domingo, 2 de diciembre de 2012

HOMBRES POR LA IGUALDAD




Nuevos Modelos de Hombre. Emergencia y Contextualización
Carmen Díez Mintegui, Antropóloga Feminista, Profersora de la Universidad del País Vasco

 Introducción 
A finales de los años cuarenta Simone de Beauvoir planteó la  cuestión de que la “mujer no nace, sino que se hace”; pasaron dos décadas  antes de que se comenzara a profundizar en el significado de esa sentencia,  mostrando las distintas formas de ser mujer y la importancia de los  contextos sociales y culturales en dicha configuración. Demostrar que la  biología no es destino, visibilizar la práctica social de las mujeres en  cualquier tiempo y lugar, introducir cambios en la epistemología de las  ciencias, son algunos de los objetivos que la visión crítica feminista de la  ciencia se ha marcado durante las últimas tres décadas, en un proceso que  sigue abierto. 

A pesar de que desde el comienzo de ese proceso se puso en evidencia  la necesidad de tener en cuenta el elemento relacional, es decir, que  solamente entenderíamos la realidad de las mujeres en su relación con la de  los hombres, no es hasta hace aproximadamente una década que se comienza  a plantear de forma sistemática, el análisis de que también “ser hombre” es  el resultado de distintos procesos sociales, y la necesidad de analizar esas  construcciones en el contexto de las realidades complejas en las que surgen.

Mi propia experiencia investigadora refleja dicho proceso; así, a  finales de los años ochenta y en el marco de un proyecto de investigación  sobre el tema mujer y poder 1 , a través de la observación de los juegos  infantiles se reveló de forma clara la importancia de hacer visibles las  estructuras sociales que para la reproducción de la masculinidad  hegemónica existen en nuestra sociedad. El análisis de la organización del  fútbol en Gipuzkoa (Díez, 1996) me permitió profundizar en la  significación e importancia que dichas estructuras han tenido y tienen en  cualquier sociedad de dominio masculino: primero, porque permiten que el  conjunto de los varones se erija de forma prepotente sobre el conjunto de  las mujeres, pero también, porque sirven para instituir un modelo de  masculinidad hegemónica que actuará como referente, en el sentido que  Antonio Gramsci dio al concepto de hegemonía, es decir, una dinámica  cultural a través de la cual un grupo construye y sostiene una posición de  liderazgo en la vida social. Ese modelo de masculinidad hegemónica, al  actuar como referente principal, hace que los varones que no actúan y se  identifican con él, se vean a sí mismos y sean vistos por los demás como  “diferentes”, estableciéndose distintas formas de relación entre dicha  masculinidad hegemónica y otras masculinidades, relaciones que podrán ser  de subordinación, complicidad o marginación (Connell, 1995).
1 Dentro del subproyecto “la socialización para el no poder: aspectos antropológicos”,  dirigido por la antropóloga Teresa del Valle, y enmarcado en el proyecto de la CAYCIT  “Mujer y poder (1987-1990), que tenía a la filósofa Celia Amorós como directora  general.

También en otro estudio, al analizar los procesos de vida de las  mujeres insertas en el mercado laboral, en su tránsito y articulación entre la  actividad pública y privada, pude observar que las relaciones de género más  igualitarias, en el nivel micro de las relaciones domésticas, aparecían en  situaciones en las que ambos miembros de la pareja presentaban perfiles  similares en cuanto a actividad profesional y actitudes y proyectos de vida  (Díez, 1993). Más adelante, al profundizar en las relaciones de esas parejas,  a través del análisis de las estrategias “dentro” y “entre” grupos domésticos  (Díez, 1996), se confirmaban las observaciones anteriores y se hacía  evidente la necesidad de contextualizar dichas relaciones de género en  lugares, tiempos y personas concretas, para avanzar en el conocimiento de  las causas que producen formas de relación más igualitarias entre las  personas.  Ha sido, finalmente, el marco de una investigación titulada:  “Modelos emergentes en los sistemas y relaciones de género: nuevas  socializaciones y políticas de implementación” 2 , realizada durante los años  1997-1999, el soporte teórico y metodológico básico que me permite  presentar hoy aquí una serie de comentarios y propuestas que nos permitan  profundizar en las características de los nuevos modelos de ser hombre que  aparecen hoy en nuestra sociedad.

Comentarios sobre la aproximación teórica 
Hablar de nuevos modelos de hombre, en nuestra contexto cultural,  supone partir de la profunda dicotomía que presenta lo que se considera es  lo “femenino” y lo “masculino”. Sabemos que la masculinidad y la  feminidad no son un conjunto de características fijas e inamovibles, sino  que son algo dinámico y en continua construcción, sin embargo, a nivel  social persiste el convencimiento de que son dos tipos de comportamientos  diferenciados que se identifican con dos grandes grupos, los hombres y las  mujeres. Esas dos formas de “comportamiento” constituyen el eje sobre el  cual se evalúa la conducta de las personas. Somos lo que hacemos, y nuestra  imagen corporal y nuestra conducta, desde nuestra mas tierna infancia hasta  nuestros años de vejez, es identificada con un comportamiento “femenino”  o “masculino”, básicamente para sancionar lo que no se considera es  apropiado para un “hombre” o una “mujer”. 

2 “Proyecto MEC 115.230-IMO1/97, III Plan Nacional de Investigación Científica y  Desarrollo Tecnológico y de acuerdo al Programa Sectorial de Estudios de las Mujeres  y del Género. Equipo: Teresa del Valle (Directora), José Miguel Apaolaza, Francisca  Arbe, Josepa Cucó, Carmen Díez, Mari Luz Esteban, Felipa Etxeberria, Virginia  Maquieira..

