LAS RELACIONES DE PAREJA COMO
EXPRESIÓN DE LA SEXUALIDAD
La relación de pareja representa
la trascendencia de la sexualidad hacia una dimensión interaccional, esencialmente
social, donde tiene lugar el encuentro con el otro y se establecen
vinculaciones afectivas y eróticas a través de la comunicación física y
espiritual. (Castellanos y González, 2003).
Pudiera decirse que es en
la relación de pareja donde la sexualidad se expresa en su forma más plena.
Como afirma Viktor E. Frankl “la sexualidad humana es más que la mera
sexualidad. Y lo es en la medida en que viene a ser la expresión de una
relación amorosa”. (1983, p.27).
Refiriéndose a este tipo
particular relación que se estructura en el marco de la sexualidad, Patricia
Arés expresa que “constituye el vínculo interpersonal más complejo del ser
humano. Multiplicidad de factores de índole personológico, sociológico e
interactivos influyen en su estabilidad, solidez y satisfacción. ” (2002, p.
49).
Sin dudas, esta es la más íntima
de las relaciones humanas, de elevada selectividad e implicación personológica,
donde los sujetos involucrados en este tipo de unión demandan uno del otro la
satisfacción de necesidades mutuas de aproximación, de comunicación, de
entrega, de identificación, de atracción sexual y emocional-psicológica. Aunque
socialmente condicionada, su forma de expresión es totalmente única e
irrepetible en cada vínculo.
Autores como R. Sternberg han
orientado sus investigaciones hacia el tema del amor, este en 1986, plantea
Como puede verse, el modelo de amor presentado por el autor tiene una
capacidad descriptiva, predictiva y diagnóstica.
En los intentos de explicar el
surgimiento y mantenimiento de una relación de pareja Sternberg (Citado en
Serrano y Carreño, 1993) plantea un esbozo de teoría general sobre el amor. En
un intento por abarcar tanto los aspectos estructurales como la dinámica de los
mismos señala tres componentes fundamentales: Intimidad (I), Pasión (P) y
Decisión-Compromiso (C) que, siguiendo una metáfora geométrica, ocuparían los
vértices de un supuesto triángulo. El área del triángulo nos indicará la
cantidad de amor sentida por un sujeto; su forma geométrica, dada por las
interrelaciones de los elementos, expresaría el equilibrio o el nivel de carga
de cada uno de los componentes. De esta manera, las relaciones amorosas estarán
definidas tanto por la intensidad como por el equilibrio de los elementos. Los
triángulos de amor variarán en tamaño y forma y ambos aspectos definirán cuánto
y cómo siente una persona hacia otra. (Rodríguez y Barragán, 1989; Serrano y
Carreño, 1993). De esta manera toda relación amorosa se fomenta y
estructura o se puede llegar a convertir en disfuncional en función de la
combinación de estos componentes.
El autor español Luis García Vega
agrega a esta configuración subjetiva del amor otros dos elementos, el afecto y
el interés, el primero diferente a la pasión es la vivencia emocional que hace
dependiente al sujeto y el segundo referido a los intereses de cada miembro
respecto al nivel profesional y status socioeconómico del otro, aunque en
palabras del propio autor “podríamos hablar de pentágono del amor, pero sin
cerrarnos a otra posible figura con más ángulos, debido a la gran complejidad
de este sentimiento”. (1999, p.20).
Varias investigaciones se han
realizado basadas en la teoría formulada por Sternberg, o en un intento de
enriquecerla, como es el caso de un estudio desarrollado en España con 412
personas con el objetivo de indagar en el curso temporal de estos componentes a
lo largo de una relación de pareja, como resultado del análisis global de los
componentes se apunta la existencia de tres fases fundamentales en la evolución
del amor: “enamoramiento”, “amor pasional” y “amor compañero”. (Yela, 1997.)
Existen siete aspectos esenciales
que Álvarez -Gayou (2006) plantea se deben considerar para mantener una buena
relación de pareja, y son: atracción física, atracción intelectual, atracción
afectiva, comunicación, empatía, respeto y actualización, pero sobretodo, la
existencia de una vida erótica satisfactoria.
En este sentido un estudio
realizado por Álvarez-Gayou, Honold y Millán en el 2005 con el objetivo de
conocer los elementos componentes del significado psicológico que hombres y
mujeres mexicanos atribuyen a la satisfacción sexual, arrojó como resultados
que el amor y la comunicación parecen ser igualmente relevantes para ambos
géneros, lo que nos habla de la importancia que los participantes le otorgan al
aspecto afectivo en la relación sexual. Es notoria la importancia que se le da,
en ambos géneros, a diferentes aspectos emocionales vinculados con el afecto,
cariño y ternura, siendo de menor peso los aspectos físicos del placer erótico
y el orgasmo.
