ARTÍCULO:
HOGARES CARIBEÑOS ENCABEZADOS POR MUJERES.
¿DESVIACIÓN U OTRA FORMA DE ORGANIZACIÓN FAMILIAR? Revista Caminos No 17-18/2000. Helen I. Safa
El rápido aumento del número de
hogares encabezados por mujeres a lo largo y ancho del mundo ha dado lugar a
una preocupación entre los formuladotes de política, así como los especialistas
acera de las razones de este fenómeno.
Esta preocupación es muy marcada en
países de avanzada industrialización, como los EE.UU., donde están siendo
atacados como símbolo fundamental del Estado proveedor y factor clave e la formación de una subclase
permanente. Los hogares encabezados por
mujeres y, e particular, por madres solteras, se consideran un ejemplo de la
desorganización de la familia, del desplome de los valores familiares y se le
culpa del aumento de las tasas de divorcio, delincuencia juvenil y
delitos. Si bien en la América Latina y
el Caribe los ataques contra los hogares encabezados por mujeres no son tan
contundentes, también allí los formuladores de política se muestran alarmados
ante este aumento y lo consideran una desviación de la organización familiar.
¿Acaso los hogares encabezados por
mujeres constituyen una desviación o pueden entenderse como otra forma legítima
de organización familiar? Abordaré esa
cuestión a partir de las investigaciones
que he realizado en el Caribe y la ampliaré para incluir a los inmigrantes
caribeños integrantes de la diáspora. No
solo me interesa analizar el reciente aumento del fenómeno sino demostrar que
en el ámbito caribeño, tales hogares se arraigan en lazos históricos de
consanguinidad a menudo más importantes que los vínculos conyugales existentes en la familia nuclear.
Desde este punto de vista, la familia
nuclear puede considerarse parte del proyecto de modernización que el
colonialismo occidental impuso a las poblaciones subordinadas de negros e
indígenas radicados en la A.L y el Caribe.
La opinión negativa acerca de los
hogares encabezados por mujeres, en parte, de índole conceptual, y responde al
énfasis eurocéntrico que hacemos en considerar a la familia nuclear como norma
y encarnación de la modernidad y el progreso, el cual nos hace juzgar
patológicos este tipo de hogares, sobre todo, debido a la ruptura del lazo
conyugal. Se parte del supuesto de que
la familia se entra en el matrimonio o en el lazo conyugal, aunque considero
que, en muchos hogares urbanos de bajos ingresos, en particular en el Caribe,
estos lazos son débiles e inestables en comparación con las relaciones de
consanguinidad existentes entre una madre, los hijos y las parientas.
Se ha escrito mucho acerca de la
familia caribeña centrada en la madre.
Estos hogares pueden estar encabezados por hombres pero los lazos más
sólidos son aquellos que unen a madres,
hijos y parientas. Se diferencian de los
hogares encabezados por mujeres, donde los hombres adultos que viven allí no
constituyen el sostén de la familia y, a menudo, resultan ser hogares
centrados en la madre. Tanto en los hogares centrados e la madre
como en los encabezados por mujeres, el lazo conyugales el que se hace
hincapié, propio de la familia nuclear, se ha debilitado por uniones consensuales
las cuales, con frecuencia, se tornan más inestables que el matrimonio jurídico
causa de las migraciones y, ahora, del deterioro de la capacidad de los hombres
para desempañar el papel que les correspondía como sostén económico.
A medida que las mujeres aumentan el
papel económico que desempeñan en el hogar en tanto el trabajo de los hombres
disminuye o se deteriora, ocurren cambios de estructura familiar y de patrones
de autoridad. Cuando las mujeres casadas
deban reemplazar a los hombres como principal sostén económico, a menudo surgen
conflictos familiares y rupturas maritales, lo que contribuye a aumentar el
porcentaje de hogares encabezados por mujeres.
En la actualidad casi la tercera parte
de los hogares cubanos y dominicanos están encabezados por mujeres, mientras
que en Puerto Rico representan el 23%.
