Nuevos
Modelos de Hombre. Emergencia y Contextualización
Carmen
Díez Mintegui, Antropóloga Feminista, Profersora de la Universidad del País
Vasco
Introducción
A
finales de los años cuarenta Simone de Beauvoir planteó la cuestión de que la “mujer no nace, sino que
se hace”; pasaron dos décadas antes de
que se comenzara a profundizar en el significado de esa sentencia, mostrando las distintas formas de ser mujer y
la importancia de los contextos sociales
y culturales en dicha configuración. Demostrar que la biología no es destino, visibilizar la
práctica social de las mujeres en
cualquier tiempo y lugar, introducir cambios en la epistemología de las ciencias, son algunos de los objetivos que la
visión crítica feminista de la ciencia
se ha marcado durante las últimas tres décadas, en un proceso que sigue abierto.
A
pesar de que desde el comienzo de ese proceso se puso en evidencia la necesidad de tener en cuenta el elemento
relacional, es decir, que solamente
entenderíamos la realidad de las mujeres en su relación con la de los hombres, no es hasta hace aproximadamente
una década que se comienza a plantear de
forma sistemática, el análisis de que también “ser hombre” es el resultado de distintos procesos sociales,
y la necesidad de analizar esas
construcciones en el contexto de las realidades complejas en las que
surgen.
Mi
propia experiencia investigadora refleja dicho proceso; así, a finales de los años ochenta y en el marco de
un proyecto de investigación sobre el
tema mujer y poder 1 , a través de la observación de los juegos infantiles se reveló de forma clara la
importancia de hacer visibles las
estructuras sociales que para la reproducción de la masculinidad hegemónica existen en nuestra sociedad. El
análisis de la organización del fútbol
en Gipuzkoa (Díez, 1996) me permitió profundizar en la significación e importancia que dichas
estructuras han tenido y tienen en
cualquier sociedad de dominio masculino: primero, porque permiten que
el conjunto de los varones se erija de
forma prepotente sobre el conjunto de
las mujeres, pero también, porque sirven para instituir un modelo
de masculinidad hegemónica que actuará
como referente, en el sentido que
Antonio Gramsci dio al concepto de hegemonía, es decir, una
dinámica cultural a través de la cual un
grupo construye y sostiene una posición de
liderazgo en la vida social. Ese modelo de masculinidad hegemónica, al actuar como referente principal, hace que los
varones que no actúan y se identifican
con él, se vean a sí mismos y sean vistos por los demás como “diferentes”, estableciéndose distintas
formas de relación entre dicha
masculinidad hegemónica y otras masculinidades, relaciones que podrán
ser de subordinación, complicidad o
marginación (Connell, 1995).
1
Dentro del subproyecto “la socialización para el no poder: aspectos
antropológicos”, dirigido por la
antropóloga Teresa del Valle, y enmarcado en el proyecto de la CAYCIT “Mujer y poder (1987-1990), que tenía a la
filósofa Celia Amorós como directora
general.
También
en otro estudio, al analizar los procesos de vida de las mujeres insertas en el mercado laboral, en su
tránsito y articulación entre la
actividad pública y privada, pude observar que las relaciones de género
más igualitarias, en el nivel micro de
las relaciones domésticas, aparecían en
situaciones en las que ambos miembros de la pareja presentaban
perfiles similares en cuanto a actividad
profesional y actitudes y proyectos de vida
(Díez, 1993). Más adelante, al profundizar en las relaciones de esas
parejas, a través del análisis de las
estrategias “dentro” y “entre” grupos domésticos (Díez, 1996), se confirmaban las
observaciones anteriores y se hacía
evidente la necesidad de contextualizar dichas relaciones de género
en lugares, tiempos y personas
concretas, para avanzar en el conocimiento de
las causas que producen formas de relación más igualitarias entre
las personas. Ha sido, finalmente, el marco de una
investigación titulada: “Modelos
emergentes en los sistemas y relaciones de género: nuevas socializaciones y políticas de
implementación” 2 , realizada durante los años 1997-1999, el soporte teórico y metodológico
básico que me permite presentar hoy aquí
una serie de comentarios y propuestas que nos permitan profundizar en las características de los
nuevos modelos de ser hombre que
aparecen hoy en nuestra sociedad.
Comentarios
sobre la aproximación teórica
Hablar
de nuevos modelos de hombre, en nuestra contexto cultural, supone partir de la profunda dicotomía que presenta
lo que se considera es lo “femenino” y
lo “masculino”. Sabemos que la masculinidad y la feminidad no son un conjunto de
características fijas e inamovibles, sino
que son algo dinámico y en continua construcción, sin embargo, a
nivel social persiste el convencimiento
de que son dos tipos de comportamientos
diferenciados que se identifican con dos grandes grupos, los hombres y
las mujeres. Esas dos formas de
“comportamiento” constituyen el eje sobre el
cual se evalúa la conducta de las personas. Somos lo que hacemos, y
nuestra imagen corporal y nuestra
conducta, desde nuestra mas tierna infancia hasta nuestros años de vejez, es identificada con
un comportamiento “femenino” o
“masculino”, básicamente para sancionar lo que no se considera es apropiado para un “hombre” o una
“mujer”.
2
“Proyecto MEC 115.230-IMO1/97, III Plan Nacional de Investigación Científica
y Desarrollo Tecnológico y de
acuerdo al Programa Sectorial de Estudios de las Mujeres y del Género. Equipo: Teresa del Valle
(Directora), José Miguel Apaolaza, Francisca
Arbe, Josepa Cucó, Carmen Díez, Mari Luz Esteban, Felipa Etxeberria,
Virginia Maquieira..