En este sentido, es importante tener presente el hecho de que en las  sociedades en las que la feminidad y la masculinidad guían la organización  y producción de una forma definida de ser “hombres” o “mujeres”, dicha  masculinidad y feminidad son proyectos de género y el conjunto de la  práctica social está encaminada a la construcción de los mismos (Connell,  1997). Dicha construcción se realiza a través del modelado de los cuerpos –  continente y contenido- de las personas, es decir, las formas corporales y  sus envolturas, los movimientos, las emociones, los sentimientos, los  deseos y los proyectos vitales y profesionales serán dirigidos y  organizados, aunque no determinados, por la práctica social.  Pero la práctica social es activa y cambiante y por lo tanto compleja,  y tratar de aprehenderla y hacerla explícita no es tarea fácil, cuando se trata  de señalar aquellos aspectos que muestran los cambios en las condiciones  sociales y la forma en que emergen y/o se hacen visibles nuevos modelos de  “hombres” o, en su caso, de mujeres.  La estrategia metodológica utilizada en nuestra investigación sobre  modelos emergentes 3 ha sido la de articular, desde una visión dialéctica, la  perspectiva sistémica de las relaciones de género con el estudio de la  práctica o acción humana, tratando de comprender tanto la forma como se  produce y se reproduce la estructura social en general y el sistema de  género dentro de esa estructura, como el por qué se dan los procesos de  cambio, cambio en el que las y los actores sociales deben ser tenidos en  cuenta como protagonistas principales.  Dado que el concepto de género es polisémico y polémico, conviene  hacer alguna matización en cuanto a su utilización en esta ponencia. Si bien  la separación que la perspectiva crítica feminista planteó entre sexo y  género fue un paso importante para discernir entre lo que es biología y lo  que es producto de una cultura específica, hoy no hay duda de que dicha  separación comporta problemas y puede hacer del género un concepto  ahistórico y acrítico, configurador de identidades que pueden llegar a ser  tanto o más esencialistas que las que se piensan provienen de  especificidades biológicas (Haraway, 1991). Desde este supuesto, el  planteamiento que aquí subyace al hablar de “sistemas de género”, es el de  ver dichos entramados como sistemas de poder que organizan el orden  social, sistemas dinámicos situados en tiempos y espacios concretos, donde  las relaciones entre las personas y los sexos cambian en relación a los  cambios que se producen en las variables materiales y simbólicas (Esteban  y Díez, 1999).  También desde una perspectiva crítica de las teorías categoriales o de  los roles sexuales, el sociólogo Connell (1996) insiste en que el género es  algo mas que un rasgo individual conectado con una diferencia corporal y hace hincapié en que nos enfrentamos a una práctica social elaborada, muy  efectiva y con poder, a través de la cual la conducta de la vida diaria está  organizada en relación a la “arena reproductiva”, concepto que abarca la  totalidad de los espacios sociales, desde lo micro a lo macro, atravesando  las relaciones de poder, económicas y emocionales.

Se hace así necesario ir  más allá de planteamientos dicotómicos y abordar el análisis desde una  perspectiva que tenga en cuenta la pluralidad de formas y comportamientos  que aparecen en la realidad social, tratando de mantener la tensión entre la  influencia que un sistema de género concreto tiene en la reproducción de  desigualdades y las diferentes respuestas y situaciones de las personas.  Siguiendo la sistematización que hace Connell (1987) al abordar la  complejidad que presenta la estructura interna del género, en el análisis de  modelos emergentes se han distinguido tres estructuras: trabajo, poder y  emociones, a través de las cuales se han organizado tanto las unidades de  análisis como la elaboración del guión que se utilizó en las entrevistas en  profundidad que se realizaron 4 . Por otro lado, la práctica de las y los  actores sociales se ha tenido en cuenta a través de un elemento relevante  como es la socialización, ya que es a través de los procesos de socialización  que se incorporan e interiorizan los significados, valores y prácticas de un  contexto socio cultural concreto.  Algunas cuestiones relevantes que han estado presentes en el marco  teórico que guió la investigación sobre modelos emergentes deben de ser  tenidas en cuenta en torno al concepto de socialización. Una de ellas es el  cuestionamiento que hacemos del hecho de entender la socialización como  un proceso decisivo que se da a edades tempranas, para plantear un  concepto de socialización en la que ésta es vista como un proceso que  transcurre a lo largo de la vida de las personas y en el cual las “nuevas  socializaciones” son el eje fundamental sobre el que se construyen nuevas  relaciones de género (del Valle, 1992). Otra cuestión, relacionada con la  anterior, pero que presenta matices diferenciados, se refiere al hecho de que  es necesario dejar de ver el proceso de socialización como un camino único  que produce un determinado tipo de persona, para pasar a ver dicho proceso  como algo abierto a las distintas posibilidades o constricciones que surjan  en el entorno de dicha persona.  Así, por ejemplo, se puede hablar de una socialización para la  continuidad y una socialización para el cambio (Díez, 1993), al observar  como muchas de las mujeres que fueron educadas en las pautas restrictivas  y tradicionales de la España franquista, décadas de los años cincuenta y  sesenta, se transformaron en feministas activas y decidieron romper con la  imagen tradicional de mujer ligada exclusivamente a la maternidad y al  cuidado, para incorporarse a las esferas profesionales. 
4 35 entrevistas, cuatro de ellas a grupos (jóvenes –mixta-, hombres de mediana edad y  mujeres mayores), el resto individuales: 14 a hombres y 17 mujeres, divididas en tres  categorías según la edad (jóvenes, adultas/os y mayores), de distintas clases sociales  (baja, alta y media) y seleccionadas también sobre la base de la ideología (derecha e  izquierda)..
También en lo que concierne a los hombres, algunos estudios que han  analizado la construcción del género entre los jóvenes, plantean que entre  éstos aparecen en la actualidad tres tipos de identidades: el tradicional  masculino, el feminista y el acomodaticio o pragmático, siendo este último  el más extendido de todos (Ortega, 1993). Si bien el autor de dicho estudio  señala sobre estos últimos que “se trata de un tipo poco definido, de  naturaleza oportunista y que se orienta en un sentido u otro en virtud de la  ideología y la mentalidad del contexto social” (ibidem: 49-50), definición –  en mi opinión- un tanto despectiva, creo que esa actitud de los jóvenes es  abierta y está en consonancia con la realidad social del momento.
Si  tenemos en cuenta que han sido básicamente las mujeres las que han  cuestionado su identidad de “ser mujer” y que los hombres deberán realizar,  o están realizando, un recorrido semejante (Arraiza, 1998), solamente desde  una perspectiva que ve la identidad y la socialización como algo cerrado y  ya configurado en un momento de la vida como es la juventud, se puede  hacer esa definición.  Desde esta perspectiva, se propone un planteamiento dialéctico que  contemple a la vez el análisis de un determinado sistema o situación social  y la práctica de los y las actores sociales; este planteamiento permite  observar cómo se da la interacción entre el sistema general y la situación de  dichos actores sociales. A partir de compaginar las esferas de trabajo, poder  y emociones, con los niveles básicos en los que se divide la práctica social,  desde el más general al individual, es decir, del macro al micro (Saltzman,  1992), se trata de situar la trayectoria de una persona a través de las  conexiones que se establecen entre distintos momentos y situaciones a lo  largo de su ciclo vital, obteniendo así una panorámica general y a la vez  concreta de dicha trayectoria y vivencias, en un contexto social concreto. 