El deterioro del trabajo masculino ha sido muy severo en Puerto Rico y
República Dominicana debido a la crisis económica y el distanciamiento de una
economía azucarera basada e el trabajo de los hombres, al tiempo que en Cuba
las medidas socialistas de redistribución también ayudaron a que las mujeres
encabezaran solas las familias. Los
pagos por transferencia, tales como la seguridad social, quizá también hayan
contribuido a aumentar la cantidad de hogares encabezados por mujeres en Puerto
Rico y parecen haber afectado la forma adoptadas por ellos.
Pruebas
Históricas
Si bien, a menudo, los hogares encabezados
por mujeres apenas se consideran una
respuesta a la actual crisis económica ocasionada por la globalización,
considero que en el Caribe, este fenómeno tiene un largo historial basado en el
hecho de que las relaciones de consanguinidad son más fuertes que la de los
lazos conyugales. El análisis histórico
sugiere que los hogares encabezados por mujeres constituyen la modalidad de
organización familiar más antigua en la América latina y el Caribe, lo cual se
refuerza como recurso cultural en tiempos de crisis económica.
El sistema jurídico de la España
colonial asentado e la patria potestad, concedía a los hombres amplios poderes
sobre esposas e hijos, pero siempre se aplicó con menos energía a los pobres
que vivían en medios rurales y urbanos. Los
sistemas jurídicos español y portugués, así como el derecho consuetudinario
imperante en las Antillas, también sancionaban un sistema dual de matrimonio
mediante el cual los enlaces jurídicos estaban limitados a personas iguales
desde el punto de vista racial y de clase, mientras que las uniones entre
personas que no eran iguales quedaban relegadas al concubinato o las uniones
consensuales. Estas últimas a menudo
culminaban en la presencia de hogares encabezados por mujeres, porque las uniones eran muy
inestables y hacían que ellas recabaran apoyo entre los parientes
consanguíneos, en particular entre sus congéneres.
Las uniones consensuales interraciales
casi siempre se producía entre un hombre
de piel más clara y condición superior y una mujer de color y condición
inferior, cuya posición y descendencia quedaban subordinadas desde el punto de
vista jurídico y social a las de la esposa jurídica. La iglesia no alentó los matrimonios interraciales
en Brasil, mientras que en Cuba requerían una aprobación especial del Estado y
luego fueron proscritos. Martínez Alier
demuestra que, en Cuba durante el siglo XIX, los códigos matrimoniales
endógamos eran una manera de mantener la superioridad racial y de clase, y
servían para diferenciar al colonizador
del colonizado.
Aunque las uniones consensuales se
estigmatizaran, su presencia generalizada en muchos países de la América Latina
y el Caribe, así como los mecanismos ideados para incorporar a la descendencia
en la sociedad blanca dominante, sugiere que las barreras que separaban al
colonizador del colonizado no eran tan gigantescas como en otras zonas
coloniales. Por ejemplo los estudios de
la población esclava radicada en san Juan, Puerto Rico, demuestran
un arcado aumento del mestizaje y los
matrimonios interraciales durante le siglo XIX, sobre todo entre las negras.
La presencia generalizada de hogares encabezados
por mujeres entre las poblaciones negras asentadas en el Caribe y Brasil, ha llevado a algunos a
afirmar que se trata de una modalidad histórica o cultural surgida de la
esclavitud y el acervo africano. Nadie
duda que la esclavitud debilitara mucho los lazos conyugales al desalentar o,
en algunos casos, prohibir el matrimonio entre esclavos, quines casi siempre
eran vendidos por separado aunque solía preservarse la unidad conformada por la
madre y el hijo.
Al manifestarse en contra de las
raíces africanas del fenómeno, Higman ha demostrado que, en realidad, las
familias nucleares prevalecieron entre los esclavos de la primera generación y
que los hogares encabezados por mujeres cobraron mayor importancia entre los
esclavos criollos nacidos en el nuevo mundo.
A menudo los hogares criollos encabezados por mujeres serán resultado de
uniones consensuales u ocasionales entre
hombres blancos y esclavas o de color libres, muchas de las cuales se ganaban
la vida como sirvientas domésticas o artesanas.
