Las teorías ambientalistas consideran que las causas ambientales de las enfermedades mentales se generan debido a las situaciones más o menos dramáticas de la existencia, como las emociones, las experiencias sociales, las catástrofes, las pasiones, las desilusiones sentimentales, los abandonos.
De manera que todo se reduce a un denominador común que es el papel patógeno de los problemas de la existencia y en el fracaso de los mecanismos de adaptación.
Existen teorías sociológicas que consideran a la enfermedad mental como una consecuencia de la estructura social y de la presión cultural que ejerce ese tipo de organización sobre el individuo.
Pero también las enfermedades mentales pueden tener un origen endógeno como la herencia, la constitución y debido a patologías orgánicas de distinta índole.
Las teorías organicistas que caracterizan a la psiquiatría clásica, son las que consideran de etiología orgánica a las enfermedades mentales, principalmente las producidas por lesiones cerebrales; y lo más destacado de estas teorías es que tienen en cuenta el conjunto de síntomas que se producen por el mal funcionamiento de los centros funcionales cerebrales.
Estas teorías organicistas tienen que ser complementadas con los aportes de las teorías ambientalistas y sociológicas para llegar a un concepto causal de la enfermedad mental más humano, permitiendo atribuir un papel más importante a la dinámica de las fuerzas que desorganizan la vida psíquica.
Por lo tanto la prevención de la salud mental debe comenzar con un examen minucioso físico ya que algunas patologías pueden tener su etiología en la alteración de las funciones orgánicas, como en el caso de procesos infecciosos que pueden dar lugar a trastornos psicóticos agudos; o en la patología hormonal, de la tiroides, y suprarrenal sobre todo, que pueden presentar a la vez trastornos mentales y físicos.
La exploración sistemática de las funciones neurológicas como las sensoriales y sensorio-motrices de los diversos pares craneales, del equilibrio y de la marcha, del tono estático y cinético, de la motilidad refleja y voluntaria y de las diversas modalidades de la sensibilidad.
Se concederá particular interés a los trastornos como paresias, contracturas, movimientos anormales, los trastornos del lenguaje, del entendimiento y de la práctica.
Importante atención se deberá dispensar a las conductas antisociales, el grado de adaptación, la tendencia al suicidio, el rechazo del alimento, la presencia de conductas impulsivas, la tendencia a las adicciones y los cambios en las características de la personalidad habitual.
Se puede afirmar que observando el semblante de una persona, particularmente su mirada, se puede detectar una anomalía.
El extremo desaliño así como la exagerada pulcritud y extravagancia, la verborragia, el mutismo absoluto, la afonía histérica por sugestión, también son señales de advertencia sobre posibles alteraciones mentales de importancia.
Los trastornos del sueño, como el insomnio, la somnolencia, también pueden ser indicios de estados mentales alterados.
El comportamiento sexual atípico también muestra señales de advertencia así como la vida familiar conflictiva, el rendimiento profesional o escolar caracterizado por la pereza o la apatía y el desinterés.
Las fugas del hogar pueden ser debido a estados confusionales propios de la epilepsia que provocan conductas automáticas más o menos inconscientes y amnésicas.
En estos casos el individuo siente una necesidad imperiosa de salir, de partir, de abandonar su hogar, sin poder explicar la razón.
El suicidio constituye la más frecuente reacción antisocial de la patología mental y algunos suicidios son impulsiones irresistibles inconscientes.
El robo es una reacción antisocial que tiene un carácter patológico con mucha frecuencia así como las tendencias incendiarias.
Los trastornos de la personalidad constituyen el fracaso de la identificación en el proceso de desarrollo. El neurótico está en conflicto consigo mismo, sufre una anomalía del carácter y un desequilibrio instintivo afectivo fundamental y los síntomas como las fobias y las obsesiones manifiestan la angustia.
Las terapias familiares ayudan a la comprensión de estos procesos y a la prevención en salud mental.
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