1-Definición de ansiedad
2-Tipología de la ansiedad.
3-Causas de la ansiedad.
4-Diferencias por sexo y edad de la
depresión y la ansiedad.
5-Tratamiento de la depresión y la ansiedad.
1-DEFINICIÓN.
La ansiedad es sobre todo una reacción de miedo. El
miedo por sí mismo es muy útil y perfectamente natural, el problema sobreviene
cuando no hay una razón racional para sentir esa angustia. Para nuestros
antepasados huir cuando venía un tigre a comérselos era una reacción
perfectamente lógica, pero si no hay ningún tigre ¿porqué salimos corriendo? La
reacción de alarma, en ese caso es excesiva y prepara al organismo para
enfrentarse ante un peligro que no existe, convirtiéndose en algo perjudicial.
De esta manera, el pulso y la respiración se aceleran, la transpiración
se dispara y se produce tensión muscular. Todos estos síntomas, cuando se
producen frecuentemente producen las diversas formas de ansiedad.
Había un psicólogo –Lazarus- que decía que no es el
problema externo lo que nos hace sentir pánico, sino el pensar que no tenemos
recursos suficientes para enfrentarnos a él. Así por ejemplo ser despedido de
un mismo trabajo puede ser para una persona un auténtico trauma, entonces se
dirá a sí misma cosas como “soy un perdedor”, “no encontraré otro trabajo”,
“quien me va a querer contratar”. Sin embargo, otro compañero, en la misma
situación puede pensar: “menos mal, no aguantaba más”, “me darán paro unos
meses y tendré tiempo de buscar otra cosa mejor”, etc. Es decir, importan
tanto, nuestros propios recursos personales a la hora de enfrentarnos a una
situación difícil que las condiciones externas por sí mismos.
Como dice un refrán, “el miedo es libre”. Se puede
sufrir ansiedad por muchas causas y de muchas maneras. Muchas personas sufren
fobias, es decir miedos intensos ante causas localizadas como insectos,
tormentas, ascensores. Este miedo es muy intenso, pero muy concreto. El otro
extremo es la “ansiedad generalizada”, un miedo difuso, ilocalizable, una
“angustia vital” (a que las cosas vayan a peor, a tener un accidente, a que los
hijos enfermen etc) difícil de precisas pero muy persistente. Entre ambos
extremos existe una gran variedad de situaciones y síntomas, incluso se puede
llegar a tener “miedo al miedo”, cuando los ataques de ansiedad son frecuentes.
Aunque los profesionales de la salud mental
hablemos de dos enfermedades diferentes, -depresión y ansiedad- Lo cierto es
que en los seres humanos no existen compartimentos cerrados, al igual que es
inútil separar cuerpo y mente, pues lo mental afecta al cuerpo y al revés. Un
estado de ansiedad continuado conduce fácilmente a una depresión cuando
el organismo, el cuerpo y la mente que se han preparado para un ataque que no
llega, se cansan, se agotan. Nadie puede sostener indefinidamente una situación
de alerta, entonces sobreviene el “bajón” Así mismo, una depresión produce
frecuentemente un tipo de ansiedad particularmente doloroso que es el miedo a
uno mismo .
2- TIPOS.
Existen trastornos de ansiedad de todo tipo:
sexuales, obsesivos, compulsivos, etc. Ya hemos hablado de las fobias y la
ansiedad generalizada. Habría que incluir además los ataques de pánico y la
agorafobia. Un ataque de pánico es un síndrome en el cual la hiperventilación
(es decir, la respiración acelerada) introduce excesivo oxígeno en sangre
provocando un malestar tan intenso que llega a confundirse con un ataque al
corazón. Estos ataques son frecuentes en situaciones de fuerte estrés como
exámenes, traumas violentos, entrevistas de trabajo, pero pueden
generalizarse a cualquier momento y situación. Cuando el miedo a sufrir
estos ataques “miedo al miedo”, es tan fuerte que lleva al paciente a evitar
ciertos lugares, hablamos de agorafobia, hasta el punto que algunos pacientes
llegan a encerrarse en sus casas de por vida.