Estas uniones consensuales de diferentes razas pueden considerarse la
base para la creación de un grupo de personas libres en la América Latina, que
iba a constituir el eje en la dirección de la comunidad afroamericana,
especialmente después de la abolición de la esclavitud y6 durante el período
postcolonial.
La generalización de las uniones
consensuales entre personas de color libres quizá también ayude a explicar que
en estos momentos no se estigmaticen las uniones consensuales y los hogares
encabezados por mujeres entre los pobres que viven en zonas rurales y urbanas
del Caribe, donde continúan siendo la forma predominante de unión, sobre todo
en el área anglófona.
No obstante la familia nuclear sigue
siendo la norma y entre la élite matiza el matrimonio llegó a considerarse como indicador de pertenencia a la clase
media. Hall demuestra como durante el
siglo XIX luego de la emancipación, en Jamaica los misioneros bautistas trataron de recrear aldeanos negro libres a
su imagen y semejanza, incluida la imposición de las normas europeas del
matrimonio jurídico y la familia nuclear, las cuales hasta hoy en día continúan
ejerciendo una marcada influencia en la clase media mestiza.
Fue apenas en 1972, bajo el gobierno
de Manley, que en Jamaica se reconoció el derecho de herencia de las mujeres
que vivían en unión consensual, así como el de los hijos habidos en este tipo
de unión, si bien en algunas de las islas del Caribe anglófono siguen
careciendo de condición jurídica. Aquí
vemos la manera en que la hegemonía de la familia nuclear se convirtió en norma
jurídica, aunque la mayoría de la población viví en uniones consensuales, ya
que para los pobres las consideraciones de condición jurídica y herencia de
propiedades eran de poca monta.
En Puerto Rico, el Estado desempeño un
papel más directo al fomentar el matrimonio jurídico y el divorcio. Como parte
del esfuerzo de modernización emprendido tras la ocupación del país en
1898, los EE.UU. fomentaron un nuevo código civil que ampliaba la legalización
de todos os matrimonios civiles y también concedió a ambos sexos el derecho al
divorcio. Los funcionarios coloniales estadounidenses
se escandalizaron de que apenas el 50% de la población adulta hubiera contraído
enlace oficial y trataron de civilizarla haciendo más asequibles el matrimonio
y el divorcio. No obstante, el segundo
resultó ser más popular que el primero, en particular para las muges que
trataban de librarse de esposos inútiles o abusivos, sobre todo aduciendo la
falta de apoyo financiero. Ayer, como
hoy, era posible aceptar la infidelidad o incluso el abuso siempre que el
hombre se ocupara del sostén de la familia.
Sin embargo a todas luces la
institucionalización del matrimonio jurídico se vio reforzada más adelante por
la limitación del acceso a pagos federales por transferencia a aquellos que
hubieran contraído esponsales jurídicos, pues en la actualidad, el porcentaje
de uniones consensuales ha disminuido a 5% mientras que la tasa de divorcio
sigue aumentando. De esta manera, los EE.UU.
tratan de modernizar a Puerto Rico y convertirlo en vitrina de democracia, incluida
las normas de adhesión a las normas de respetabilidad tales como el matrimonio
jurídico y las familias nucleares conformadas en su gran medida de un origen
eurocéntrico.
Modalidades
contemporáneas
En la América Latina continúan
existiendo grandes diferencias en la presencia generalizada de uniones
consensuales y hogares encabezados por mujeres aunque los porcentajes son mucho
más bajos en países católicos como México, Colombia y la Argentina que en el
Caribe y la América Central. Las razones
que explican esta variación incluyen la influencia de la iglesia y la escasez
de sacerdotes, en particular en las zonas rurales, l poca importancia relativa
de los derechos de la propiedad (en especial entre los pobres que viven en
áreas rurales o urbanas)) y la debilidad del Estado a la hora de imponer normas
jurídicas que rijan el matrimonio, la herencia y los derechos de
propiedad. Las uniones consensuales no
fueron estigmatizadas para los pobres a pesar de las campañas que desató la
iglesia para que las parejas se
casaran la situación variaba de un país
a otro y entre diferentes clases y grupos étnicos.
