo de los años. Ninguna de las tres es descartada, ninguna de las tres es
mejor. Las tres son buenas e incompletas. Hemos comenzado por la tercera, el
síntoma que viene de lo real.
En la primera, Lacan dice que lo real es lo que retorna siempre al
mismo lugar. Tiene la ventaja de permitir distinguir lo real de la
realidad, ya que ésta se basa en un principio formulado por Freud en su texto La
negación, donde explica: “el fin primero y más inmediato del examen de
realidad no es hallar en la percepción real un objeto que corresponda a lo
representado, sino reencontrarlo, convencerse de que todavía está allí”. A lo
que Lacan, en su seminario sobre Las psicosis comenta: el
sujeto debe reencontrar su objeto, y no lo reencuentra jamás, es precisamente
en eso que consiste el principio de realidad.
Esta definición de lo real implica una connotación expulsiva, lo que
retorna no lo hace a la realidad, sino que vuelve adonde el sujeto no percibe
lo que, sin embargo, le concierne: no ve eso que lo mira, no escucha el objeto
que lo invoca. Lo real que le concierne, lo real alterado por el significante,
es inconsciente. Por eso si el objeto a tiene algo de real, es
en tanto está afuera de la realidad, como su marco, incluso como su sostén. “El
campo de la realidad no se sostiene sino por la extracción del objeto a que
no obstante le da su marco”, escribió en nota a su Cuestión
preliminar..., donde explica el esquema R.
La segunda definición de lo real, según la reseña del propio Lacan, es la
que intenta aprehenderlo mediante lo imposible como modalidad
lógica. Comentando el caso Juanito, Lacan habló de la solución analítica de la
cuestión que conlleva el síntoma neurótico como “la solución de lo imposible”.
Tal solución es aportada al hombre, escribe, “por el agotamiento de todas las
formas posibles de imposibilidades encontradas en la puesta en ecuación
significante de la solución” (La instancia de la letra).
Insisto, vuelvo, no debe creerse que estas definiciones se desmientan entre
ellas. La solución de lo imposible no se aparta de la que dice que el síntoma
es lo que retorna de lo real. El campo de la realidad, que es el del fantasma,
es el campo donde “todo es posible”, porque no sucede. Por eso la raíz real del
síntoma, que se depura en el análisis a partir de sus máscaras variadas, el
síntoma de lo real, suele despertar en el sujeto esta locución interjectiva:
¡esto no es posible! Efectivamente, no lo es. Eso no le impide existir.
Por lo mismo, el análisis no es el retorno a un estado anterior, no es la
apocatástasis que sueñan las psicoterapias. Apunta a consumar una verdadera
repetición, en la certeza de que lo mismo, repetido, difiere.
Buenos Aires, 10 de septiembre de 2000.
Publicado en Diván lacaniano, Vol. 0.
Pp. 46-48.Tucumán. 2000.
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