En
este sentido, es importante tener presente el hecho de que en las sociedades en las que la feminidad y la
masculinidad guían la organización y
producción de una forma definida de ser “hombres” o “mujeres”, dicha masculinidad y feminidad son proyectos de
género y el conjunto de la práctica
social está encaminada a la construcción de los mismos (Connell, 1997). Dicha construcción se realiza a través
del modelado de los cuerpos – continente
y contenido- de las personas, es decir, las formas corporales y sus envolturas, los movimientos, las emociones,
los sentimientos, los deseos y los
proyectos vitales y profesionales serán dirigidos y organizados, aunque no determinados, por la
práctica social. Pero la práctica social
es activa y cambiante y por lo tanto compleja,
y tratar de aprehenderla y hacerla explícita no es tarea fácil, cuando
se trata de señalar aquellos aspectos
que muestran los cambios en las condiciones
sociales y la forma en que emergen y/o se hacen visibles nuevos modelos
de “hombres” o, en su caso, de mujeres. La estrategia metodológica utilizada en
nuestra investigación sobre modelos
emergentes 3 ha sido la de articular, desde una visión dialéctica,
la perspectiva sistémica de las
relaciones de género con el estudio de la
práctica o acción humana, tratando de comprender tanto la forma como
se produce y se reproduce la estructura
social en general y el sistema de género
dentro de esa estructura, como el por qué se dan los procesos de cambio, cambio en el que las y los actores
sociales deben ser tenidos en cuenta
como protagonistas principales. Dado que
el concepto de género es polisémico y polémico, conviene hacer alguna matización en cuanto a su
utilización en esta ponencia. Si bien la
separación que la perspectiva crítica feminista planteó entre sexo y género fue un paso importante para discernir
entre lo que es biología y lo que es
producto de una cultura específica, hoy no hay duda de que dicha separación comporta problemas y puede hacer
del género un concepto ahistórico y
acrítico, configurador de identidades que pueden llegar a ser tanto o más esencialistas que las que se
piensan provienen de especificidades
biológicas (Haraway, 1991). Desde este supuesto, el planteamiento que aquí subyace al hablar de
“sistemas de género”, es el de ver
dichos entramados como sistemas de poder que organizan el orden social, sistemas dinámicos situados en
tiempos y espacios concretos, donde las
relaciones entre las personas y los sexos cambian en relación a los cambios que se producen en las variables
materiales y simbólicas (Esteban y Díez,
1999). También desde una perspectiva
crítica de las teorías categoriales o de
los roles sexuales, el sociólogo Connell (1996) insiste en que el género
es algo mas que un rasgo individual
conectado con una diferencia corporal y hace hincapié en que nos enfrentamos a
una práctica social elaborada, muy
efectiva y con poder, a través de la cual la conducta de la vida diaria
está organizada en relación a la “arena
reproductiva”, concepto que abarca la
totalidad de los espacios sociales, desde lo micro a lo macro,
atravesando las relaciones de poder,
económicas y emocionales.
Se
hace así necesario ir más allá de
planteamientos dicotómicos y abordar el análisis desde una perspectiva que tenga en cuenta la pluralidad
de formas y comportamientos que aparecen
en la realidad social, tratando de mantener la tensión entre la influencia que un sistema de género concreto
tiene en la reproducción de
desigualdades y las diferentes respuestas y situaciones de las personas. Siguiendo la sistematización que hace Connell
(1987) al abordar la complejidad que
presenta la estructura interna del género, en el análisis de modelos emergentes se han distinguido tres
estructuras: trabajo, poder y emociones,
a través de las cuales se han organizado tanto las unidades de análisis como la elaboración del guión que se
utilizó en las entrevistas en
profundidad que se realizaron 4 . Por otro lado, la práctica de
las y los actores sociales se ha tenido
en cuenta a través de un elemento relevante
como es la socialización, ya que es a través de los procesos de
socialización que se incorporan e
interiorizan los significados, valores y prácticas de un contexto socio cultural concreto. Algunas cuestiones relevantes que han estado
presentes en el marco teórico que guió
la investigación sobre modelos emergentes deben de ser tenidas en cuenta en torno al concepto de
socialización. Una de ellas es el
cuestionamiento que hacemos del hecho de entender la socialización
como un proceso decisivo que se da a
edades tempranas, para plantear un
concepto de socialización en la que ésta es vista como un proceso
que transcurre a lo largo de la vida de
las personas y en el cual las “nuevas
socializaciones” son el eje fundamental sobre el que se construyen
nuevas relaciones de género (del Valle,
1992). Otra cuestión, relacionada con la
anterior, pero que presenta matices diferenciados, se refiere al hecho
de que es necesario dejar de ver el
proceso de socialización como un camino único
que produce un determinado tipo de persona, para pasar a ver dicho
proceso como algo abierto a las distintas
posibilidades o constricciones que surjan
en el entorno de dicha persona.
Así, por ejemplo, se puede hablar de una socialización para la continuidad y una socialización para el
cambio (Díez, 1993), al observar como
muchas de las mujeres que fueron educadas en las pautas restrictivas y tradicionales de la España franquista,
décadas de los años cincuenta y sesenta,
se transformaron en feministas activas y decidieron romper con la imagen tradicional de mujer ligada
exclusivamente a la maternidad y al cuidado, para incorporarse a las esferas
profesionales.
4
35 entrevistas, cuatro de ellas a grupos (jóvenes –mixta-, hombres de mediana
edad y mujeres mayores), el resto
individuales: 14 a hombres y 17 mujeres, divididas en tres categorías según la edad (jóvenes, adultas/os
y mayores), de distintas clases sociales
(baja, alta y media) y seleccionadas también sobre la base de la
ideología (derecha e izquierda)..