La proporción de hogares caribeños
encabezados por mujeres sigue estando
muy vinculada al nivel de unciones consensuales, más inestables que los
matrimonios jurídicos y que se siguen hallando sobre todo en los grupos de
menores ingresos. No obstante ahora hallaos un predominio de uniones
consensuales entre personas con la misma condición jurídica en lugar de las
uniones entre diferentes razas y clases, tan frecuentes durante el período
colonial.
La liberalización del divorcio en
muchos países del Caribe también explica el elevado porcentaje de hogares
encabezados por mujeres, si bien al igual que el matrimonio jurídico es más
frecuente en las clases media y superior.
Solo en Puerto Rico, donde las tasas de divorcio han aumentado de manera
espectacular y las uniones consensuales en la práctica casi han desaparecido,
se ha roto la relación existente entre uniones consensuales y hogares
encabezados por mujeres.
Cuba
La influencia de la Revolución en las
modalidades maritales que se observan en Cuba ha resultado contraria a la
política prevista. Le Estado cubano trató
de promover la incorporación de la mujer al trabajo, elevando los niveles educacionales
y aumentando las oportunidades de empleo para la mujer, generosas licencias de
maternidad y círculos infantiles gratuitos.
La participación laboral de la fuerza femenina
llegó al 40.6% en 1993, aunque ha existido cierta disminución durante la crisis
económica provocada por el PE. Sin
embargo, el estado cubano no esperó que el aumento de la autonomía económica de
la mujer contribuyera a la inestabilidad marital. Por el contrario, la distribución de derechos
y responsabilidades estipulados en el Código de la familia cubano prevé con
nitidez la existencia de una familia
nuclear, y estuvo encaminada a estabilizar la familia fortaleciendo la
existencia de relaciones maritales iguales.
No obstante el porcentaje de hogares encabezados
por mujeres ha ascendido a un ritmo alarmante: de 14% en 1953 a 28.1% en 1981 y
36% en 1995. Parte de ello puede
atribuirse al elevado índice de embarazos de las adolescentes, quienes en su
mayoría viven en uniones consensuales.
Estas uniones también han aumentado, en particular entre la población
blanca mientras más negros se están casando, lo que sugiere una convergencia de
modalidades maritales por raza.
La tasa de hogares encabezados por
mujeres sigue siendo más alta entre las negras que entre las blancas o
mulatas. Difiere poco desde el punto de
vista educacional, participación de la fuerza laboral o incluso del tipo de
ocupación aunque los profesionales presentan un índice algo inferior al del
resto de los trabajadores.
La tasa de divorcio también ha
aumentado: de 2.9 por mil en 1981 a 3.7 por mil en 1995, la disolución del vínculo marital continúa
prevaleciendo en las negras, aunque ha aumentado en todos los grupos raciales,
en 1981, las diferencias raciales habían desaparecido entre las menores de 24
años.
La mayor autonomía económica de la
mujer, así como el aumento de embarazos entre las adolescentes, las uniones
consensuales y el divorcio son los principales factores que se ocultan gras el incremento del número de hogares
encabezados por mujeres. Además, Cuba
Socialista concedió a las mujeres que vivían en uniones consensuales y a sus
hijos igual reconocimiento jurídico que a las mujeres que había contraído
matrimonio jurídico, con lo cual se debilitó aún más la validez de este tipo de
matrimonio.
Es muy evidente que las costumbres
sexuales han cambiado de forma espectacular en la juventud cubana, aunque no
siempre de la manera prevista por las autoridades. A pesar de tener acceso gratuito al control
de la natalidad, el aborto y los programas de ecuación sexual, el aumento de
los embarazos entre las adolescentes creció después del triunfo de la
Revolución, y la edad de comienzo de las relaciones sexuales y del primer
embarazo han disminuido en lugar de aumenta r como cabría esperar al
incrementarse las oportunidades de trabajo y de educación para la mujer.