Nuevos modelos de hombres 

Un modelo es un constructo que tiene entidad y peso referencial y en  ciertos casos normativo. Díaz Martínez (1996) los define como “una forma  de abstracción que representa las coincidencias en las prácticas, valores y  modos de autopercibirse de un conjunto de individuos de un determinado  grupo social o una muestra determinada diseñada de acuerdo a determinadas  variables. Estos modelos se revelan por su contraste con otros, es decir, que  los modelos se revelan a través de sus diferencias mutuas” (ibidem, 96).  A partir de esta definición de modelo, está claro que a un nivel  general puede hablarse de nuevos modelos de hombres, aspecto que es  corroborado por las personas de más edad que pueden establecer  comparaciones entre la realidad de los años cincuenta, sesenta o incluso.6  setenta y la actual, en aspectos relacionados con las tareas de cuidado o  domésticas: “Antes un hombre con un crío, es que estaba mal visto, no era  un hombre, era un homosexual. Ver a un hombre tender la ropa, hoy lo ves  como lo más normal”5 , “Hoy los hombres son de otra manera”6 . Ahora bien,  estas tendencias observables a nivel general son difíciles de concretar en la  generalidad y complejidad que presentan la vida de las personas reales. Por  un lado, porque se trata de definir nuevas experiencias que están en  proceso, por otro, y esto es más importante que lo anterior, porque como  muy bien ha señalado, por ejemplo, Xabier Odriozola 7 , porque no hay un  modelo de masculinidad, lo mismo que no hay un modelo de feminidad:  “Badakigu gizonak nolakoak ez diren izan behar: justu imposatu dizkiguten  rol horiei erantzun gabe gelditzen bagara nahiko gizontasun eredu polita  emango genuke. Baina, nik uste dut ezin dela definitu, zehaztu, gizonok  nolakoak izan behar dugun; ez du zentzu gehiegerik”8 .
 A pesar de estos problemas, es evidente que tanto desde una  perspectiva general, como a la hora de seleccionar personas concretas por el  equipo de investigación, al hablar de nuevos modelos de hombre se tienen  en mente una serie de características, un perfil, a través del cual  identificamos una nueva forma de estar en la sociedad. Los indicadores  señalados en relación a un trabajo anterior, por una de los miembros del  equipo, son válidos para definir ese perfil imaginario de “hombre nuevo”9 :  1) aquel que ha roto en la teoría y en la práctica con las formas de  pensamiento y comportamiento clásicas, según las cuales hombres y  mujeres tienen que desempeñar roles diferentes y ocupar espacios y  jerarquías diferentes, 2) que se responsabiliza de las tareas y  responsabilidades del ámbito privado igual que las mujeres, 3) que es  autosuficiente en cuanto a su subsistencia, y 4) que se compromete  individual y socialmente en permitir que las mujeres cercanas puedan  gestionar sus vida autónomamente y ocupar puestos de responsabilidad  (Esteban 1998). 
También algunos movimientos de hombres apuntan una serie de  principios orientadores para hombres antisexistas. Para Michael Flood  (1995) de Australia, esos tres principios son: 1) ser pro-masculino, lo cual  significa ser positivo respeto a los hombres; creer que los hombres pueden  cambiar y, apoyar los esfuerzos de cada hombre por lograr un cambio  positivo. 2) ser pro-feminista, es decir, comprometerse a desafiar la  opresión de las mujeres, el sexismo y la injusticia por razón de género. 3)  ser pro-homosexual y desafiar la homofobia y el prejuicio y la opresión  contra las personas homosexuales. 
5 Mujer mayor, clase baja, conservadora. 
6 Mujer Mayor, clase baja, progresista. 
7 “Laguntza-gizon taldeak Euskal Herrian. Bergara 
8 “Sabemos cómo no tienen que ser los hombres: si no respondemos a los roles que se  nos han impuesto seríamos ya un buen modelo. Pero creo que no se puede definir, de  forma clara, como debemos de ser los hombres, no tiene sentido”, (ZABALIK,  IKUSMIRA GIZARTEA, 2000.eko martxoaren 18tik 19ra). 
9 Aunque en su momento fue utilizada por la autora, la expresión “hombre nuevo” no es  la más adecuada para el tema que nos ocupa, y puede causar equívocos ya que es  generalmente utilizada por la Iglesia o por grupos masculinos que reclaman la vuelta a  un ideal de masculinidad que se supone se ha perdido..
Desde estas premisas generales, presentaré cuatro ejemplos de lo que  podemos denominar “nuevos modelos”, a través de la descripción de las  trayectorias vitales de algunos de los hombres que participaron en nuestro  estudio. Tres de las entrevistas –las que corresponden a los tres primeros  ejemplos-, fueron seleccionadas específicamente por reunir características  de esos nuevos perfiles, no así las del último ejemplo, que pertenecen al  grupo de los que definimos como gente “normal”. Una cuestión a plantear y  discutir es la de si en realidad nos encontramos ante la emergencia y  generalización de ciertas características de modelos emergentes o nuevos  modelos, que ya existían anteriormente, pero con poco o nula proyección  pública. 