También
en lo que concierne a los hombres, algunos estudios que han analizado la construcción del género entre
los jóvenes, plantean que entre éstos
aparecen en la actualidad tres tipos de identidades: el tradicional masculino, el feminista y el acomodaticio o
pragmático, siendo este último el más
extendido de todos (Ortega, 1993). Si bien el autor de dicho estudio señala sobre estos últimos que “se trata de
un tipo poco definido, de naturaleza
oportunista y que se orienta en un sentido u otro en virtud de la ideología y la mentalidad del contexto
social” (ibidem: 49-50), definición – en
mi opinión- un tanto despectiva, creo que esa actitud de los jóvenes es abierta y está en consonancia con la realidad
social del momento.
Si tenemos en cuenta que han sido básicamente
las mujeres las que han cuestionado su
identidad de “ser mujer” y que los hombres deberán realizar, o están realizando, un recorrido semejante
(Arraiza, 1998), solamente desde una
perspectiva que ve la identidad y la socialización como algo cerrado y ya configurado en un momento de la vida como
es la juventud, se puede hacer esa
definición. Desde esta perspectiva, se
propone un planteamiento dialéctico que
contemple a la vez el análisis de un determinado sistema o situación
social y la práctica de los y las
actores sociales; este planteamiento permite
observar cómo se da la interacción entre el sistema general y la
situación de dichos actores sociales. A
partir de compaginar las esferas de trabajo, poder y emociones, con los niveles básicos en los
que se divide la práctica social, desde
el más general al individual, es decir, del macro al micro (Saltzman, 1992), se trata de situar la trayectoria de
una persona a través de las conexiones
que se establecen entre distintos momentos y situaciones a lo largo de su ciclo vital, obteniendo así una
panorámica general y a la vez concreta
de dicha trayectoria y vivencias, en un contexto social concreto.
Nuevos
modelos de hombres
Un
modelo es un constructo que tiene entidad y peso referencial y en ciertos casos normativo. Díaz Martínez (1996)
los define como “una forma de
abstracción que representa las coincidencias en las prácticas, valores y modos de autopercibirse de un conjunto de
individuos de un determinado grupo
social o una muestra determinada diseñada de acuerdo a determinadas variables. Estos modelos se revelan por su
contraste con otros, es decir, que los
modelos se revelan a través de sus diferencias mutuas” (ibidem, 96). A partir de esta definición de modelo, está
claro que a un nivel general puede
hablarse de nuevos modelos de hombres, aspecto que es corroborado por las personas de más edad que
pueden establecer comparaciones entre la
realidad de los años cincuenta, sesenta o incluso.6 setenta y la actual, en aspectos relacionados
con las tareas de cuidado o domésticas:
“Antes un hombre con un crío, es que estaba mal visto, no era un hombre, era un homosexual. Ver a un hombre
tender la ropa, hoy lo ves como lo más
normal”5 , “Hoy los hombres son de otra manera”6 . Ahora
bien, estas tendencias observables a
nivel general son difíciles de concretar en la
generalidad y complejidad que presentan la vida de las personas reales.
Por un lado, porque se trata de definir
nuevas experiencias que están en
proceso, por otro, y esto es más importante que lo anterior, porque
como muy bien ha señalado, por ejemplo,
Xabier Odriozola 7 , porque no hay un
modelo de masculinidad, lo mismo que no hay un modelo de feminidad: “Badakigu gizonak nolakoak ez diren izan
behar: justu imposatu dizkiguten rol
horiei erantzun gabe gelditzen bagara nahiko gizontasun eredu polita emango genuke. Baina, nik uste dut ezin dela
definitu, zehaztu, gizonok nolakoak izan
behar dugun; ez du zentzu gehiegerik”8 .
A pesar de estos problemas, es evidente que
tanto desde una perspectiva general,
como a la hora de seleccionar personas concretas por el equipo de investigación, al hablar de nuevos
modelos de hombre se tienen en mente una
serie de características, un perfil, a través del cual identificamos una nueva forma de estar en la
sociedad. Los indicadores señalados en
relación a un trabajo anterior, por una de los miembros del equipo, son válidos para definir ese perfil
imaginario de “hombre nuevo”9 :
1) aquel que ha roto en la teoría y en la práctica con las formas
de pensamiento y comportamiento
clásicas, según las cuales hombres y
mujeres tienen que desempeñar roles diferentes y ocupar espacios y jerarquías diferentes, 2) que se
responsabiliza de las tareas y
responsabilidades del ámbito privado igual que las mujeres, 3) que
es autosuficiente en cuanto a su subsistencia,
y 4) que se compromete individual y
socialmente en permitir que las mujeres cercanas puedan gestionar sus vida autónomamente y ocupar
puestos de responsabilidad (Esteban
1998).
También
algunos movimientos de hombres apuntan una serie de principios orientadores para hombres
antisexistas. Para Michael Flood (1995)
de Australia, esos tres principios son: 1) ser pro-masculino, lo
cual significa ser positivo respeto a
los hombres; creer que los hombres pueden
cambiar y, apoyar los esfuerzos de cada hombre por lograr un cambio positivo. 2) ser pro-feminista, es
decir, comprometerse a desafiar la
opresión de las mujeres, el sexismo y la injusticia por razón de género.
3) ser pro-homosexual y desafiar
la homofobia y el prejuicio y la opresión
contra las personas homosexuales.
5
Mujer mayor, clase baja, conservadora.
6
Mujer Mayor, clase baja, progresista.
7
“Laguntza-gizon taldeak Euskal Herrian. Bergara
8
“Sabemos cómo no tienen que ser los hombres: si no respondemos a los roles que
se nos han impuesto seríamos ya un buen
modelo. Pero creo que no se puede definir, de
forma clara, como debemos de ser los hombres, no tiene sentido”,
(ZABALIK, IKUSMIRA GIZARTEA, 2000.eko
martxoaren 18tik 19ra).
9
Aunque en su momento fue utilizada por la autora, la expresión “hombre nuevo”
no es la más adecuada para el tema que
nos ocupa, y puede causar equívocos ya que es
generalmente utilizada por la Iglesia o por grupos masculinos que
reclaman la vuelta a un ideal de
masculinidad que se supone se ha perdido..