No obstante, la tasa de nacimientos
sigue disminuyendo y ahora se encuentra por debajo de los niveles de
sustitución, porque la mayoría de las mujeres tienen 1 ó 2 hijos a edad
temprana y luego dejan de parir antes de
cumplir los 30, aunque contraigan otras uniones.
Antes del PE, los servicios gratuitos
de salud y educación, así como la presencia de mayores oportunidades
educacionales y de empleo para la mujer, le facilitó criar a sus hijos y
debilitó aún más la dependencia de un hombre que velara por el sostén de la
familia., aunque estos últimos también disfrutaron de trabajo a tiempo
completo. Como declarar una de nuestras entrevistadas, una obrera textil que
crió sola a sus 3 hijos “Ahora cualquier mujer cría un hijo sola, porque hay
mucho trabajo, hay más facilidades para una mujer”. Aunque el PE ha frenado mucho estos beneficios,
la tasa de hogares encabezados por mujeres sigue aumentando.
Un reciente estudio efectuado por el
Centro de Antropología en un barrio obrero de Centro Habana donde estaban
presentes todas las razas, confirma las tendencias apuntadas
anteriormente. Más de la mitad de los
hogares estudiados están encabezados por uno solo de los padres (casi siempre
la mujer) y el 35% son hogares extendidos en los cuales predominan los vínculos
de consanguinidad de la esposa o jefa de núcleo. Además el 31% de estas familias muestran una mezcla
racial, en particular en el caso de las parejas más jóvenes, nacidas luego de
la Revolución. La mayoría de estas
uniones tienen lugar entre blancos y mestizos y entre mestizos y negros, lo que
indica que la endogamia racial se ha desvanecido, aunque no ha
desaparecido. A despecho de los
evidentes logros obtenidos por los negros cubanos en la educación y el empleo
durante la Revolución, durante el PE se mantienen y han reaparecido profundos
prejuicios raciales.
República
Dominicana
Aunque en la República Dominicana no
existe apoyo oficial para los hogares encabezados por mujeres, el porcentaje ha
ascendido de 21.7% en 1981 a 29.1% en 1991.
Las jefas de núcleo familiar tienen un mayor índice de participación en
la fuerza laboral que las casadas, incluso que las solteras. Esta tasa ha aumentado con rapidez para todas
las mujeres desde 1960 y llegó al 38% en 1990.
También aquí la familia extendida desempeña
un papel fundamental, aunque, en algunos casos, las mujeres que labora en las
zonas de libre comercio dejan los hijos al cuidado de los padres, quienes viven
en zonas rurales. Las mujeres cuyos
matrimonios fracasan no parecen tener dificultades para regresar a vivir con
los padres u otros parientes, a pesar del hacinamiento. Por ejemplo Gladis, una dominicana de 25 años
que trabaja en la zona de libre comercio, comparte el dormitorio con una
hermana y un niño de 9 meses; todas las semanas aporta 100 pesos dominicanos (6
dólares) a los gastos de la casa y paga otros 150 a una señora que cuida su
hijo, ya que su madre también trabaja de sirvienta en la ciudad y solo está en
casa los fines de semana. 2 de las
hermanas también laboran e la zona de libre comercio, mientras que la menor de
14 años permanece en el hogar, prepara el almuerzo y estudia más tarde. Todos los miembros del hogar contribuyen a un
fondo para la construcción de una nueva vivienda, que el padre de Gladis está edificando
al fondo de la actual. Aquí podemos ver
claramente la manera según la cual las familias extendidas permiten la
incorporación al hogar de nuevos asalariados y ofrecen un apoyo vital en los
hogares encabezados por mujeres.
La composición de los hogares
encabezados por mujeres, ya sea que vivan solas o en el seno de familias
extendidas, desempeña un papel fundamental a la hora de determinar el nivel de
vida de estos hogares, aunque no exista un hombre sostén de la familia. En un análisis que emprendiera con el Instituto
de Estudios de Población y Desarrollo (IEPD) sobre una encuesta demográfica y
de salud realizada en 1991 a nivel nacional, se halló que aunque en los hogares
encabezados por mujeres se gana menos que en los encabezados por hombres y
presentan una tasa de desempleo superior, los ingresos total del hogar son casi
iguales en total.