1 ) La independencia como valor  Se eligió a esta persona como informante por considerarle un “modelo  alternativo de hombre”, desde el punto de vista de lo que definiríamos como  modelo “tradicional”: trabajo en un ámbito laboral considerado masculino;  padre de familia que no comparte el trabajo doméstico; diferenciación entre  los lugares que corresponden a hombres y mujeres.  Se trata de una persona de treinta y seis años, que trabaja en el  mundo del teatro como actor, escritor, enseñante o director y que procede  de una familia numerosa (cinco hermanas y dos hermanos), de clase  acomodada.
En la actualidad vive solo en una gran ciudad española; en  otras épocas de su vida ha vivido en pareja o con otra gente o amigos;  también en el extranjero.  La opinión de esta persona en relación a la existencia en la actualidad  de nuevos modelos en hombres y también en mujeres es positiva, y su  descripción de esos modelos es clara. En el caso de los hombres sería: 
“Un hombre que es independiente y autónomo en todos los  sentidos, es decir, que es capaz de llevar su casa, que es capaz  de trabajar, que es capaz de no depender de una relación... de  no tener una relación para que le hagan las cosas de casa, que  hay muchos que conozco, de ser capaz de tener relaciones con  otros hombres si le interesa, que hay muchas gente que lo hace.  Yo creo que eso es una cosa más generalizada ahora que antes.  En ese sentido sí. No es que no lo haya habido nunca, claro que  lo ha habido, pero de una manera tan clara como ahora quizás  no. También, hombres que se preparan más el aspecto físico,.8  que evidentemente también lo había antes, pero ahora es más  generalizado” 
A través de la entrevista y al analizar su proceso de socialización,  puede verse que era un niño diferente, introvertido, reservado, al que no le  gustaba el fútbol y cosas de niños; al que los frailes (jesuitas) presionaban  para que se comportara como los otros niños. Señala que en casa no sucedió  así y que al ser el único niño durante mucho tiempo, fue muy mimado por  sus hermanas; a lo largo de su vida es una persona que puede decirse ha  vivido rodeado de mujeres. Reconoce que el mundo de teatro le ha servido  para resocializarse y pasar de ser un niño introvertido y reservado, a ser una  persona muy sociable.  La independencia, tanto en su actividad laboral como en su vida  personal y en sus relaciones; así como la importancia que da a su espacio  privado, son elementos que aparecen con fuerza en su entrevista. Desde la  perspectiva del mundo profesional en que se mueve, cree que en el mundo  del teatro hombres y mujeres tienen las mismas oportunidades. Igualmente,  cree que no hay diferencias en la forma de ejercer el poder, el liderazgo  entre hombres y mujeres, sino que ello tiene que ver con las diferencias de  carácter entre las personas. En lo relativo al apartado de las emociones, se  muestra muy reservado y con un gran control de su vida afectiva, sobre la  cual indica que cada vez es “más drástico” y que “ahora no aguanta ni  media”, cuando se trata de vivir en relación.  Estaríamos ante una persona que asegura no establecer diferencias  entre como son o le gustan los hombres y las mujeres, y a la que dice le  gustan las personas que tienen unas determinadas características,  independientemente de su sexo; la descripción que hace de cómo le gustan  las personas no aparece marcada genéricamente: 
“Me gusta que las personas tengan una visión de las cosas  determinada, que tengan una concepción del mundo, buena o  mala, me da igual, pero que tengan alguna, que tengan sentido  del humor. Me gusta la sinceridad, pero siempre y cuando sea  una sinceridad que sabes que no va a molestar, bueno no se  puede ser sincero siempre, desgraciadamente, pero lo más  posible. Me gusta que sean independientes”