Desde
estas premisas generales, presentaré cuatro ejemplos de lo que podemos denominar “nuevos modelos”, a través
de la descripción de las trayectorias
vitales de algunos de los hombres que participaron en nuestro estudio. Tres de las entrevistas –las que
corresponden a los tres primeros
ejemplos-, fueron seleccionadas específicamente por reunir
características de esos nuevos perfiles,
no así las del último ejemplo, que pertenecen al grupo de los que definimos como gente
“normal”. Una cuestión a plantear y
discutir es la de si en realidad nos encontramos ante la emergencia
y generalización de ciertas
características de modelos emergentes o nuevos
modelos, que ya existían anteriormente, pero con poco o nula
proyección pública.
1
) La independencia como valor Se eligió a esta persona
como informante por considerarle un “modelo
alternativo de hombre”, desde el punto de vista de lo que definiríamos
como modelo “tradicional”: trabajo en un
ámbito laboral considerado masculino;
padre de familia que no comparte el trabajo doméstico; diferenciación
entre los lugares que corresponden a
hombres y mujeres. Se trata de una
persona de treinta y seis años, que trabaja en el mundo del teatro como actor, escritor,
enseñante o director y que procede de
una familia numerosa (cinco hermanas y dos hermanos), de clase acomodada.
En
la actualidad vive solo en una gran ciudad española; en otras épocas de su vida ha vivido en pareja o
con otra gente o amigos; también en el
extranjero. La opinión de esta persona
en relación a la existencia en la actualidad
de nuevos modelos en hombres y también en mujeres es positiva, y su descripción de esos modelos es clara. En el
caso de los hombres sería:
“Un
hombre que es independiente y autónomo en todos los sentidos, es decir, que es capaz de llevar su
casa, que es capaz de trabajar, que es
capaz de no depender de una relación... de
no tener una relación para que le hagan las cosas de casa, que hay muchos que conozco, de ser capaz de tener
relaciones con otros hombres si le
interesa, que hay muchas gente que lo hace.
Yo creo que eso es una cosa más generalizada ahora que antes. En ese sentido sí. No es que no lo haya
habido nunca, claro que lo ha habido,
pero de una manera tan clara como ahora quizás
no. También, hombres que se preparan más el aspecto físico,.8 que evidentemente también lo había antes,
pero ahora es más generalizado”
A
través de la entrevista y al analizar su proceso de socialización, puede verse que era un niño diferente, introvertido,
reservado, al que no le gustaba el
fútbol y cosas de niños; al que los frailes (jesuitas) presionaban para que se comportara como los otros niños.
Señala que en casa no sucedió así y que
al ser el único niño durante mucho tiempo, fue muy mimado por sus hermanas; a lo largo de su vida es una
persona que puede decirse ha vivido
rodeado de mujeres. Reconoce que el mundo de teatro le ha servido para resocializarse y pasar de ser un niño
introvertido y reservado, a ser una
persona muy sociable. La
independencia, tanto en su actividad laboral como en su vida personal y en sus relaciones; así como la
importancia que da a su espacio privado,
son elementos que aparecen con fuerza en su entrevista. Desde la perspectiva del mundo profesional en que se
mueve, cree que en el mundo del teatro
hombres y mujeres tienen las mismas oportunidades. Igualmente, cree que no hay diferencias en la forma de
ejercer el poder, el liderazgo entre
hombres y mujeres, sino que ello tiene que ver con las diferencias de carácter entre las personas. En lo relativo
al apartado de las emociones, se muestra
muy reservado y con un gran control de su vida afectiva, sobre la cual indica que cada vez es “más drástico” y
que “ahora no aguanta ni media”, cuando
se trata de vivir en relación.
Estaríamos ante una persona que asegura no establecer diferencias entre como son o le gustan los hombres y las
mujeres, y a la que dice le gustan las
personas que tienen unas determinadas características, independientemente de su sexo; la descripción
que hace de cómo le gustan las personas
no aparece marcada genéricamente:
“Me
gusta que las personas tengan una visión de las cosas determinada, que tengan una concepción del
mundo, buena o mala, me da igual, pero
que tengan alguna, que tengan sentido
del humor. Me gusta la sinceridad, pero siempre y cuando sea una sinceridad que sabes que no va a
molestar, bueno no se puede ser sincero
siempre, desgraciadamente, pero lo más
posible. Me gusta que sean independientes”
2) Intelectual, activista y
contestatario
En esta ocasión se
trata de una persona nacida a finales de los años treinta, en un pueblo cuya actividad
económica definidora es la agricultura y
en una casa de pequeños terratenientes que disfrutaban de una situación acomodada, donde se vivía un ambiente muy
autoritario, un padre muy autoritario,
“un auténtico falangista” como el mismo entrevistado señala..9 Tras hacer una licenciatura en España, a
finales de los años cincuenta se
traslada a otros países europeos y cursa estudios en ciencias sociales.
Tras su regreso, a mediados de los años
sesenta, comienza su actividad
investigadora y activista, en torno a distintos temas relacionados con la pobreza o el medio ambiente.
En
la fecha en que se realizó la entrevista era
profesor de una universidad pública.
Se casó a los treinta años y se separó ocho años más tarde; la
pareja tenía dos hijas de siete y cinco
años respectivamente. Aunque en un primer
momento fue la madre la que se quedó con las hijas, a los dos o tres
meses de la separación ella decidió que
iba a rehacer su vida y las niñas fueron a
vivir con él hasta que se han independizado recientemente con veintiséis
o veintisiete años. Es así un hombre que
se ha ocupado del cuidado integral de
sus dos hijas durante quince años, durante los cuales ha habido épocas de especial intensidad y dedicación por la
enfermedad de una de ellas. Dice que
desde su separación ha tenido “muchos amores” y que la mayoría han sido relaciones efímeras y algunas más
estables. No tenía pareja en el momento
de la entrevista.