A todas luces, los hogares encabezados
por mujeres son capaces de aumentar los ingresos mediante contribuciones de
otros miembros de la familia, en particular de los subjefes, ya que más de la
mitad de los hogares encabezados por
mujeres (53%) son familias extendidas, en contraposición al 35% de aquellos encabezados por hombres. Los hogares extendidos de la república
Dominicana representan el 40% del total encuestado en 1991, y están más
presentes en las zonas urbanas que en las rurales.
Muchas jóvenes, incluso madres
solteras como Gladis, quienes viven como subfamilias en el seno de hogares
extendidos, pasan inadvertidas en el censo, ya que cuentan como parte de la
familia extendida donde viven, la cual en el caso de Gladis, está encabezada
por su padre. Al igual que ella, casi
las tres cuartas partes de estos
subjefes son descendientes del jefe de núcleo de familia, y más de la mitad
solo tienen un hijo. Sobre la base de la
encuesta citada, Duarte y Tejada han calculado que en la República Dominicana
una de cada 10 familias incluye a estos
jefes de núcleo familiar invisibles, lo que aumentaría el porcentaje nacional de hogares encabezados por mujeres
de 19.5% a 37.3%.
El análisis ulterior de la encuesta
demográfica y de salud revela que, en comparación con las jefas de núcleo
familiar, los subjefes son más jóvenes, el 85% tiene menos de 35 años, lo cual
ayuda a explicar las razones por las que cuentan con un nivel educacional más
alto, los ingresos pueden compararse de manera favorable con los hogares
encabezados por hombres, y son muy superiores a los de jefas de núcleo que
viven solas o están casadas. El ingreso
individual de los subjefes es particularmente elevado en los hogares
encabezados por mujeres, en los cuales su contribución parece ser fundamental,
aunque todos los hogares con subjefes, independientemente de quien los encabeza,
tienen entradas superiores al de familias nucleares, incluso al de familias
extendidas sencillas. Parte de la razón por la cual los hogares con subjefes
disfrutan de una posición socioeconómica superior, es que están presentes en
una proporción mayor entre los grupos de ingresos medios y superiores que entre
los pobres. Cabe agregar que la señalada
encuesta es u estudio representativo a nivel nacional de todos los
hogares. Ello indica que la
incorporación de subjefes u otros asalariados adicionales constituye una
estrategia a la que no recurren únicamente los pobres, sino también la clase
media a fin de luchar contra la crisis y el alto costo de la vida.
En República Dominicana, las jefas de
núcleo familiares, a menudo se muestran renuentes a casarse y prefieren mantenerse solas si no logran
hallar un buen partido. Resulta saber si
los hombres se han vuelto más irresponsables como algunas de estas mujeres
sugieren, o si las expectativas femeninas respecto a los hombres han aumentado
y ya no están dispuestas a aceptar el dominio y maltrato de estos. Es evidente que como resultado de una mejor
autonomía económica, las mujeres cada vez más toman la iniciativa de poner fin
a relaciones poco satisfactorias, mientras que antes las jefas de núcleo
familiar eran resultado del abandono masculino.
Puerto Rico
En este país las jefas de núcleo tienden
a ser más viejas que en R. Dominicana o e Cuba e ilustra la forma según la cual
antiguamente las mujeres hacían rente al abandono masculino. Evaristo tiene 59 años y crió 5 hijos sola
después que su esposo la abandonó hace 30 años por otra mujer. Aunque recibió
beneficios de asistencia social cuando
los niños eran pequeños, ha trabajado en una fábrica de confecciones, mientras
su hermana y su madre cuidaban sus hijos, incluso la madre se mudó con ella y
siguió viviendo allí hasta que murió.
Aquí vemos una prueba del fuerte vínculo existente entre madres e hijas,
tan frecuente entre las familias de la
clase trabajadora puertorriqueña, el cual adquiere importancia fundamental en
el caso de los hogares encabezados por mujeres.