 2) Intelectual, activista y contestatario  
En esta ocasión se trata de una persona nacida a finales de los años  treinta, en un pueblo cuya actividad económica definidora es la agricultura  y en una casa de pequeños terratenientes que disfrutaban de una situación  acomodada, donde se vivía un ambiente muy autoritario, un padre muy  autoritario, “un auténtico falangista” como el mismo entrevistado señala..9  Tras hacer una licenciatura en España, a finales de los años cincuenta se  traslada a otros países europeos y cursa estudios en ciencias sociales. Tras  su regreso, a mediados de los años sesenta, comienza su actividad  investigadora y activista, en torno a distintos temas relacionados con la  pobreza o el medio ambiente.
En la fecha en que se realizó la entrevista era  profesor de una universidad pública.  Se casó a los treinta años y se separó ocho años más tarde; la pareja  tenía dos hijas de siete y cinco años respectivamente. Aunque en un primer  momento fue la madre la que se quedó con las hijas, a los dos o tres meses  de la separación ella decidió que iba a rehacer su vida y las niñas fueron a  vivir con él hasta que se han independizado recientemente con veintiséis o  veintisiete años. Es así un hombre que se ha ocupado del cuidado integral  de sus dos hijas durante quince años, durante los cuales ha habido épocas de  especial intensidad y dedicación por la enfermedad de una de ellas. Dice  que desde su separación ha tenido “muchos amores” y que la mayoría han  sido relaciones efímeras y algunas más estables. No tenía pareja en el  momento de la entrevista. 
La posibilidad de poder observar desde hoy las vivencias y  trayectoria vital de esta persona, enmarcadas en el contexto de la segunda  mitad del siglo veinte, nos permite hablar de un hombre que no ha hecho  una carrera profesional “clásica” en un hombre de esa edad. Aunque el  trabajo signifique para él un elemento central en su vida, tanto como  vehículo para la realización de sus ideales sociales, como en la producción  de la identidad personal, su profesión no ha sido y no la considera una  fuente de riqueza o de poder, aunque sí de legitimidad social. Se muestra  muy crítico con el mundo de la Universidad, lugar en el que dice es el único  el que ha sentido la alienación en el trabajo; no saber si lo que haces sirve  para algo.  Estamos ante una persona que ha luchado toda su vida por superar  una socialización temprana autoritaria, tanto en el contexto social más  amplio –franquismo-, como familiar; su ideario y planteamiento de vida es  libertario tanto en el plano familiar como profesional.
El cuidado y  responsabilidad de sus hijas, supuso una “nueva socialización” (del Valle,  1992) en su vida en la que ha aprendido “lo que hace una madre”, a la vez  que a experimentar “lo que suelen hacer los hombres que se separan, que se  van y se desentienden”. Esta experiencia de cuidado de las hijas le ha  proporcionado un campo de emociones normalmente vedado a los hombres  de su edad.  Esta persona dice no establecer una distinción entre lo femenino y lo  masculino, ya que se ve a sí mismo haciendo: 
“papeles femeninos de madre, de amiga, de confidente de mis  hijas, o de llevar la casa, o de bajar a la compra, pues es que yo.10  vivo como se suponía que vivía una mujer”, y que “sólo ha  hecho una discriminación y al revés y es que no he querido  tener nunca ni mujer de la limpieza, ni secretaria”. 
Sin embargo, la fuerte influencia que desde el plano social tienen los  proyectos de género de mujeres y hombres, aparece claramente en la forma  en que esta persona se ve a sí misma: 
“como una `madre’, como un hombre que ha hecho el papel de  una mujer; una especie de madre soltera, una mujer cabeza de  hogar monoparental, pero sin el contenido afectivo y emocional  que es muy importante en las mujeres y que yo he reprimido”;  “en mi caso sería una falsa mujer que he rechazado los  elementos emocionales”. 
Es interesante la paradoja que nos presenta este informante, ya que  nos encontramos con una persona que en general diríamos es muy masculina  y que se ha movido en ambientes muy masculinos, pero que es una persona  progresista que ha aceptado el papel de “madre” y todo lo que ello lleva  consigo. En el momento en que se hizo la entrevista, esta persona estaba  replanteándose su vida al haberse emancipado sus hijas y por la reciente  muerte de su madre. Su gran preocupación en esos momentos era la de  desintoxicarse de su adición al trabajo, al activismo, que nunca lo había  visto como tal, pero que en este momento opina que no es bueno. 

3) Padre responsable