Buena parte de los problemas en
las relaciones amorosas y sexuales tienen su primer origen en la ignorancia y
en falsas creencias que provocan decepciones, frustraciones y desengaños. Si la
gente en general o las parejas aprende y reconoce que la intensidad de
los distintos componentes amorosos tiende, en general, a fluctuar de una
determinada manera a lo largo de la relación amorosa, quizás no se produzcan
tantas expectativas incumplidas, ni se viva con gran pesar y decepción lo que
son procesos absolutamente normales y naturales como por ejemplo el deterioro
progresivo de la pasión sentida los primeros meses o años.
En este sentido, y coincidiendo
con autores como Álvarez-Gayou (2006), García Vega (1999), Rodríguez y Barragán
(1989), consideramos de vital importancia conocer que toda relación de pareja
transita por una serie de etapas, cambia, se va formando, evoluciona, madura.
La investigadora cubana Lourdes
Fernández Rius (2006) plantea una serie de etapas a partir del momento inicial
en que comienza a configurarse la unión.
El Encuentro-Atracción ocurre cuando se produce el flechazo inicial
imprevisto, violento, poco reflexivo, es un proceso de seducción y de despertar
emocional que genera un fuerte erotismo y conduce a sentir el deseo y la necesidad
de ver y estar junto a la otra persona que se ha encontrado en una búsqueda
mutua espontánea de proximidad física.
La Selección del otro en el
vínculo amoroso ocurre cuando luego de ese encuentro inicial y en función
del sistema de necesidades y motivos se va transitando hacia un reconocimiento
e identificación con el otro, se entrecruzan las mutuas expectativas e ideales
con respecto al otro y a la relación en general lo que lleva a la
ratificación o decisión de elegir al otro para conformar el vínculo amoroso.
El Enamoramiento sobreviene
cuando se “vivencia” una impulsividad excesiva, urgente e impaciente hacia el
encuentro y fusión con el otro, donde la sexualidad es muy intensa. En esta
etapa los sujetos se buscan como personas únicas, inconfundibles e insustituibles,
aumenta mutuamente las expectativas e idealización del otro, ignorándose los
defectos, se concibe la vida amorosa sólo como proveedora de
satisfacciones.
La siguiente etapa se
denomina Del enamoramiento al amor, ocurre cuando sobrevienen las ambivalencias
y contradicciones naturales de este tipo tan complejo de relación
interpersonal. La elevada idealización del otro comienza a declinar al sentir
uno o ambos sujetos que sus necesidades no se pueden satisfacer en el vínculo,
aparecen las decepciones y frustración ante las expectativas creadas, florecen
las diferencias, las imperfecciones y las críticas, experimentándose intensos
momentos de desilusión y mucha agresividad, vivenciándose la fusión como
amenaza, se pone en cuestionamiento la pertinencia de continuar la vida en
pareja. Se desencadena así una crisis que no implica necesariamente como único
camino la disolución del vínculo, sino que este momento puede convertirse en un
recurso desarrollador en virtud del cual pareja reestructure su funcionamiento
propio.
Al respecto Fromm decía “el
enamoramiento es por su misma naturaleza, poco duradero. Las dos personas
llegan a conocerse bien, su intimidad pierde cada vez más su carácter
milagroso, hasta que su antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo,
terminan por matar lo que pueda quedar de la excitación inicial”. (1979, p.6).
Como conclusión de esta parte,
quisiéramos aclarar que la evolución en etapas de cada relación dependerá de un
numeroso conjunto de variables biológicas, histórico-culturales, sociológicas,
demográficas, interpersonales, y psicológicas que hacen que cada pareja sea
única e irrepetible, por lo que el camino que recorran puede variar de una a
otra, así, hay quiénes comienzan por el amor cultivando luego la pasión.
De esta manera, el transcurrir de
un estadio a otro del vínculo amoroso dependerá fundamentalmente de la madurez
y los recursos personológicos con que cuenten las subjetividades en
interacción.
En el proceso de configuración de
la relación y del tránsito del enamoramiento al amor y en la consolidación de
este último, la Intimidad psicológica resulta uno de los elementos
vitales.
En este sentido, la destacada
investigadora cubana señala que “la intimidad psicológica apunta hacia
aquella posibilidad que tiene el sujeto, a partir de su personalidad, de
revelar sus sentimientos y pensamientos más profundos y que el otro con el cual
se relaciona, comparta también los suyos. Es una exigencia para el desarrollo
de afectos profundos y de un vínculo duradero” (p.149).