Al igual que las dominicanas, las dos
terceras partes de las jefas de núcleo familiar puertorriqueñas, aseguran que
prefieren no volver a casarse.
Si embargo difieren en aspectos
importantes:
- El
porcentaje de jefas puertorriqueñas es mucho menor (un 23% en 1990) a
pesar del elevado índice de divorcios.
- La
tasa de pobreza es muy alta, ya que en 199 el 70% caía por debajo del
mínimo vital, la ausencia de familias extendidas y la falta de apoyo de
asalariados adicionales parece ser una de las razones para ello.
- Muchas
jefas de núcleo viven solas y dependen por completo de su salario para
mantenerse. Mujeres mayores pueden arreglárselas
con salarios bajos, sobre todo si son propietarias de una casa; sin
embargo aquellas con hijos pequeños, incluso si están trabajando, deben
procurar formas adicionales de apoyo.
Tanto los hogares encabezados por mujeres como por hombres,
mayormente en las zonas rurales, también se apoyan en redes de ayuda mutua
establecidas entre vecinos y parientes, quienes no suelen vivir en la
misma casa. Ninguna de las jefas de
hogar declaran recibir algún tipo de auxilio de los antiguos cónyuges.
No obstante la razón principal por las
que las jefas de núcleo puertorriqueñas caigan por debajo de un mínimo vital,
es que la tasa de participación de la fuerza laboral es mucho menor que en los 2 países
anteriores. Apenas la tercera parte
estuvieron empleadas entre 1969y 1989, y en el caso de aquellas situadas por
debajo del mínimo vital, la cifra es aún más baja, 24%.
En 1989, en el 45% de los hogares encabezados
por mujeres nadie realizaba las labores caseras a tiempo completo, en
comparación con el 22% en el caso de los encabezados por hombres. En este sentido, la mayoría de las mujeres
que no tienen a nadie que trabaje en el hogar, dependen de los servicios de
bienestar social, que en 1989 abarcaban a casi la mitad de estos hogares, y al
61% de los ubicados por debajo del mínimo vital.
Si bien el desempleo es también alto
en Puerto Rico, parecería que el bienestar social ha desalentado la participación
oficial de la mujer en la fuerza laboral.
Muchas mujeres amparadas en estos servicios laboran en la economía no
estructurada para que el dinero percibido por concepto de bienestar social no
se elimine. Estos servicios parecen
haber incidido también en la estructura familiar al alentar a las jefas de
núcleo a vivir solas y no en familias extendidas.
Existen también considerables
diferencias entre las jefas de núcleo puertorriqueñas empleadas y
desempleadas. Estas últimas eran más
jóvenes y con niveles educacionales más bajos dependiendo en esencia de los
servicio de bienestar social para vivir.
Solo la quinta parte contaba con otros parientes convivientes, en
comparación con el 44% de las jefas de núcleo empleadas. Estos parientes adicionales aportaban otros
ingresos y cuidaban de los niños. En
resumen la asistencia pública no alienta únicamente a las puertorriqueñas a
seguir trabajando, sino también a vivir separadas de parientes que podrían
brindarle apoyo fundamental.
Estos servicios podrían haber
influido, igualmente en la marcada disminución, en Puerto Rico, de las uniones
consensuales, que ahora apenas representa el 5% en comparación con el 255
halladas en 1950 o del 50% detectado a principios de siglo.
La Diáspora
Caribeña
La crisis económica en la que se sumió
el Caribe a partir de 1980, ha dado lugar a un aumento de la emigración havia
EE.UU. Lo que se evidencia es que la
emigración en sí es un factor capaz de contribuir a la formación de hogares caribeños, sobre
todo durante las primeras oleadas, las cuales en su gran mayoría estuvieron
dominadas por hombres que dejaron atrás esposa e hijos. En la actualidad las remesas familiares
constituyen la segunda fuente de divisas en la República Dominicana, después del
turismo. No obstante, hoy en día, cuando
los emigrantes dominicanos y puertorriqueños conforman la segunda y tercera
generación de residentes en los EE.UU. la importancia de las remesas
disminuye a medida que se establecen
familias enteras en el exilio.