La
posibilidad de poder observar desde hoy las vivencias y trayectoria vital de esta persona, enmarcadas
en el contexto de la segunda mitad del
siglo veinte, nos permite hablar de un hombre que no ha hecho una carrera profesional “clásica” en un
hombre de esa edad. Aunque el trabajo
signifique para él un elemento central en su vida, tanto como vehículo para la realización de sus ideales
sociales, como en la producción de la
identidad personal, su profesión no ha sido y no la considera una fuente de riqueza o de poder, aunque sí de
legitimidad social. Se muestra muy
crítico con el mundo de la Universidad, lugar en el que dice es el único el que ha sentido la alienación en el
trabajo; no saber si lo que haces sirve
para algo. Estamos ante una
persona que ha luchado toda su vida por superar
una socialización temprana autoritaria, tanto en el contexto social
más amplio –franquismo-, como familiar;
su ideario y planteamiento de vida es
libertario tanto en el plano familiar como profesional.
El
cuidado y responsabilidad de sus hijas,
supuso una “nueva socialización” (del Valle,
1992) en su vida en la que ha aprendido “lo que hace una madre”, a la
vez que a experimentar “lo que suelen
hacer los hombres que se separan, que se
van y se desentienden”. Esta experiencia de cuidado de las hijas le
ha proporcionado un campo de emociones
normalmente vedado a los hombres de su
edad. Esta persona dice no establecer
una distinción entre lo femenino y lo
masculino, ya que se ve a sí mismo haciendo:
“papeles
femeninos de madre, de amiga, de confidente de mis hijas, o de llevar la casa, o de bajar a la
compra, pues es que yo.10 vivo como se
suponía que vivía una mujer”, y que “sólo ha
hecho una discriminación y al revés y es que no he querido tener nunca ni mujer de la limpieza, ni
secretaria”.
Sin
embargo, la fuerte influencia que desde el plano social tienen los proyectos de género de mujeres y hombres,
aparece claramente en la forma en que
esta persona se ve a sí misma:
“como
una `madre’, como un hombre que ha hecho el papel de una mujer; una especie de madre soltera, una
mujer cabeza de hogar monoparental, pero
sin el contenido afectivo y emocional
que es muy importante en las mujeres y que yo he reprimido”; “en mi caso sería una falsa mujer que he
rechazado los elementos
emocionales”.
Es
interesante la paradoja que nos presenta este informante, ya que nos encontramos con una persona que en
general diríamos es muy masculina y que
se ha movido en ambientes muy masculinos, pero que es una persona progresista que ha aceptado el papel de
“madre” y todo lo que ello lleva
consigo. En el momento en que se hizo la entrevista, esta persona
estaba replanteándose su vida al haberse
emancipado sus hijas y por la reciente
muerte de su madre. Su gran preocupación en esos momentos era la de desintoxicarse de su adición al trabajo, al
activismo, que nunca lo había visto como
tal, pero que en este momento opina que no es bueno.
3)
Padre responsable
Hablamos de un hombre de cuarenta y cinco años, que tiene
un hijo de seis años y una hija de dos.
Tras el nacimiento de cada uno de sus hijos
solicitó una excedencia laboral de un año cada una para dedicarse a
su cuidado. Para esta persona, la
experiencia de paternidad es fundamental y
determinante en su vida. Vive con
su pareja (médica) y sus dos hijos. Es maestro de primaria, ha trabajado en distintos centros, pero los
últimos doce años lo ha pasado en una
escuela que es pionera en el tema de coeducación. En la escuela es el único hombre junto a diecinueve mujeres.
En
casa el trabajo doméstico es compartido
al 50% entre su pareja y él, aunque él pasa más horas con los niños, dada la actividad de su pareja. Destacan en sus años infantiles y juveniles
vivencias familiares que le han dejado
recuerdos negativos; problemas económicos que hicieron que sus padre vinieran a Euskadi buscando nuevas
salidas laborales y, sobre todo, sus
estudios en el Seminario. También destaca el hecho de que siempre ha vivido rodeado de mujeres fuertes,
tanto en los primeros años de su vida
(madre, abuela), como posteriormente en el trabajo y las relaciones.11 de amistad.
En
los últimos años ha seguido una terapia en la que uno de los aspectos que más ha trabajado es lo
relacionado a su identidad masculina.
Las esferas de trabajo, poder y emociones siempre están imbricadas, sin embargo, es conveniente destacar los
aspectos más significativos de cada una
de ellas, ya que ello permite ver mejor dicha imbricación. En relación al mundo del trabajo, por ejemplo,
señala que su actividad laboral ha sido
durante muchos años algo que exclusivamente le servía para ganar dinero; sin embargo, recientemente, en el
proceso de repensar aspectos generales
de su vida, su actitud ante la profesión ha cambiado y ahora considera que es importante y que “organiza
su vida”. Por otro lado, el ámbito en
que desarrolla su trabajo es un ámbito muy feminizado y este aspecto es muy interesante para la reflexión
en torno a aspectos fundamentales en la
construcción del género.