No olvidemos, que depresión y ansiedad, son
enfermedades perfectamente compatibles que pueden darse simultáneamente en la
misma persona. Existe además un síndrome clínico llamado Depresión – Ansiosa,
en el cual ambos problemas se combinan dando lugar a una depresión con sus
característicos sentimientos de inferioridad y la tristeza y desesperanza pero
donde la inmovilidad típica se convierte o se combina con un estado de
excitación, que comprende agitación motora (moverse continuamente) insomnio,
hipervigilancia, etc.
3-CAUSAS.
Todos hemos sentido miedo
alguna vez, pero no todos sufrimos ansiedad, porque cada uno valora de manera
distinta los recursos que posee y por tanto existen personas ansiosas y otras
que no lo son. También en este caso el factor genético parece ser importante,
aunque por sí solo no basta para desarrollar la enfermedad. Algunos autores
hacen hincapié en la infancia, en el momento que el niño explora el mundo que
tiene a su alrededor, lo valora con un grado distinto de amenaza según sea el
vínculo que le une a sus padres. A este vínculo, le llamamos apego, el apego
inseguro es una de las bases de la ansiedad. Luego, como desencadenantes,
podemos aludir al estrés, entendido como el cambio brusco de las condiciones de
vida. El estrés puede ser producido por un acontecimiento negativo, como un
despido, pero también por un acontecimiento positivo, como una boda ya que
todos los cambios importantes en el entorno exigen al individuo un proceso de
adaptación. Junto a los grandes estresares vitales, como la muerte de un ser
querido o un cambio de residencia, existen otros estresares menores positivos y
negativos- hassles y uplives- que aunque pequeños se van acumulando como
son por ejemplo correr detrás del autobús, perder la cartera, etc. Las pequeñas
cosas son tan importantes, que algunos psicólogos hablan de personas felices
como aquellas en que la suma de las pequeñas cosas buenas de la vida diaria
superan las negativas.
4- DIFERENCIAS POR SEXO Y EDAD.
Depresión y ansiedad se manifiestan de manera
distinta según sexo y edad. No es lo mismo una depresión en un anciano que en
un niño, y no afecta de igual manera a hombres y mujeres.
En
los niños, el malestar psicológico se traduce siempre en una conducta
desordenada de las comidas y el sueño, desobediencia, irritabilidad y
agresividad, malas notas, hiperactividad o apatía según los casos. No hay
demasiadas diferencias en un niño ansioso de otro deprimido, especialmente en
los primeros años de edad. Hasta hace poco se pensaba que los niños pequeños no
sufrían depresión, pero se ha demostrado ampliamente que esto no es cierto. El
nacimiento de un nuevo hermanito, la discriminación en el colegio, el acoso
escolar, los malos tratos físicos y verbales, la excesiva presión de
actividades extraescolares y la preocupación por el perfeccionismo y la
competitividad excesiva, son algunas de las causas que llevan a los niños hacia
los síndromes clínicos. En cualquier caso, los estudios de edades tempranas son
muy escasos y hace falta mas investigación.
Uno de los grupos de edad más afectados por los problemas psicológicos son los
adolescentes. No solo porque esta es una etapa difícil y conflictiva sino
porque a edades muy tempranas se les empuja a tomar decisiones difíciles. La
presión por el éxito, es excesiva para su edad, la mayor libertad de
horarios y la permisividad social, junto con una temprana lucha por ser el
mejor, les hace un colectivo muy vulnerable, de echo es en esta edad donde más
intentos de suicidio se producen.
En
la edad adulta, hay que distinguir entre los hombres y las mujeres. Las mujeres
somos más propensas a la depresión que los hombres por nuestros propios ciclos
hormonales. Si a esto le unimos que soportamos casi en exclusiva la carga de la
casa, los hijos y en muchos casos además el trabajo, no es raro que la
depresión y la ansiedad sean más frecuentes en nosotras. Como además tenemos
menos miedo en quejarnos y expresar nuestros sentimientos, un alto porcentaje
de las consultas psicológicas son de mujeres adultas.
En
el caso de los hombres, se ven afectados por la ansiedad producida por la
presión laboral. Al menos esas son sus quejas, ya que un hombre tiene más pudor
en revelar su intimidad que una mujer por regla general. En el caso de sufrir
depresión, esta queda oculta muchas veces por conductas adictivas como el
alcohol con el que el propio paciente intenta sobrellevar el dolor
emocional.