De este modo, la intimidad supone
la capacidad de apertura, de autenticidad al compartir y expresarle
responsablemente, a través de la comunicación afectiva, nuestro mundo interno a
la otra persona.
Retomamos a Sternberg (1986)
cuando señala que la intimidad es un fundamento del amor difícil de lograr, que
se desarrolla lentamente, y que una vez que comienza a afirmarse origina cierto
temor e incomodidad emocional en cuanto a los peligros que uno comienza a
sentir con respecto a su existencia como persona independiente y autónoma. El
resultado es un incesante balance entre la intimidad y la autonomía, que
continúa a lo largo de la vida de muchas parejas, un balance en el cual nunca
se logra un equilibrio completamente estable. (Citado en Yela, C., 1996).
Tenemos entonces un eje de
conflicto crucial en el vínculo amoroso, la relación independencia-intimidad.
Esto nos lleva a reafirmar la concepción del vínculo amoroso no como algo
estático o como si se tratase de alcanzar una meta, sino como un proceso que
está en constante movilidad, donde los sujetos interactuantes son los
responsables de ir buscando siempre ese punto de equilibrio dónde a la vez que
se contribuya a crear ese espacio común intersubjetivo se mantenga la propia
identidad.
La intimidad psicológica exige
madurez psicológica, suficiente autoconocimiento y una autoestima favorable que
garantice cierta seguridad en sí mismo como para mantener íntegra la identidad
personal ante el hecho de exponerse al otro, capacidad de descentrarse para
comprender al otro desde su óptica y lograr así el entendimiento mutuo.
En el camino hacia una
relación de amor funcional es una cualidad necesaria empero muy difícil de
adquirir. Pero una vez más, como nos señala Viktor E. Frankl (1991) “el amor
constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo
de su personalidad. Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro
ser humano sino le ama” (p.112) y como diría Fromm “el primer
paso a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte, tal como es un arte
el vivir….hay que aprender acerca del amor”. (1979, p.2).
Nos parece oportuno precisar que
varios autores como Fromm (1989), Morris (1989), Naifeh y White (1985)
establecen una distinción entre intimidad psicológica e intimidad corporal, entendiendo
esta última en el sentido del contacto físico-corporal y sexual. Aunque todos
coinciden en señalar que ambos están muy interrelacionadas, así para el
primero la intimidad corporal puede preceder e incluso ir consolidando la
psicológica o reemplazarla cuando esta falte, para el segundo la
intensificación del contacto corporal favorece el acercamiento psicológico,
mientras que para los últimos cuando ambas logran enriquecerse mutuamente el
resultado es una clase de relación total también conocida como amor. (Citado en
Sariol y Rojas, 2009).
Hasta aquí, no hemos
profundizado en la habilidad o condición más necesaria para crear y mantener
las relaciones amorosas: la comunicación interpersonal. Esta constituye el
vehículo, el puente, el recurso mediatizador por excelencia de la interacción
que se establece entre los sujetos unidos en una relación amorosa. A través de
ella es que los sujetos implicados en la relación exteriorizan e intercambian
las emociones, los intereses, las necesidades, motivaciones, sentimientos,
expectativas, los valores, los deseos y el afecto, este último ya sea mediante
caricias, palabras y gestos.
De la comunicación que los
sujetos interactuantes sean capaces de lograr dependerá la definición y
compromiso para con el vínculo que cada uno establezca, la comprensión, el
conocimiento y la tolerancia mutua, el logro o no de la intimidad
psicológica y de un acople sexual, y la resolución de los conflictos y
contradicciones propias de la relación propiciando así el crecimiento personal.
No todos los sujetos pueden
lograr establecer un proceso comunicativo abierto, congruente y recíproco en
sus relaciones amorosas, pues ello depende de las capacidades comunicativas
y de los recursos personológicos que tengan desarrollados en este sentido.
Carl Rogers (1989) planteó que
para comunicarse de modo funcional era necesario incorporar a nuestros recursos
personológicos determinadas capacidades comunicativas como son la mutua
autenticidad o congruencia, la expresividad afectiva, la comprensión empática y
la tolerancia.
La comunicación sexual es un
elemento que afecta la estabilidad de la pareja, Masters y Johnson ya desde
1967 en su libro La Respuesta Sexual Humana señalaban la influencia de este
aspecto en el mantenimiento de la propia relación por largo tiempo. Los cambios
en la vida sexual afectarán la satisfacción sexual, el compromiso y el amor
entre la pareja. Así mismo un intercambio efectivo de información de índole
sexual puede contribuir a la calidad de las relaciones sexuales.