El
mundo de la educación en las primeras
edades sigue estando en manos de las mujeres y esta persona está inmersa en él y le ha permitido
reflexionar sobre ello, en lo que se
refiere a la necesidad de que se produzca un cambio y que los
hombres cuiden a las criaturas pequeñas,
para que se produzcan cambios en los
modelos de práctica. Lo referente
a la esfera de poder, también presenta interesantes cuestiones tanto en el nivel micro de las
relaciones personales, como en el ámbito
laboral. En el primero, porque él valora la profesión de su compañera como más importante que la suya, en
función del reconocimiento a nivel
social y de la satisfacción que proporciona, lo cual justifica una mayor dedicación. Encontramos aquí una
situación “nueva” en cuanto a lo que han
sido las relaciones de pareja en nuestro ámbito social. Por otro lado, en la escuela donde trabaja, se trata
de un medio en el que son las mujeres
las que tienen el poder; el, a sí mismo, no se considera hábil cuando ha tenido que ejercerlo y, claramente
asocia el poder con lo “masculino” y
señala que “en un mundo en el que la gran mayoría del personal son mujeres, sigue viendo un poco de
masculinidad, al pensar en personas muy
concretas”. También en el sindicato de enseñanza al que pertenece ha sentido cierta marginación por
ser hombre, al plantearse cuestiones
que, supuestamente, eran para discutir entre mujeres.
Es
en el mundo de las emociones, donde aparecen de forma muy evidente las contradicciones de la
trayectoria vital de esta persona en
concreto, pero también de los procesos de cambio en los modelos de
ser hombre. Por una parte, esta persona
hace un discurso diferenciador de lo que
son los hombres y las mujeres y lo reivindica, aunque también hace hincapié:
“En que hay que redefinir qué es lo masculino y lo femenino, que eso yo creo que se irá redefiniendo un poco
sobre la marcha, porque claro, ahora las
mujeres habéis dado un vuelco de la
leche a la historia y yo creo que tanto los hombres como.12 las mujeres... Tampoco tengo yo muy claro qué
tipo de hombre queréis ahora, y no
nosotros no sabemos cómo ser. Eso está
claro” Él se ve a sí mismo
siempre como un hombre especial, débil, que no
le ha gustado el fútbol, que no ha cumplido el estereotipo de
hombre: “Yo nunca me he sentido una
mujer ni he querido serlo y, por otra
parte, ellas (sus amigas feministas) me han dejado bien claro que yo no era una mujer, sobre todo en
esos años en los que las mujeres tenían
necesidad de autoorganizarse y tal”
Señala que en su vida sus modelos han sido tanto el “arquetipo masculino como el femenino”, aunque ha vivido
ante la paradoja de que no se veía con
la capacidad de ser “masculino” y por otro lado, el aspecto “femenino” se ha dado cuenta que era algo de
mentira, vivido a través del
acercamiento al feminismo, que era estar del lado de los débiles. Su
proceso de cambio supone una aceptación
de su masculinidad.
Como
se ha señalado anteriormente la paternidad es un aspecto central en la vida de esta persona. El
ejercicio de esa paternidad le ha
permitido exteriorizar un mundo de emociones y sentimientos que
nunca había experimentado antes, ya que: “Con un crío te permites vivir emociones que
no te permites con los mayores, con tu
compañera o tu mujer, porque tienes que
jugar el papel de no se qué, y encima no quieres que se te vea la dependencia que tienes de ella y las
ganas que tienes de que te acoja y de
que te abrace y de sentirte niño, porque eso lo
tienes interiorizado, pero claro, con un crío si te dejan a solas y si te lo permites...” En la experiencia de esta persona, la
vivencia de las emociones con las
criaturas, fuera del ámbito privado y de la paternidad, es decir, en el mundo escolar, nos permite observar las
representaciones de género que hoy
funcionan en nuestra sociedad. Por ejemplo, el tema del contacto
físico entre un hombre y las niñas y
niños, presenta problemas porque no se asocia
esa imagen de cuidado y atención y de expresión de los sentimientos
y algunas madres y padres llegan a
presentar quejas.
4)
Vidas laborales truncadas
Hemos visto tres ejemplos de nuevas formas de ser hombre
que, de alguna manera, concuerdan con la
preconcepción que tenemos de dichos
modelos. En este caso, un cambio estructural en las relaciones laborales
va a posibilitar la aparición de este
nuevo modelo. En mi opinión, este ejemplo
nos permite apreciar la importancia de tener una visión dinámica de
la práctica social y la relación que se
puede establecer entre cambios
contextuales y cambios individuales a través de las nuevas
socializaciones.
En
la sociedad industrial, una de las características de la vida laboral de un varón ha sido la de que dicha vida
laboral era el eje que estructuraba la
vida de un hombre, desde sus años jóvenes hasta la jubilación. La imagen de un joven que ingresaba en un taller, una
gran fábrica o una profesión
independiente a una edad temprana, en muchas ocasiones siguiendo el camino que había llevado su padre y
antecesores varones, y que permanecía en
ese trabajo hasta avanzada edad, se ha truncado, en muchos casos, con el declive de dicho modelo de organización
laboral industrial tradicional. Algunos
estudios realizados en regiones donde se ha producido el desmantelamiento de zonas industriales en
Inglaterra o Noruega (Wheelock y
Mariussen, 1997) hacen hincapié en las consecuencias que sobre los jóvenes varones tienen esos cambios en la
estructura social, básicamente porque
los modelos en los que se les ha educado desaparecen bruscamente y no tienen salidas laborales que les permita
crear un proyecto de vida propio. Como
consecuencia de ello, la posibilidad de reproducción social en dicha zonas está en peligro.
Algunas
de las zonas de Gipuzkoa en las que se han realizado parte de las entrevistas tienen esas
características de desestructuración. No son
en este caso los jóvenes el objeto de nuestra atención, sino el de
varones de mediana edad que están en una
situación de pre-jubilación. Este es el caso
de muchos varones cuya vida laboral se ha visto truncada y están en
esa situación desde los primeros años de
su cincuentena. En dos de las
entrevistas realizadas aparece esta situación; las dos corresponden
a hombres que vinieron a Gipuzkoa de
otros puntos del Estado español en su
juventud, se establecieron en esas localidades que crecieron rápidamente
en torno al desarrollo industrial de los
cincuenta y sesenta, encontraron un
trabajo en una de esas empresas, se casaron, tuvieron hijos y han hecho
una vida de hombre trabajador clásica
hasta ese momento de la pre-jubilación.