 Hablamos de un hombre de cuarenta y cinco años, que tiene un hijo  de seis años y una hija de dos. Tras el nacimiento de cada uno de sus hijos  solicitó una excedencia laboral de un año cada una para dedicarse a su  cuidado. Para esta persona, la experiencia de paternidad es fundamental y  determinante en su vida.  Vive con su pareja (médica) y sus dos hijos. Es maestro de primaria,  ha trabajado en distintos centros, pero los últimos doce años lo ha pasado  en una escuela que es pionera en el tema de coeducación. En la escuela es el  único hombre junto a diecinueve mujeres.
En casa el trabajo doméstico es  compartido al 50% entre su pareja y él, aunque él pasa más horas con los  niños, dada la actividad de su pareja.  Destacan en sus años infantiles y juveniles vivencias familiares que  le han dejado recuerdos negativos; problemas económicos que hicieron que  sus padre vinieran a Euskadi buscando nuevas salidas laborales y, sobre  todo, sus estudios en el Seminario. También destaca el hecho de que  siempre ha vivido rodeado de mujeres fuertes, tanto en los primeros años de  su vida (madre, abuela), como posteriormente en el trabajo y las relaciones.11  de amistad.
En los últimos años ha seguido una terapia en la que uno de los  aspectos que más ha trabajado es lo relacionado a su identidad masculina.  Las esferas de trabajo, poder y emociones siempre están imbricadas,  sin embargo, es conveniente destacar los aspectos más significativos de  cada una de ellas, ya que ello permite ver mejor dicha imbricación. En  relación al mundo del trabajo, por ejemplo, señala que su actividad laboral  ha sido durante muchos años algo que exclusivamente le servía para ganar  dinero; sin embargo, recientemente, en el proceso de repensar aspectos  generales de su vida, su actitud ante la profesión ha cambiado y ahora  considera que es importante y que “organiza su vida”. Por otro lado, el  ámbito en que desarrolla su trabajo es un ámbito muy feminizado y este  aspecto es muy interesante para la reflexión en torno a aspectos  fundamentales en la construcción del género.
El mundo de la educación en  las primeras edades sigue estando en manos de las mujeres y esta persona  está inmersa en él y le ha permitido reflexionar sobre ello, en lo que se  refiere a la necesidad de que se produzca un cambio y que los hombres  cuiden a las criaturas pequeñas, para que se produzcan cambios en los  modelos de práctica.  Lo referente a la esfera de poder, también presenta interesantes  cuestiones tanto en el nivel micro de las relaciones personales, como en el  ámbito laboral. En el primero, porque él valora la profesión de su  compañera como más importante que la suya, en función del reconocimiento  a nivel social y de la satisfacción que proporciona, lo cual justifica una  mayor dedicación. Encontramos aquí una situación “nueva” en cuanto a lo  que han sido las relaciones de pareja en nuestro ámbito social. Por otro  lado, en la escuela donde trabaja, se trata de un medio en el que son las  mujeres las que tienen el poder; el, a sí mismo, no se considera hábil  cuando ha tenido que ejercerlo y, claramente asocia el poder con lo  “masculino” y señala que “en un mundo en el que la gran mayoría del  personal son mujeres, sigue viendo un poco de masculinidad, al pensar en  personas muy concretas”. También en el sindicato de enseñanza al que  pertenece ha sentido cierta marginación por ser hombre, al plantearse  cuestiones que, supuestamente, eran para discutir entre mujeres. 
Es en el mundo de las emociones, donde aparecen de forma muy  evidente las contradicciones de la trayectoria vital de esta persona en  concreto, pero también de los procesos de cambio en los modelos de ser  hombre. Por una parte, esta persona hace un discurso diferenciador de lo  que son los hombres y las mujeres y lo reivindica, aunque también hace  hincapié:  “En que hay que redefinir qué es lo masculino y lo femenino,  que eso yo creo que se irá redefiniendo un poco sobre la  marcha, porque claro, ahora las mujeres habéis dado un vuelco  de la leche a la historia y yo creo que tanto los hombres como.12  las mujeres... Tampoco tengo yo muy claro qué tipo de hombre  queréis ahora, y no nosotros no sabemos cómo ser. Eso está  claro”  Él se ve a sí mismo siempre como un hombre especial, débil, que no  le ha gustado el fútbol, que no ha cumplido el estereotipo de hombre:  “Yo nunca me he sentido una mujer ni he querido serlo y, por  otra parte, ellas (sus amigas feministas) me han dejado bien  claro que yo no era una mujer, sobre todo en esos años en los  que las mujeres tenían necesidad de autoorganizarse y tal”  Señala que en su vida sus modelos han sido tanto el “arquetipo  masculino como el femenino”, aunque ha vivido ante la paradoja de que no  se veía con la capacidad de ser “masculino” y por otro lado, el aspecto  “femenino” se ha dado cuenta que era algo de mentira, vivido a través del  acercamiento al feminismo, que era estar del lado de los débiles. Su proceso  de cambio supone una aceptación de su masculinidad. 