Pero esto no explica el gran
porcentaje de hogares encabezados por mujeres emigrantes en Nueva York. En la comunidad dominicana de esta ciudad el
porcentaje de hogares encabezados por
mujeres ha crecido casi un 10% en 1990, hasta llegar a 49.3% en
1996. Este aumento paree deberse a los mismos factores de decadencia y
reestructuración económica encargados de precipitar semejante aumento en el
Caribe.
Conclusiones
Tanto en el Caribe como en los EE.UU.
la pobreza y la crisis económica ha obligado aun número mayor de mujeres a
integrar la fuerza laboral con la finalidad de compensa las decreciente
capacidad de los hombres de ser el único sostén de la familia. Si ellas lo sustituyeran en le papel
económico, se suscitan conflictos
maritales que, en algunos casos, dan lugar a la formación de hogares
encabezados por mujeres. No obstante la
crisis económica no es el único factor responsable del reciente aumento en la
cantidad de hogares encabezados por mujeres, observable tanto en el Caribe como
en la diáspora. En ambas esferas, factores
culturales con raíces históricas tales
como el predominio de las uniones consensuales, la fragilidad de los lazos
conyugales y la fuerza de las relaciones de consanguinidad, coadyuvan a la
formación de hogares encabezados por mujeres.
Su generalización y profundidad
histórica sugieren que los hogares encabezados por mujeres ha de considerarse
como una alternativa al modelo de la familia nuclear implícito en gran parte de
la política social. Una evidente clave
de la capacidad de este tipo d hogares para funcionar de manera apropiada la
vemos e el mantenimiento de los lazos de consanguinidad, capaces de brindar
apoyo económico y emocional dentro de los hogares extendidos o mediante la
ayuda mutua que se evidencia entre unos núcleos familiares y otros.
La información obtenida en el Caribe
indica que los hogares encabezados por mujeres se hallan en mejor situación
económica si los gastos domésticos se comparten con parientes que brindan
fuentes adicionales de ingresos para el cuidado de los hijos que si se las
vieran solas. También se ha demostrado
que la presencia de otros adultos en el hogar aumenta la tasa de participación en
la fuerza laboral de las madres solteras.
El reciente aumento de los hogares
encabezados por mujeres puertorriqueñas residentes en hogares extendidos
neoyorquinos donde conviven varias generaciones, sugiere que en la comunidad de
emigrantes se han conservado algunos lazos de consanguinidad.
No se ha valorado el efecto de los
hogares extendidos en el bienestar material de los hijos y las madres jóvenes,
pero en un exámen mundial de núcleos familiares encabezados por mujeres, Chant
sugiere la hipótesis de que es incierto que estos padezcan siempre
privaciones. Se sabe que las jefas de
núcleo dedican más dinero que los hombres para cubrir las necesidades de los
hijos, que ellos gastan más en sus necesidades personales y los hijos obtienen
resultados comparables en materia de educación y empleo. Una vez más se observa como la ayuda de los
parientes consanguíneos puede tener una importancia vital, especialmente en el
caso de madres solteras adolescentes.
Con respeto a la información recabada
sobre la influenza de los servicios de bienestar social, se puede pensar que
tal vez los hogares encabezados por mujeres no hayan aumentado tanto sino su
capacidad para vivir solas con los beneficios que estos ofrecen.
La vida independiente puede aumentar
la autonomía de las amas de casa pero también puede privarlas del sostén
económico y social que ofrece el hogar extendido. Los vínculos consanguíneos pueden ser más
fuertes que los conyugales y refleja una modalidad mucho más antigua de
organización familiar, con posibilidad de fortalecerse en momentos de crisis
económica.
Los estudios realizados confirman la importancia
de familias extendidas como vía para que estos hogares puedan afrontar la
pérdida de ingresos del cónyuge.
Las disposiciones que en materia de
política, facilitan la extensión del hogar pueden brindar más apoyo a las
familias de bajos ingresos en situación de estrés, que las actuales políticas propugnadas
en torno a la base del vínculo conyugal.
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