En los dos casos, sus mujeres se han ocupado del trabajo del hogar.
Cuando se les hizo la entrevista llevaban
ya unos cinco o seis años sin trabajar y en
los dos casos están recomponiendo y reestructurando su proyecto de vida.
A través de las palabras de uno de ellos
se aprecian muy bien los cambios en su
socialización y en la del entorno próximo donde viven.
P.
Desde
que estás pre-jubilado me has dicho que te dedicas a la huerta. ¿Ha habido algú n cambio acerca de
cosas que antes tu no hacías en la casa
porque estaban trabajando y que ahora haces?.
R.
Sí. Yo
antes, como andaba muy atareado porque trabajaba, porque normalmente he sido una persona que
cuando trabajaba en la fábrica ocho
horas, salía de la fábrica y me iba a otro sitio a trabajar, entonces, claro, no había tiempo
para nada. Hoy es el día que a mí no me
importa, cuántas veces le digo a la mujer:
`hace buen día, vete a la playa, deja los cacharros y ya los.14 friego yo´. Eso cuando trabajaba no lo he
hecho nunca, barrer tampoco, preparar la
ensalada nunca y hoy lo hago. P. Cuando
lo haces ¿qué sientes?. R. Pues
siento eso, lo que decía antes, me siento una persona más útil todavía; porque si antes me sentía
útil en la fábrica, ahora más útil
todavía y pienso que eso deberían de hacer
muchos y que dejasen de estar tan agobiadas más de una, que dicen que su marido no hace nada en
casa. P. ¿Hay otros ejemplos
que has vivido cercanos de trabajos o tareas
que antes las hacían las mujeres y ahora ves que las hacen los hombres?.
R. Sí. Yo a veces lo he hecho y también veo a más de
uno, hombres pre-jubilados, hacer una
limpieza de un porche, barrer escaleras,
incluso fregar el portal. Eso lo he visto hacer yo. En casa mismo fregar un suelo. P. ¿Cómo ves que lo valoran otra
gente del entorno donde tú vives, de tu
barrio?. R. Yo pienso que lo
valoran bien, incluso comentando: “el mío
también lo podía hacer, que está por ahí dando una vuelta”, “Oh, el mío no, no le mandes hacer eso
que...”. P. ¿Tienes
experiencia también de otros hombres que se ocupan de los niños y de las niñas?. R. Sí, sí. P. ¿Qué es lo que hacen?. R. Pues más o menos lo mismo que
hace cualquier padre de preocuparse de
por dónde anda o qué es lo que hace o qué es lo
que tiene hacer durante el colegio o si hay que ir a hablar con el profesor o con el tutor, pues se
preocupan, sí. Yo he oído, a compañeros
míos que van muy a menudo al colegio a
interesarse de cómo van en los estudios, sin que lo sepan sus hijos.
La
sociedad siempre está en cambio y, para bien o para mal, los proyectos de vida son afectados por los
contextos sociales y, lo que parecía
para siempre, puede terminar bruscamente; las personas buscan
nuevas formas de vida y eligen distintos
caminos. Una mayoría de los componentes
de este nuevo colectivo que son las personas pre-jubiladas son
hombres, observar las estrategias de sus
nuevos itinerarios es, además de muy
interesante, necesario para determinar en que forma surgen nuevas relaciones de género..
Comentario final
Una
vez vistos los cuatro ejemplos de vidas concretas que muestran comportamientos que pueden ser descritos como
innovadores y rompedores con la imagen
del varón “tradicional”, plantearé a modo de conclusión y para el debate, algunas cuestiones que
permitan establecer puntos de conexión
entre la heterogeneidad que representa la plasmación de cuatro casos que, en principio, no mantienen ninguna
relación entre ellos.
El
primer aspecto sobre el que quiero hacer hincapié es sobre lo apuntado anteriormente en relación a si nos
encontramos ante la emergencia de nuevos
modelos en la forma de ser hombre, o si por el contrario, como defenderé personalmente, se trata más bien de
que en la vida de éstas y de otras
personas, aparecen ciertas características y vivencias innovadoras que apuntan a nuevas formas de estar en la
sociedad, pero sin constituir modelos ya
configurados. Se me ocurre que quizá cada uno de los ejemplos aporta un retazo, una pieza de ese hipotético
modelo y que la unión de todas ellas, si
ello fuera posible o deseable, daría el retrato robot de ese comportamiento masculino ideal: la autonomía
presente en el primer ejemplo; el
luchador inconformista del segundo; la búsqueda de nuevos modelos de masculinidad y la ternura en la
expresión de los sentimientos paternos
en el tercero, o la entereza para cambiar actitudes vitales en personas con escasos recursos intelectuales y
económicos, que aparece en el cuarto
ejemplo.
Otro
aspecto a tener en cuenta es la de si en estos ejemplos que hemos analizado se cumplen las premisas
básicas, planteadas en un apartado
anterior, que nos permiten hablar de nuevos modelos o de
comportamientos antisexistas. Como
sucedía con la cuestión anterior, en mi opinión, algunos de los indicadores se cumplen en algunos
casos, pero no en otros. En general,
tanto en los ejemplos aquí presentados como en otros de la investigación realizada, una ideología
progresista se correlaciona con una
actitud positiva al derecho que toda mujer tiene a desarrollar su
propia actividad profesional; junto a
esto, se asume la responsabilidad del reparto
de tareas domésticas, otra cosa es si en la práctica ese reparto es
equitativo. La ideología progresista
lleva también parejo el ser pro-feminista y pro-homosexual, por lo menos a nivel teórico, siendo más
difícil de determinar el nivel de
implicación individual en esa lucha.