Como se ha señalado anteriormente la paternidad es un aspecto  central en la vida de esta persona. El ejercicio de esa paternidad le ha  permitido exteriorizar un mundo de emociones y sentimientos que nunca  había experimentado antes, ya que:  “Con un crío te permites vivir emociones que no te permites  con los mayores, con tu compañera o tu mujer, porque tienes  que jugar el papel de no se qué, y encima no quieres que se te  vea la dependencia que tienes de ella y las ganas que tienes de  que te acoja y de que te abrace y de sentirte niño, porque eso lo  tienes interiorizado, pero claro, con un crío si te dejan a solas y  si te lo permites...”  En la experiencia de esta persona, la vivencia de las emociones con  las criaturas, fuera del ámbito privado y de la paternidad, es decir, en el  mundo escolar, nos permite observar las representaciones de género que hoy  funcionan en nuestra sociedad. Por ejemplo, el tema del contacto físico  entre un hombre y las niñas y niños, presenta problemas porque no se asocia  esa imagen de cuidado y atención y de expresión de los sentimientos y  algunas madres y padres llegan a presentar quejas. 

4) Vidas laborales truncadas
 Hemos visto tres ejemplos de nuevas formas de ser hombre que, de  alguna manera, concuerdan con la preconcepción que tenemos de dichos  modelos. En este caso, un cambio estructural en las relaciones laborales va  a posibilitar la aparición de este nuevo modelo. En mi opinión, este ejemplo  nos permite apreciar la importancia de tener una visión dinámica de la  práctica social y la relación que se puede establecer entre cambios  contextuales y cambios individuales a través de las nuevas socializaciones. 
En la sociedad industrial, una de las características de la vida laboral  de un varón ha sido la de que dicha vida laboral era el eje que estructuraba  la vida de un hombre, desde sus años jóvenes hasta la jubilación. La imagen  de un joven que ingresaba en un taller, una gran fábrica o una profesión  independiente a una edad temprana, en muchas ocasiones siguiendo el  camino que había llevado su padre y antecesores varones, y que permanecía  en ese trabajo hasta avanzada edad, se ha truncado, en muchos casos, con el  declive de dicho modelo de organización laboral industrial tradicional.  Algunos estudios realizados en regiones donde se ha producido el  desmantelamiento de zonas industriales en Inglaterra o Noruega (Wheelock  y Mariussen, 1997) hacen hincapié en las consecuencias que sobre los  jóvenes varones tienen esos cambios en la estructura social, básicamente  porque los modelos en los que se les ha educado desaparecen bruscamente y  no tienen salidas laborales que les permita crear un proyecto de vida propio.  Como consecuencia de ello, la posibilidad de reproducción social en dicha  zonas está en peligro. 
Algunas de las zonas de Gipuzkoa en las que se han realizado parte  de las entrevistas tienen esas características de desestructuración. No son  en este caso los jóvenes el objeto de nuestra atención, sino el de varones de  mediana edad que están en una situación de pre-jubilación. Este es el caso  de muchos varones cuya vida laboral se ha visto truncada y están en esa  situación desde los primeros años de su cincuentena. En dos de las  entrevistas realizadas aparece esta situación; las dos corresponden a  hombres que vinieron a Gipuzkoa de otros puntos del Estado español en su  juventud, se establecieron en esas localidades que crecieron rápidamente en  torno al desarrollo industrial de los cincuenta y sesenta, encontraron un  trabajo en una de esas empresas, se casaron, tuvieron hijos y han hecho una  vida de hombre trabajador clásica hasta ese momento de la pre-jubilación.  En los dos casos, sus mujeres se han ocupado del trabajo del hogar. Cuando  se les hizo la entrevista llevaban ya unos cinco o seis años sin trabajar y en  los dos casos están recomponiendo y reestructurando su proyecto de vida. A  través de las palabras de uno de ellos se aprecian muy bien los cambios en  su socialización y en la del entorno próximo donde viven. 
P. Desde que estás pre-jubilado me has dicho que te dedicas a la  huerta. ¿Ha habido algú n cambio acerca de cosas que antes tu no  hacías en la casa porque estaban trabajando y que ahora haces?.  R. Sí. Yo antes, como andaba muy atareado porque trabajaba,  porque normalmente he sido una persona que cuando trabajaba  en la fábrica ocho horas, salía de la fábrica y me iba a otro sitio  a trabajar, entonces, claro, no había tiempo para nada. Hoy es  el día que a mí no me importa, cuántas veces le digo a la mujer:  `hace buen día, vete a la playa, deja los cacharros y ya los.14  friego yo´. Eso cuando trabajaba no lo he hecho nunca, barrer  tampoco, preparar la ensalada nunca y hoy lo hago.  P. Cuando lo haces ¿qué sientes?.  R. Pues siento eso, lo que decía antes, me siento una persona  más útil todavía; porque si antes me sentía útil en la fábrica,  ahora más útil todavía y pienso que eso deberían de hacer  muchos y que dejasen de estar tan agobiadas más de una, que  dicen que su marido no hace nada en casa.  P. ¿Hay otros ejemplos que has vivido cercanos de trabajos o tareas  que antes las hacían las mujeres y ahora ves que las hacen los  hombres?.  R. Sí. Yo a veces lo he hecho y también veo a más de uno,  hombres pre-jubilados, hacer una limpieza de un porche, barrer  escaleras, incluso fregar el portal. Eso lo he visto hacer yo. En  casa mismo fregar un suelo.  P. ¿Cómo ves que lo valoran otra gente del entorno donde tú vives,  de tu barrio?.  R. Yo pienso que lo valoran bien, incluso comentando: “el mío  también lo podía hacer, que está por ahí dando una vuelta”,  “Oh, el mío no, no le mandes hacer eso que...”.  P. ¿Tienes experiencia también de otros hombres que se ocupan de  los niños y de las niñas?.  R. Sí, sí.  P. ¿Qué es lo que hacen?.  R. Pues más o menos lo mismo que hace cualquier padre de  preocuparse de por dónde anda o qué es lo que hace o qué es lo  que tiene hacer durante el colegio o si hay que ir a hablar con  el profesor o con el tutor, pues se preocupan, sí. Yo he oído, a  compañeros míos que van muy a menudo al colegio a  interesarse de cómo van en los estudios, sin que lo sepan sus  hijos. 
La sociedad siempre está en cambio y, para bien o para mal, los  proyectos de vida son afectados por los contextos sociales y, lo que parecía  para siempre, puede terminar bruscamente; las personas buscan nuevas  formas de vida y eligen distintos caminos. Una mayoría de los componentes  de este nuevo colectivo que son las personas pre-jubiladas son hombres,  observar las estrategias de sus nuevos itinerarios es, además de muy  interesante, necesario para determinar en que forma surgen nuevas  relaciones de género..

 Comentario final 
Una vez vistos los cuatro ejemplos de vidas concretas que muestran  comportamientos que pueden ser descritos como innovadores y rompedores  con la imagen del varón “tradicional”, plantearé a modo de conclusión y  para el debate, algunas cuestiones que permitan establecer puntos de  conexión entre la heterogeneidad que representa la plasmación de cuatro  casos que, en principio, no mantienen ninguna relación entre ellos. 
El primer aspecto sobre el que quiero hacer hincapié es sobre lo  apuntado anteriormente en relación a si nos encontramos ante la emergencia  de nuevos modelos en la forma de ser hombre, o si por el contrario, como  defenderé personalmente, se trata más bien de que en la vida de éstas y de  otras personas, aparecen ciertas características y vivencias innovadoras que  apuntan a nuevas formas de estar en la sociedad, pero sin constituir  modelos ya configurados. Se me ocurre que quizá cada uno de los ejemplos  aporta un retazo, una pieza de ese hipotético modelo y que la unión de todas  ellas, si ello fuera posible o deseable, daría el retrato robot de ese  comportamiento masculino ideal: la autonomía presente en el primer  ejemplo; el luchador inconformista del segundo; la búsqueda de nuevos  modelos de masculinidad y la ternura en la expresión de los sentimientos  paternos en el tercero, o la entereza para cambiar actitudes vitales en  personas con escasos recursos intelectuales y económicos, que aparece en el  cuarto ejemplo. 

