Cuando hablamos de ciclo vital nos referimos a las
etapas que las personas atraviesan en general a lo largo de su vida, desde el
nacimiento hasta la muerte.
Pasar de una etapa a otra implica necesariamente un
cambio, y todo cambio implica en sí mismo una crisis, no solo en la persona que
la esta atravesando sino también en el grupo familiar. Estas etapas
son conocidas y bien definidas ya que están previstas por la vida,
forman parte del desarrollo evolutivo. En cada una de estas etapas las personas
tienen que realizar unas determinadas tareas, y el hecho de que aparezcan
nuevos cometidos, supone un reajuste que a veces puede conllevar un
desequilibrio. Si este reajuste no se hace de forma adecuada, la fase no se
habrá resuelto bien y completamente, lo que supone que cuando haya otra etapa,
los reajustes no se puedan realizar de forma correcta ya que los anteriores no
estaban completados.
Es importante estudiarlas y tenerlas en cuenta a la
hora de intervenir con las familias, ya que nos permite predecir algunos
problemas frecuentes que suelen aparecer frente a dichos cambios y que son
habituales que se presenten.
El ciclo vital familiar está inmerso en la cultura
a la que pertenece la familia y las diferencias van a estar condicionadas por
el nivel social, cultural, los mitos y creencias de cada familia y esto debe de
tenerse en cuenta a la hora de actuar con la familia.
Dentro de ciclo vital podemos reconocer las
siguientes etapas: la constitución de la pareja, nacimiento y crianza de los
hijos, hijos en edad escolar, adolescencia, salida de los hijos del hogar y
casamiento, etapa madura y ancianidad.
A continuación, vamos a pasar a definir
las características de cada una de las etapas y los problemas que
suelen aparecer en las mismas.
- Constitución de la
pareja.
Con la formación de la pareja queda constituido un
nuevo sistema, que será el inicio de una nueva familia con características propias.
A su vez cada miembro traerá creencias, actitudes y expectativas que
habrán heredado de sus propias familias. Una de las tareas que deben acometer
es la de examinar cada una de estas creencias y negociarlas para
establecer su nueva identidad como familia.
-
Nacimiento y crianza.
El nacimiento de un hijo crea muchos cambios en la
relación de pareja y en toda la familia. La incorporación de un hijo a la
familia puede provocar mucha tensión en la pareja y supone también un vuelco
hacia la familia extensa. Esto a veces puede ser recibido de forma positiva y
otras aumenta la tensión y los conflictos. Los problemas frecuentes que suelen
aparecer en esta etapa son: persistencia de la simbiosis madre e hijo a lo
largo del tiempo, intolerancia por parte del padre de ocupar un lugar
secundario en esta triada durante los primeros meses y una excesiva
participación por parte de la familia extensa en el cuidado del bebé, con la
consecuente dificultad de los padres para adaptarse al siguiente escenario. Entre
las tareas que deben realizar es la de seguir manteniendo su relación de pareja
a la par que dedicarse a la crianza del hijo/a.
-
Hijos en edad escolar.
Supone el primer desprendimiento del hijo del seno
familiar. La red social del niño se amplia y entra en contacto con otros
adultos significativos ( Maestro/a). Estas nuevas experiencias pueden ser
transmitidas al niño/a como algo bueno, donde el crecimiento tiene una
connotación positiva, o pueden ser vividas de forma negativa, con muestras
de ansiedad por parte de los padres ante la separación, lo cual hará
que el menor se encuentre en una situación muy conflictiva que dificulte su
adaptación. Las tareas a realizar están encaminadas a facilitar la
adaptación del menor al colegio y seguir realizando las funciones educativas
con sus hijos/as y no delegarlas a la escuela.
-
Adolescencia.
Etapa de grandes crisis para la mayoría de los
individuos y las familias. Se producen grandes cambios en todos los integrantes
del núcleo familiar y en las relaciones de estos con el exterior.
El adolescente se enfrenta a un periodo de
transición entre la niñez y la edad adulta, con muchas turbulencias a
nivel emocional. Tienen que definir su identidad y conseguir autonomía, aunque
siguen necesitando el apoyo y supervisión de los padres para realizar
con éxito este camino.
En esta etapa suelen aparecer problemas
relacionados con la dificultad de los padres para establecer límites adecuados
a sus hijos/as y dificultad para permitir el desprendimiento del adolescente del
seno familiar.
-
Salida de los hijos del hogar.
Marcada por la capacidad de la familia para
desprenderse de los hijos e incorporar nuevos individuos como el cónyuge o la
familia política. Los padres deben de saber reconocer y aceptar a la nueva
familia de su hijo como diferente y con características propias.
Hay familias que atraviesan esta etapa con mucha
dificultad. Las parejas que se han centrado en la crianza de sus hijos dejando
a un lado la relación de pareja, suelen vivir esta etapa con sentimientos de
perdida por la marcha de los hijos y suelen aparecer problemas para
reencontrarse y estar solos. La tarea que deben realizar los padres
en esta etapa es favorecer la marcha de los hijos y vivirla como un momento de
aproximación de la pareja, dónde es posible realizar cosas que
se postergaron durante la crianza de los hijos.
-
Edad madura.
La pareja se enfrenta a nuevos desafíos. Por
un lado se produce el cese de la vida laboral, y esto puede ser recibido por
algunos como el momento para realizar todas aquellas actividades que no han
podido llevar a cabo hasta el momento, y para disfrutar del nuevo rol de
abuelo/a. Para otros puede suponer una etapa improductiva, apareciendo grandes
dificultades para ocupar el tiempo que antes dedicaban al trabajo.
-
Senectud.
Se producen cambios a nivel físico y/o emocional,
que implican un deterioro de las capacidades de la persona. En esta etapa
pueden aparecer problemas relativos a quien proporciona cuidados a los padres.
El que aparezcan o no conflictos entre los hijos/as, dependerá de
como se establecieron las relaciones a lo largo de la historia familiar
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