Entre los ancianos, la soledad, el aburrimiento, la falta de perspectivas y de
actividades, les empuja sobre todo hacia la depresión, que suele ser muy aguda
y profunda, tanto que a veces se confunde con un principio de alzheimer, como
perdidas de facultades intelectuales lo que no es sino una apatía depresiva. Lo
peor del caso es que la familia y los propios ancianos asumen su estado
como algo natural propio de la edad. La depresión senil y la ansiedad ante el
miedo a la enfermedad y la muerte, se traducen en quejas físicas y en llamadas
de atención constantes a la familia que pueden ser una carga difícil de llevar
para los más cercanos.
En la sociedad actual, se constata un aumento de la
depresión y la ansiedad. Esto se debe por una parte al diagnóstico precoz,
puesto que sabemos más de cómo se generan y la población está mejor atendida,
es lógico que se diagnostiquen más casos que antes pasaban desapercibidos. Pero
al margen de esto, la competitividad, el trabajo excesivo, el querer hacerlo
todo perfecto (superwoman) la falta de tiempo ante la carga excesiva del
trabajo y la familia no han llevado a un aumento progresivo de ambas. El
desarraigo (desplazamientos por trabajo) la ruptura de las familias (divorcio)
el trabajo de ambos padres, la mayor longevidad, nos conduce a un peligroso
aumento de personas que manifiestan sentimientos de soledad, uno de los
más peligrosos para la salud afectiva.
5- TRATAMIENTO.
¿Cómo se debe actuar ante un
familiar o un amigo que sufran depresión o ansiedad? Creo que es bastante fácil
reconocer una persona deprimida, sobre todo si es una depresión profunda, no
solo por sus pocas ganas de nada y porque lo ve todo negro, sino porque además
dice de sí mismo cosas terribles. Puede ser más difícil detectar la ansiedad,
porque estamos tan acostumbrados a estar siempre en la lucha, siempre en busca
de algo, que pensamos que los nervios son un estado natural y solo cuando nos
desborda nos damos cuenta de que intentamos abarcar demasiado.
No
intenten ayudar con consejos a una persona deprimida, no vale de nada decirle
que debe salir, intentar que se le pase, enfadarse o reñirle, porque la persona
ni lo hace adrede ni lo puede evitar. Puesto que no puede llevar a cabo
su actividad cotidiana, si es conveniente en cambio empujarle y ayudarle a que
poco a poco recobre su actividad anterior. Pequeños pasos como acompañarle a
dar unos paseos bajo el sol, intentar no saltarse la comida, aunque sea
comiendo poco y volver a realizar actividades placenteas como leerle, son de
gran ayuda. Estas personas necesitan apoyo y comprensión, pero nunca
indulgencia y tampoco carta blanca para hacer todo lo que quieran.
Igualmente inútil es decirle a una persona con un ataque de ansiedad que su
miedo es una tontería, eso ya lo sabe y aún así no puede evitarlo. Es difícil
que una persona ansiosa escuche lo que le decimos. El como tratarles depende
mucho de cual sea la causa de la ansiedad pero por supuesto que el primer paso
que hay que dar es ser humilde y reconocer las propias limitaciones y la mejor
ayuda es llevar al interesado a la consulta del especialista.
A nivel clínico contamos
fundamentalmente con dos armas para hacer frente a la depresión y a la
ansiedad que son la terapia psicológica y la farmacología. Disponemos de un
amplio arsenal de fármacos muy eficaces (tranquimazin+seroxat (alprazolan y
paroxetina, son los principios activos de estos fármacos) es una de las combinaciones
más recetadas tanto por psiquiatras como por médicos de cabecera (en este punto
hay que aclarar que, el psicólogo no puede hacer recetas) pero estos no son más
que un parche, las causas profundas deben atacarse con terapia psicológica. El
trabajo del psicólogo consiste en mucho más que escuchar al paciente y tomar
notas, se trata sobre todo de que la persona tome conciencia de sí misma y por
tanto vuelva a coger las riendas de su vida. Esto se consigue con trabajo
diario y con esfuerzo, pasito a pasito, luchando por cambiar el pensamiento
negativo que nos martiriza y las conductas que nos perjudican. El terapeuta
marca el camino a seguir, pero es el paciente quien debe recorrerlo.
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