lunes, 16 de julio de 2012

EL PSICOANÁLISIS, LA FILOSOFÍA GESTALT Y LA MUERTE



EL PSICOANÁLISIS Y LA MUERTE




Relacionaríamos el pensamiento freudiano como universalista y el relativismo cultural, en las significaciones de la muerte para los diferentes pueblos y culturas. Consideraríamos además lo singular, no solamente en que cada uno es mortal sino que también cada uno tiene su propia forma de morir. Participamos, de manera más o menos inconsciente, en el camino que nos conduce a nuestra propia muerte.

Articular duelo, muerte y desaparición es algo problemático. Podemos tomar diversos ejes ordenadores, pero trataremos de articular algunas relaciones con el proceso o los momentos lógicos fundantes de la constitución subjetiva.

Cada uno debería poder elegir su muerte. Elegir es psicoanalíticamente hablando, lo inconsciente que conduce, creando una cierta aceptación para la muerte se transforma en algo "natural"; la vida que deja lugar a la nueva vida. Pero lo traumático acecha, con la muerte de los hijos, las desapariciones, las catástrofes sociales que exacerban, a diferencia de las catástrofes naturales, el narcisismo de las pequeñas diferencias. Lo pequeño ocupa la dimensión de lo trágico y los fundamentalismos religiosos, étnicos e ideológicos cobran sus víctimas sometiéndolas al poder, la fuerza y el terror

El lugar de la muerte es el que soporta la estructuración del sujeto en el orden simbólico. Freud decía que la carta era la palabra del ausente. Cuando nombramos una cosa, la palabra es ya la muerte de la cosa. Al nombrar la cosa, valga la redundancia, la cosa es otra cosa. Es algo con un nombre. Nunca hay una relación unívoca entre la cosa y lo representado, entre la cosa y la palabra. Lo que no podemos nombrar en las cosas es lo que llamamos traumático. Es el silencio, el secreto, el "saber no sabido" que se reconoce como propio solamente por la interpretación o la construcción. Por eso trabajamos con palabras. Lo que no se puede nombrar es el trauma. Siempre estamos a una cierta distancia de las cosas, hay siempre un cierto sentimiento de exilio. El momento en que nombramos, nominamos, no es nunca el momento en que percibimos.

"Matar la muerte", hacer desaparecer la existencia humana. Esta es una tentativa siniestra de suprimir los límites, que son condición de la propia vida. Es a partir del reconocimiento mutuo que se instituye la culpabilidad inconsciente y la deuda (simbólica, imposible de saldar).

Freud, en Temas de Actualidad de Guerra y Muerte nos dice: "si tu quieres soportar la vida prepárate para la muerte". E. Erikson nos describe los diversos modos de relación con nuestra propia muerte en los distintos momentos por el que transcurre nuestra vida. La aceptación de la muerte es necesaria para que haya vida. Cada ves que nace un hijo muere un hijo y nace un padre (Pierre Legendre). Aquí uno de los desencadenantes de violencia mencionados. Esto es estar del lado de la vida.
LA FILOSOFÍA GESTALT Y LA MUERTE

La muerte corresponde al estado de la no vida, más no al de la no existencia. Algo muerto necesariamente ha estado vivo en algún momento. Entonces aquello que ha dejado de existir no necesariamente implicó una vida. Una piedra, por ejemplo, no puede morir, por que nunca ha estado viva, sin embargo, es posible que deje de existir mutando su composición hacia otra forma, después de todo la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Al organismo vivo le interesa la vida más que ninguna otra cosa, de hecho parecería que todo lo que hace y deja de hacer tiene estrecha relación a conservar su condición de vivo. En cualquier organismo existe un conjunto de fenómenos que se emplean cotidianamente para conservar esta condición: el hambre, el dolor, el miedo y todos trabajan para conservar la homeostasis. La muerte sería entonces la incapacidad orgánica para mantener el equilibrio. Y es que toda la vida de un organismo consiste en el surgimiento de una necesidad y una acción para lograr nuevamente el equilibrio.
La vida implica expectativas, y la mayoría de los seres humanos no conciben a la muerte como el final de sus días, sino como una mutación a otro tipo de vida, es decir, existe la expectativa de no morir realmente, algunos ejemplos podrían ser la reencarnación, ir al “cielo”, hacerse uno con la naturaleza. Aunque también existen creencias que al respecto consideran que la muerte implica necesariamente dejar de existir, lo cual significaría el aniquilamiento total del individuo. Quizá la razón del por qué esta última sea la costumbre menos difundida tendría que ver con el hecho de que justamente lo más temido por el ser humano (y en realidad por todos los organismos) es el aniquilamiento.
Sin importar esto, por ahora, para todos lo esencial es trascender, ya sea a través de sus obras (edificios, libros, música, pensamientos.), a través de la transmisión de sus genes, valores, creencias, expectativas, teniendo hijos. Incluso trascender a través de morir, pues por paradójico que resulte un motivo por el cual morir y dar la vida implica necesariamente un sentido a la existencia del individuo, o quizá a través de ir a acompañar a Dios. La meta sería entonces trascender y dejar algo en el mundo que hable del individuo después del individuo, es decir, el objetivo es no morir del todo, porque la aniquilación total, la muerte es la peor afrenta al narcisismo del individuo. Y es que tememos aquello que no podemos controlar. A pesar de sus posibles semejanzas en lo relativo al estado pasivo e inconsciente entre el sueño y la muerte, del sueño no tememos, porque sabemos que regresamos, pero de la muerte no se sabe nada.
Evidentemente la mejor opción, lo más sano, es integrar la vida y la muerte como parte de una misma entidad, ya que la escisión de estos fenómenos antagónicos entre sí pero subsecuentes también, genera un hueco existencial en el mejor de los casos.
Todo es un ciclo, una Gestalt, todo lo que nace tiene que morir, es la ley eterna de la vida; diariamente miles de nuestras células mueren, por lo cual, la muerte no es algo que esté fuera de nosotros mismos, es un estado que nos pertenece ya que empezamos a morir desde el momento en el que nacemos y al no aceptar esto, estamos luchando contra nuestro origen y destino los cuales no hay manera de poder evitar. Entonces si la muerte no llega al final de la vida, sino que es parte de cada uno de nosotros, debemos aprender y prepararnos para morir, en vez de luchar contra el destino
La muerte es nuestro destino el instante entre lo que sabemos y lo que no sabemos, no obstante, asumirlo con paz, significa que no tenemos cuentas pendientes y que cada momento y cada lugar tuvo su tiempo y su espacio y que ahora que el camino llegó a su fin estamos listos para dejar de ser, dejar de estar, dejar de existir…
…Ser o no ser, estar o no estar, esta no debería ser la cuestión, sino, ser y luego dejar de ser, estar y luego dejar de estar… dejar de existir…

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