Otro aspecto a tener en cuenta es la de si en estos ejemplos que  hemos analizado se cumplen las premisas básicas, planteadas en un apartado  anterior, que nos permiten hablar de nuevos modelos o de comportamientos  antisexistas. Como sucedía con la cuestión anterior, en mi opinión, algunos  de los indicadores se cumplen en algunos casos, pero no en otros. En  general, tanto en los ejemplos aquí presentados como en otros de la  investigación realizada, una ideología progresista se correlaciona con una  actitud positiva al derecho que toda mujer tiene a desarrollar su propia  actividad profesional; junto a esto, se asume la responsabilidad del reparto  de tareas domésticas, otra cosa es si en la práctica ese reparto es equitativo.  La ideología progresista lleva también parejo el ser pro-feminista y pro-homosexual,  por lo menos a nivel teórico, siendo más difícil de determinar  el nivel de implicación individual en esa lucha. 
En mi opinión, creo que hay dos de esas premisas que no se plantean  o no aparecen, por lo menos de forma clara, en los cuatro ejemplos vistos  aquí ni en otros de la investigación. La primera está relacionada con la  visión dicotómica del mundo en cuanto al ser hombre y al ser mujer y a los  roles que lleva aparejados cada una de estas categorías; este aspecto es  cuestionado en el primero ejemplo, es motivo de fuerte preocupación en el  tercero, pero tanto en este último como en los otros ejemplos, subsiste un  planteamiento en el que lo “femenino” y lo “masculino” configuran un  conjunto de prácticas y actitudes que son asimiladas a esos dos grandes  grupos en los que se piensa está dividido el mundo: los hombre y las  mujeres. En relación a este tema, planteo que queda mucho camino por  recorrer en cuanto a romper ese dualismo y comenzar a plantear la  existencia de una realidad compuesta por formas múltiples de estar en ella,  ruptura que permitiría la posibilidad de que se visibilicen y hagan realidad  esa variedad de modelos emergentes que aparecen en la actualidad, tanto  entre los hombres como entre las mujeres. 
Junto a lo anterior, otro aspecto de los señalados por Michael Flood  (1995): ser pro-masculino en el sentido de ser positivo respecto a los  hombres, creer que los hombres pueden cambiar y, apoyar los esfuerzos de  cada hombre para lograr un cambio positivo, es algo que tampoco se refleja  en los ejemplos aquí mostrados, ni en el conjunto de la investigación  realizada, en cuanto a que se esté dando un movimiento de este tipo. Por el  contrario, sí que aparecen comentarios relacionados con la necesidad de que  ese movimiento aparezca. En relación a este tema, hay que tener en cuenta  que ha sido bajo la influencia del Movimiento Feminista que las mujeres  han cuestionado su propia forma de estar en la sociedad, y ello ha actuado  como motor del planteamiento de un cambio en las relaciones de género. 
Sin embargo, no se ha realizado un proceso semejante en los hombres, quizá  por las propias características del MF, que ha alejado a los hombres de su  dinámica interna, sin que surja un movimiento similar entre estos últimos o  que incluso integrara a ambos sexos.  Hasta aquí una primera parte en cuanto a la adecuación de los nuevos  comportamientos a las premisas que deberían reunir los nuevos perfiles  masculinos. Abordaré ahora cuestiones relacionadas con los contextos que  rodean estos nuevos perfiles, es decir: ¿hay situaciones que facilitan la  aparición de nuevos comportamientos y de cambios en las actitudes  masculinas?. 
Un primer aspecto es el de la edad, ya que dados los cambios que en  nuestra sociedad se han producido en los últimos veinticinco años,  parecería lógico plantear la existencia de actitudes de cambio más claras  entre los jóvenes; sin embargo, esto no se confirma en los datos, quizá por  las propias condiciones de vida de esos jóvenes: muchos de los que han  participado en el estudio viven todavía en casa de sus padres y actúan un  poco en función de las normas que allí rigen, aunque sí hay que decir que  aparece una actitud de género progresista en sus expectativas de futuro. 
Otro aspecto a tener en cuenta son los modelos referenciales que han  rodeado o rodean la vida de las personas. En este sentido, hay que destacar  que los jóvenes disponen en la actualidad de más modelos referenciales que  los que tuvieron las personas de más edad, y que esa pluralidad de modelos  es importante ya que tienen, o pueden tener, una gran influencia en los  procesos de socialización y en las nuevas socializaciones. En los ejemplos.17  mostrados anteriormente, la figura de un padre autoritario, o de una madre  sumisa y dependiente aparecen como negativos, y por el contrario, maestros  en edades tempranas, abuelos con los que hubo cercanía afectiva, o madres  a las que se atribuye la característica de ser fuerte, son modelos muy  positivos.  Los contextos relacionales también son importantes, tanto en lo que  se refiere al mundo de las amistades, como al de las relaciones de pareja. El  desarrollo de nuevos comportamientos y actitudes que rompen con la norma  se da en determinados entornos y no en otros. 
Por último, otro contexto que es necesario tener en cuenta es el  laboral. Sabemos que hay núcleos laborales que podemos denominar como  duros, en los que parece más difícil que se desarrollen actitudes y  comportamientos distintos al de la masculinidad hegemónica. Si  observamos los mundos laborales de los ejemplos presentados, nos  encontramos con: el mundo del arte, ambiente intelectual, la enseñanza, y la  ruptura con una actividad laboral muy “masculina”. Podemos así plantear  que este tipo de espacios favorecen la aparición de nuevas formas de  masculinidad. Por otro lado, es importante también tener en cuenta que  estos núcleos duros los encontramos también en espacios feminizados, como  puede ser el mundo de la enseñanza primaria.  Planteo que es necesario conocer los regímenes de género específicos  que funcionan en cada uno de los espacios laborales, ya que ello nos  permite analizar las dificultades para un cambio profundo en contextos  como, por ejemplo, el educativo.
Como hemos visto en el tercer ejemplo, es  significativo que en un centro especialmente sensibilizado con la  coeducación, de veinte personas diecinueve sean mujeres; en mi opinión,  para que se produzcan cambios tanto en la socialización de los niños, como  en las representaciones de género, sería necesario cambiar esos modelos, lo  cual no parece que esté sucediendo si tenemos en cuenta la situación laboral  actual, en la que una parte importante de las jóvenes únicamente  encuentran trabajos relacionados con el cuidado y la limpieza, mientras los  jóvenes continúan anclados en profesiones tradicionales. 
Es necesario un cambio profundo en estas dinámicas, ya que de lo  contrario, continuará reproduciéndose un modelo de sociedad dicotómica,  con papeles diferenciados y jerarquizados, que tiene una influencia directa,  tanto a nivel macro como micro, en la posibilidad de que nuevos modelos  masculinos encuentren un ambiente propicio para su desenvolvimiento.

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