EL
PSICOANÁLISIS Y LA MUERTE
Relacionaríamos el pensamiento freudiano
como universalista y el relativismo cultural, en las significaciones de la
muerte para los diferentes pueblos y culturas. Consideraríamos además lo
singular, no solamente en que cada uno es mortal sino que también cada uno
tiene su propia forma de morir. Participamos, de manera más o menos
inconsciente, en el camino que nos conduce a nuestra propia muerte.
Articular duelo, muerte y desaparición es algo
problemático. Podemos tomar diversos ejes ordenadores, pero trataremos de
articular algunas relaciones con el proceso o los momentos lógicos
fundantes de la constitución subjetiva.
Cada uno debería poder elegir su muerte.
Elegir es psicoanalíticamente hablando, lo inconsciente que conduce, creando
una cierta aceptación para la muerte se transforma en algo "natural";
la vida que deja lugar a la nueva vida. Pero lo traumático acecha, con la
muerte de los hijos, las desapariciones, las catástrofes sociales que
exacerban, a diferencia de las catástrofes naturales, el narcisismo de las pequeñas
diferencias. Lo pequeño ocupa la dimensión de lo trágico y los fundamentalismos
religiosos, étnicos e ideológicos cobran sus víctimas sometiéndolas al poder,
la fuerza y el terror
El lugar de la muerte es el que soporta la
estructuración del sujeto en el orden simbólico. Freud decía que la
carta era la palabra del ausente. Cuando nombramos una cosa, la palabra es
ya la muerte de la cosa. Al nombrar la cosa, valga la redundancia, la cosa es
otra cosa. Es algo con un nombre. Nunca hay una relación unívoca entre la cosa
y lo representado, entre la cosa y la palabra. Lo que no podemos nombrar en las
cosas es lo que llamamos traumático. Es el silencio, el secreto, el "saber
no sabido" que se reconoce como propio solamente por la interpretación o
la construcción. Por eso trabajamos con palabras. Lo que no se puede nombrar
es el trauma. Siempre estamos a una cierta distancia de las cosas, hay siempre
un cierto sentimiento de exilio. El momento en que nombramos, nominamos, no es
nunca el momento en que percibimos.
"Matar la muerte", hacer desaparecer la
existencia humana. Esta es una tentativa siniestra de suprimir los límites, que
son condición de la propia vida. Es a partir del reconocimiento mutuo que se
instituye la culpabilidad inconsciente y la deuda (simbólica, imposible de
saldar).
Freud, en Temas de Actualidad de Guerra y
Muerte nos dice: "si tu quieres soportar la vida prepárate para la
muerte". E. Erikson nos describe los diversos modos de relación con
nuestra propia muerte en los distintos momentos por el que transcurre nuestra
vida. La aceptación de la muerte es necesaria para que haya vida. Cada ves que
nace un hijo muere un hijo y nace un padre (Pierre Legendre). Aquí uno de los
desencadenantes de violencia mencionados. Esto es estar del lado de la vida.
LA FILOSOFÍA GESTALT Y LA MUERTE
La muerte
corresponde al estado de la no vida, más no al de la no existencia. Algo muerto
necesariamente ha estado vivo en algún momento. Entonces aquello que ha dejado
de existir no necesariamente implicó una vida. Una piedra, por ejemplo, no
puede morir, por que nunca ha estado viva, sin embargo, es posible que deje de
existir mutando su composición hacia otra forma, después de todo la materia no
se crea ni se destruye, sólo se transforma.
Al organismo
vivo le interesa la vida más que ninguna otra cosa, de hecho parecería que todo
lo que hace y deja de hacer tiene estrecha relación a conservar su condición de
vivo. En cualquier organismo existe un conjunto de fenómenos que se emplean
cotidianamente para conservar esta condición: el hambre, el dolor, el miedo y
todos trabajan para conservar la homeostasis. La muerte sería entonces la
incapacidad orgánica para mantener el equilibrio. Y es que toda la vida de un
organismo consiste en el surgimiento de una necesidad y una acción para lograr
nuevamente el equilibrio.
La vida
implica expectativas, y la mayoría de los seres humanos no conciben a la muerte
como el final de sus días, sino como una mutación a otro tipo de vida, es
decir, existe la expectativa de no morir realmente, algunos ejemplos podrían
ser la reencarnación, ir al “cielo”, hacerse uno con la naturaleza. Aunque
también existen creencias que al respecto consideran que la muerte implica
necesariamente dejar de existir, lo cual significaría el aniquilamiento total
del individuo. Quizá la razón del por qué esta última sea la costumbre menos
difundida tendría que ver con el hecho de que justamente lo más temido por el
ser humano (y en realidad por todos los organismos) es el aniquilamiento.
Sin importar
esto, por ahora, para todos lo esencial es trascender, ya sea a través de sus
obras (edificios, libros, música, pensamientos.), a través de la transmisión de
sus genes, valores, creencias, expectativas, teniendo hijos. Incluso trascender
a través de morir, pues por paradójico que resulte un motivo por el cual morir
y dar la vida implica necesariamente un sentido a la existencia del individuo,
o quizá a través de ir a acompañar a Dios. La meta sería entonces trascender y
dejar algo en el mundo que hable del individuo después del individuo, es decir,
el objetivo es no morir del todo, porque la aniquilación total, la muerte es la
peor afrenta al narcisismo del individuo. Y es que tememos aquello que no
podemos controlar. A pesar de sus posibles semejanzas en lo relativo al estado
pasivo e inconsciente entre el sueño y la muerte, del sueño no tememos, porque
sabemos que regresamos, pero de la muerte no se sabe nada.
Evidentemente
la mejor opción, lo más sano, es integrar la vida y la muerte como parte de una
misma entidad, ya que la escisión de estos fenómenos antagónicos entre sí pero
subsecuentes también, genera un hueco existencial en el mejor de los casos.
Todo es un
ciclo, una Gestalt, todo lo que nace tiene que morir, es la ley eterna de la
vida; diariamente miles de nuestras células mueren, por lo cual, la muerte no
es algo que esté fuera de nosotros mismos, es un estado que nos pertenece ya
que empezamos a morir desde el momento en el que nacemos y al no aceptar esto,
estamos luchando contra nuestro origen y destino los cuales no hay manera de
poder evitar. Entonces si la muerte no llega al final de la vida, sino que es
parte de cada uno de nosotros, debemos aprender y prepararnos para morir, en
vez de luchar contra el destino
La muerte es
nuestro destino el instante entre lo que sabemos y lo que no sabemos, no obstante,
asumirlo con paz, significa que no tenemos cuentas pendientes y que cada
momento y cada lugar tuvo su tiempo y su espacio y que ahora que el camino
llegó a su fin estamos listos para dejar de ser, dejar de estar, dejar de
existir…
…Ser o no ser,
estar o no estar, esta no debería ser la cuestión, sino, ser y luego dejar de
ser, estar y luego dejar de estar… dejar de existir…
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