En
mi opinión, creo que hay dos de esas premisas que no se plantean o no aparecen, por lo menos de forma clara,
en los cuatro ejemplos vistos aquí ni en
otros de la investigación. La primera está relacionada con la visión dicotómica del mundo en cuanto al ser
hombre y al ser mujer y a los roles que
lleva aparejados cada una de estas categorías; este aspecto es cuestionado en el primero ejemplo, es motivo
de fuerte preocupación en el tercero,
pero tanto en este último como en los otros ejemplos, subsiste un planteamiento en el que lo “femenino” y lo
“masculino” configuran un conjunto de
prácticas y actitudes que son asimiladas a esos dos grandes grupos en los que se piensa está dividido el
mundo: los hombre y las mujeres. En
relación a este tema, planteo que queda mucho camino por recorrer en cuanto a romper ese dualismo y
comenzar a plantear la existencia de una
realidad compuesta por formas múltiples de estar en ella, ruptura que permitiría la posibilidad de que
se visibilicen y hagan realidad esa
variedad de modelos emergentes que aparecen en la actualidad, tanto entre los hombres como entre las
mujeres.
Junto
a lo anterior, otro aspecto de los señalados por Michael Flood (1995): ser pro-masculino en el sentido de
ser positivo respecto a los hombres,
creer que los hombres pueden cambiar y, apoyar los esfuerzos de cada hombre para lograr un cambio positivo,
es algo que tampoco se refleja en los
ejemplos aquí mostrados, ni en el conjunto de la investigación realizada, en cuanto a que se esté dando un
movimiento de este tipo. Por el
contrario, sí que aparecen comentarios relacionados con la necesidad de
que ese movimiento aparezca. En relación
a este tema, hay que tener en cuenta que
ha sido bajo la influencia del Movimiento Feminista que las mujeres han cuestionado su propia forma de estar en
la sociedad, y ello ha actuado como
motor del planteamiento de un cambio en las relaciones de género.
Sin
embargo, no se ha realizado un proceso semejante en los hombres, quizá por las propias características del MF, que
ha alejado a los hombres de su dinámica
interna, sin que surja un movimiento similar entre estos últimos o que incluso integrara a ambos sexos. Hasta aquí una primera parte en cuanto a la
adecuación de los nuevos comportamientos
a las premisas que deberían reunir los nuevos perfiles masculinos. Abordaré ahora cuestiones
relacionadas con los contextos que
rodean estos nuevos perfiles, es decir: ¿hay situaciones que facilitan
la aparición de nuevos comportamientos y
de cambios en las actitudes
masculinas?.
Un
primer aspecto es el de la edad, ya que dados los cambios que en nuestra sociedad se han producido en los
últimos veinticinco años, parecería
lógico plantear la existencia de actitudes de cambio más claras entre los jóvenes; sin embargo, esto no se
confirma en los datos, quizá por las
propias condiciones de vida de esos jóvenes: muchos de los que han participado en el estudio viven todavía en
casa de sus padres y actúan un poco en
función de las normas que allí rigen, aunque sí hay que decir que aparece una actitud de género progresista en
sus expectativas de futuro.
Otro
aspecto a tener en cuenta son los modelos referenciales que han rodeado o rodean la vida de las personas. En
este sentido, hay que destacar que los
jóvenes disponen en la actualidad de más modelos referenciales que los que tuvieron las personas de más edad, y
que esa pluralidad de modelos es
importante ya que tienen, o pueden tener, una gran influencia en los procesos de socialización y en las nuevas
socializaciones. En los ejemplos.17
mostrados anteriormente, la figura de un padre autoritario, o de una
madre sumisa y dependiente aparecen como
negativos, y por el contrario, maestros
en edades tempranas, abuelos con los que hubo cercanía afectiva, o
madres a las que se atribuye la
característica de ser fuerte, son modelos muy
positivos. Los contextos
relacionales también son importantes, tanto en lo que se refiere al mundo de las amistades, como al
de las relaciones de pareja. El
desarrollo de nuevos comportamientos y actitudes que rompen con la
norma se da en determinados entornos y
no en otros.
Por
último, otro contexto que es necesario tener en cuenta es el laboral. Sabemos que hay núcleos laborales
que podemos denominar como duros, en los
que parece más difícil que se desarrollen actitudes y comportamientos distintos al de la
masculinidad hegemónica. Si observamos
los mundos laborales de los ejemplos presentados, nos encontramos con: el mundo del arte, ambiente
intelectual, la enseñanza, y la ruptura
con una actividad laboral muy “masculina”. Podemos así plantear que este tipo de espacios favorecen la
aparición de nuevas formas de
masculinidad. Por otro lado, es importante también tener en cuenta
que estos núcleos duros los encontramos
también en espacios feminizados, como
puede ser el mundo de la enseñanza primaria. Planteo que es necesario conocer los
regímenes de género específicos que
funcionan en cada uno de los espacios laborales, ya que ello nos permite analizar las dificultades para un
cambio profundo en contextos como, por
ejemplo, el educativo.
Como
hemos visto en el tercer ejemplo, es
significativo que en un centro especialmente sensibilizado con la coeducación, de veinte personas diecinueve
sean mujeres; en mi opinión, para que se
produzcan cambios tanto en la socialización de los niños, como en las representaciones de género, sería
necesario cambiar esos modelos, lo cual
no parece que esté sucediendo si tenemos en cuenta la situación laboral actual, en la que una parte importante de las
jóvenes únicamente encuentran trabajos
relacionados con el cuidado y la limpieza, mientras los jóvenes continúan anclados en profesiones
tradicionales.
Es
necesario un cambio profundo en estas dinámicas, ya que de lo contrario, continuará reproduciéndose un
modelo de sociedad dicotómica, con
papeles diferenciados y jerarquizados, que tiene una influencia directa, tanto a nivel macro como micro, en la
posibilidad de que nuevos modelos
masculinos encuentren un ambiente propicio para su desenvolvimiento.
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