Ruth Nina Estrella en 2008
realizó un estudio con 60 personas, 35 mujeres y 25 hombres, residentes de la
ciudad de San Juan (Puerto Rico) sobre la comunicación sexual desde el contexto
de la relación de pareja, los principales resultados arrojaron que la razón
principal para compartir sexualmente con la pareja es por amor, y en el caso de
evitarlo, es por cansancio; diversas estrategias se utilizan para expresar
deseo o evitación sexual, y la pareja asume un estilo sexual propio.
Como se observa la razón principal
para no tener relaciones sexuales es el cansancio, mostrando como las
exigencias sociales que tiene que enfrentar la persona en la vida cotidiana
pueden afectar su relación de pareja. Actualmente la dinámica tan agitada en
que se debaten las personas, entre tareas, compromisos laborales o
estudiantiles y los deberes sociales, hacen que el tiempo sea efímero y
nunca alcance provocando ambigüedad y contradicciones en los mensajes
arrastrando muchas veces a las parejas a un distanciamiento emocional que a la
larga convertirá a la relación en disfuncional.
Comunicarnos de modo más amplio y
rico con otros seres humanos y siendo a la vez capaces de hacerlo con verdadera
empatía y respeto, nos permitirá ser reconocidos, valorados y aceptados como
individualidad, y definir un espacio común de bienestar asertivo que es el
camino hacia la realización personal y el ajuste emocional en toda relación
diádica.
No se equivoca Berrueta (1997)
cuando afirma que en la pareja la comunicación es el aceite que hace que la máquina
funcione. “La habilidad de comunicarse abiertamente es el sello distintivo de
las parejas exitosas que se aman”. (Citado en Pérez y Estrada, 2006, p.
144)
Las últimas décadas han sido
escenarios importantes de transformaciones económicas, científico-técnicas,
culturales y de valores. Todo ello ha impactado la vida amorosa y las
relaciones humanas. Los avances en materia de anticoncepción han permitido
mayor libertad a la hora de decidir la procreación, así mientras que
las funciones tradicionales eran casarse y procrear, y se media como
criterio de éxito la durabilidad, la pareja del siglo XXI se nutre de una
auténtica búsqueda de satisfacción, amor y felicidad.
La mayor aceptación social del
divorcio y una mayor facilidad para la separación han provocado
transformaciones de valores, hoy, por citar algunos ejemplos, la infidelidad
aparece más tolerada, como una posibilidad real, ya no es asociada
necesariamente a la presencia de insatisfacciones en la pareja, sino más bien a
la búsqueda de emociones, excitaciones, o incluso como tonificadora y
estimuladora de relaciones debilitadas, lo cual no quiere decir necesariamente
que haya perdido su valor la fidelidad, sino que comienza a ser vista tal
problemática de un modo más flexible. (Fernández, L., 2001).
En la actualidad se han asumido
nuevas formas y prácticas de relaciones de pareja, prueba de ello es la
creciente diversidad de estilos de convivencia surgidos en las últimas décadas.
Hoy, por ejemplo, se habla de concubinato, convivencia solo en determinados
períodos de tiempo, polirrelaciones, intercambio de pareja, etc.
Sin embargo, a pesar de todo lo
expresado, diversos autores como Bequer, 1992; Fromme, 1986; Gindín, 1992;
Masters y Johnson, 1988; Tordjman, 1989; Buscaglia, 1985 coinciden en señalar
que resurgirá un nuevo retorno a la monogamia o hacia una nueva monogamia.
(Citados en Sariol y Rojas, 2009).
Además de lo anterior, creemos
que los humanos necesitamos y continuaremos necesitando del vínculo amoroso en
nuestra vida, por lo que “nada apunta hacia la desaparición de la pareja
humana, pero sí hacia una ruptura y un distanciamiento con modelos
tradicionales de relación, que ya no son funcionales ni a los individuos ni a
la sociedad en su conjunto” (Arés, 2002, p. 49).
Varios autores señalan que al
eliminarse o debilitarse los resortes externos que apuntalaban la
estabilidad de la pareja, emergen la capacidad para el amor, la intimidad
psicológica, la comunicación, la propia subjetividad, como única condición
para la durabilidad de la pareja, que hoy sólo puede decidirse desde su
interior. (Ares, 2002 y Torres, 2006).
Profundizar en la naturaleza
compleja, dinámica y en evolución constante en que se encuentra inmersa la
relación amorosa no es una empresa fácil, pero si deseamos promover una sexualidad
saludable con el desarrollo del individuo hacia esta esfera de la vida, resulta
de vital importancia educarlo para que aprenda a convivir desde el amor como
fuente de bienestar y disfrute.
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Yela, C. (1997). Curso temporal
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